VII

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No iba a huir.

Sentado en un banco, bajo las ramas de un grueso arbol de hojas rosadas, el cual quedaba frente a un estrecho camino de gravilla, en Hyde Park, Gael tomó aquella decisión tras saciar su sed con un hada que se encontraba en el lugar y momento equivocados. Ignorando la torrencial lluvia que empapaba sus ropas, permaneció allí con la mirada perdida.

Por alguna razón, Gael pensó en su padre. Recordó la última imagen que tenía de él, ordenandole con diversión que extendiera todo lo que pudiera las alas y que se mentalizara para despegar. Aquella había sido una estrellada y despejada noche de primavera; ambos se levantaron entusiasmados ante la idea de que ya iba siendo hora de que aprendiera a utilizar sus alas. Gael tenía ya seis años y sus alas por fin eran lo suficientemente fuertes.

Su padre se las tuvo que arrancar dos veces cuando era más pequeño debido a que se estaban formando mal, en gran parte porque su parte vampirica las rechazaba. A la tercera vez que le volvieron a crecer fue la vencidad. No se veían igual de elegantes y hermosas que las su padre. Las suyas eran bien feas de un indefinido color que iba del blanco al marron sucio, cubiertas de manchas rojizas que daban la sensacion de estar salpicadas de sangre.

Pero a Gael no le importó lo feas que estas fueran ante el entusiasmo que su padre mostro por el hecho de que esa vez ya no tendría que hacerselas crecer de nuevo. Orgulloso e impaciente ante la idea de que su hijo podría surcar los cielos tal y como él lo hacía, su padre procedió a explicarle con pelos y señales como debia colocar los pies y los brazos, y cuales musculos de su espalda debía ejercitar antes de que pudiera realizar su primer vuelo.

Y allí estaban los dos, Gael con su flacas piernas un tanto flexionadas, y las manos convertidas en puños, concentrado en mover sus alas de abajo con la rapidez y fuerza adecuada para calentar los musculos de su espalda, cuando todo se fue a la mierda. Perdió a su padre, sus alas y su libertad. Tras cuarenta y cuatro años aguantando un horrible calvario bajo la tutela de su tío, Gael obtuvo su libertad para volver a perderla tres años más tarde al enamorarse del ser menos indicado.

No pudo ser más ingenuo cuando creyó en que sus sentimientos heridos sanarían con alguien como él. Lo unico que podía decir en su defensa era que estaba desesperado por que le ofrecieran algo de afecto y reconocimiento. Y eso fue lo que él hizo, en parte atraido por su curioso aspecto y en parte por que era un fenomeno que tenía intención de tener constantemente bajo su atención para observar a su antojo. Tal vez hubo algo de amor por su parte.

Aunque Gael, no estaba seguro de ello si miraba a su yo del pasado y analizaba de manera fría su relación.

¡TÚ!

El chico se tensó ante el repentino grito mental que disperso sus pensamientos como canicas. Poniendose de pie de un salto, como si se preparase para huir, trato de hecharlo fuera de allí. Una fuerte presión en sus sienes hizo que se sujetara la cabeza a la vez que se doblaba hacia adelante, intentando respirar. El dolor que le recorria era horrible y no se asemejaba a nada de lo que sufrio en el pasado.

¡Sal! ¡Sal de mi cabeza! ¡SAL!

Su rugido de furia resono en sus oidos mientras la presión se hacia más débil, permitiéndole jadear en busca de aire.

Me haré cargo de ti pronto.

Aquela oscura promesa vino acompañada por la desaparición total de su presencia. El lazo que los mantuvo unidos desde el momento en que sus miradas se cruzaron, el lazo que se suponía que uniría sus vidas por el resto de la eternidad, les gustara o no, y que les permitiria saber a ambos el estado del otro, había sido cortado.

Gael, sin creerlo, se acuclillo en estado de shock.


inmortal [GAY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora