VI

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Algo va a suceder

Risa, la cual se encontraba en la cafetería del hospital donde trabajaba, aprovechando que ya había terminado su trabajo para fumarse el cigarro que tanto había ansiado, a lo largo de su ajetreada y ocupado turno, y llenar su vació estómago con un café y un bollo relleno de mermelada de fresa, frunció el ceño ante el encapotado y oscuro cielo que minutos antes estaba despejado.

Los cielos despejados en la ciudad de Londres no eran algo muy común, pero tampoco lo eran aquellas nubes negras compactas y la torrencial lluvia que descargaban. Risa comprobó la hora en su móvil. Las siete menos cuarto y se pregunto dónde estaba Natalia. Natalia Ferrer, la nueva enfermera extranjera recién contratada, se había encargado de llevarla a casa en su viejo Ford al descubrir que ambas vivían en el mismo barrio y sus pisos tan solo estaban a una calle.

En un principio Risa rechazo su ofrecimiento, pero ante la insistencia de la chica a la que no le importaba llevarla puesto que así le daría conversación y ella podría mejorar su inglés, Risa acepto a regañadientes. La joven tenía la insana costumbre de tardarse en salir, pero no tanto. Una hora era demasiado incluso para Natalia.

-Que le vamos a hacer -suspiro Risa.

Se terminó lo que le quedaba de café, dejo el bollo a medio comer y apagó el cigarro sobre este antes de tomar su bolso y dejar una pequeña propina. Ya la había esperado bastante. Apurándose para no perder el último autobús cuyo recorrido no paraba lejos de done vivía, Risa corrió por las mojadas calles apenas ocupadas a causa de la lluvia, cubriéndose la cabeza con el bolso y sujetándose la perchera de la camisa con la mano libre.

Pues un viento gélido comenzó a soplar y ella no traía consigo una bufanda.

Las farolas, encendidas, daban un aspecto tétrico y fantasmagórico a la parada de autobús vacía. Lugar donde Risa se refugió de la lluvia mientras veía las luces traseras del autobús, que la hubiera dejado en casa, entrando en la ya concurrida rotonda. Se había pegado una maratón para nada.

- ¡Maldita sea! -jadeo.

Recobrando la respiración, la mujer apoyo la espalda contra la mampara transparente.

-Maldita sea -repitió, quitándose con la manga de la chaqueta las gotas de lluvia de la cara.

En su situación tan solo podía esperar a que la lluvia remitiera. Era eso o pillar una pulmonía por caminar bajo aquel torrencial. No tenía demasiado efectivo para parar un taxi y su tarjeta de crédito estaba en el bolsillo de alguna de sus otras chaquetas.

-No importa -intentó convencerse a si misma.

Tras rebuscar en su bolso y dar con el paquete de cigarros, se llevo uno a los labios y le prendió fuego. Con este colgando entre sus carnosos labios, Risa hecho la cabeza hacia atrás. Sintiendo en todo su ser que algo no estaba bien, la mujer se debatió entre contactar a Gael y comprobar si su herida se iba curando bien o ignorar aquella sensación de fatalidad.

Tal y como predijo, no durmió nada tras su marcha. Es más, incluso después de limpiar su apartamento de arriba abajo, colocar por orden alfabético todos los libros de la estantería del salón y preparar varios tuppers con la comida que consumiría a lo largo de la semana, Risa continuo pensando en el muchacho. Tenía peor aspecto que la última vez que se vieron. Las oscurísimas ojeras bajo sus cansados ojos tan solo sirvieron para acentuar su insana palidez.

Y su cuerpo, en especial su torso, cubierto de cicatrices de todo tipo. Desde unas apenas visibles hasta otras completamente notorias y mal curadas. Risa no sabía ni quería saber como se las había hecho, pero de si algo estaba segura, era de que al menos, la mitad de sus heridas, no fueron intencionales porque Gael no era la clase de persona que se dejaba hacer daño a propósito. No después de todo por lo que había pasado.

Deberías ir a buscarlo.

La petición, dada con su habitual tono carente de emoción alguna, sorprendió a la mujer. Lytton no tenía la costumbre de contactarse con ella de aquella forma. Que lo hiciera entonces no auguraba nada bueno. Al abrir la boca, el cigarrillo se cayó al suelo.

-¿Qué? -preguntó Risa, aturdida.

Alguien lo ha despertado.

- ¿¡Qué?! -Risa creyó sentir por un momento como su corazón se detenía.

Aquello explicaba entonces el imperceptible brillo de locura que creyó percibir en Gael. El muchacho lo sabía y no se lo dijo. ¡No tuvo la suficiente sensatez de decírselo! Por eso no quería tener nada que ver con él. Tan solo le traía problemas. Problemas de los gordos.

- ¡Maldita sea!

La mujer se paro bajó la lluvia y comenzó a agitar la mano como loca en busca de un taxi. Ya fuera por pura suerte o lo que fuera, uno se paró junto a su acera. Subiéndose a toda velocidad en él, Risa prácticamente le grito la dirección a la que le tenía que llevar, añadiendo que le proporcionaría una jugosa propina sí lo hacía en menos de diez minutos.

inmortal [GAY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora