Dos

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El camión de mudanzas se estacionó frente a una casa blanca bastante bonita. Alinne esperaba en la puerta viendo nuestros movimientos hasta que empecé a mover todas mis cosas dejándolas de momento en la sala.
Alinne era mi hermana, pero no lo era. Técnicamente crecí con ella, y sus padres me celebraban algunos cumpleaños. Era hija de otra madre pero era como parte de mi familia. Sus ojos eran algo claros y contaba con facciones muy bonitas. aunque se menospreciara demasiado.
La conocí cuando teníamos apenas once años, aunque para ser sincera había cambiado mucho, tanto física como mentalmente. Es decir, claro, ya no eramos niñas, pero me refiero a que ella fue una persona muy madura siempre.
Tenía el pelo crespo y esponjado, además de una cara redonda cuando entró al taller, el cual nos habían obligado a inscribirnos o tendrían que llamar a no sé quién para tratar nuestros "problemas" de socialización.
Ella se sentó separada del grupo, solo viendo a todos. Al principio daba un poco de miedo. Pero decidí acercarme y hablarle. Otra amiga me acompañaba, supongo tenía pánico a conocer nuevas personas, pues se asustaba con facilidad y le sudaban las manos. Usaba un perfume muy dulce, de esos que hacen que te duela la cabeza con tan sólo olerlo. Me di cuenta de que las personas no son lo que aparentan y necesitan un empujoncito para poder lograr algunas cosas; me dediqué a enseñarle a hacer amigos y a que fuera más segura. Bastante he de haber ayudado pues apenas salimos de vacaciones del colegio se desapareció y vaya sorpresa nos dio a todos cuando regreso como nueva.
Se había hecho un tratamiento en el cabello, se veía hermoso. Su cara era como de porcelana, sin ninguna imperfección, pero tampoco usaba maquillaje para dar ese aspecto. Había bajado de peso, lo suficiente como para que una cintura bien definida le diera ese toque súper femenino; aunque sus caderas estaban casi intactas, pues presumía de una buena retaguardia.
Era la persona más dulce que conocía, pues siempre escuchó a todos sin importar quién fuera o de que se tratara. Ambas nos habíamos convertido en el dúo perfecto, muchos envidiaban nuestra amistad, algunos otros nuestra seguridad. Alinne había progresado tanto que empezó a hablarle a un montón de gente por su cuenta, hizo amigos y tuvo varios primeros amores, de esos que no importan mucho. Aunque al paso del tiempo algo paso con ella, y empezaba a aislarse más.

-Lynne- siempre he sido más bajita que ella y sus pasos se me hacían un tanto largos. Parecía molesta y no escuchaba razones porque al parecer había empezado a tener problemas con una chica de un grado menor a de nosotras por culpa de un muchacho que le gustaba.- oye, ¿podrías parar y escucharme? Lynne, por favor. Alinne. ALINNE.

-¡¿QUÉ?!- Esto había ido demasiado lejos. Se había salido incluso de sus manos puesto que era una persona muy paciente y por lo regular nunca gritaba. Específicamente nunca me gritaba.
-Esta bien, hablaremos cuando estés mejor. - preferí darme la vuelta e irme, sentía su mirada perforando mi nuca, pero no volví la vista hacia ella. Debía entender que a la familia y a los amigos no se les trata de esa forma. Y fue suficiente para hacerla reaccionar, pues me espero al terminar las clases, y con una sonrisa apenada, incluso un poco melancólica me pidió disculpas.
Nuestra amistad empezaba a fracturarse pero no lo suficiente para dejarnos de lado. A veces su mamá preparaba ricos platillos y me invitaba a comer, otras veces nos escabulliamos en la reserva de licores y demás de mi tío para probar un poco de alcohol. Siempre he pensado que cuando uno es joven es muy estúpido, aunque he conocido unos cuantos viejos idiotas. Joe siempre nos cuidaba, aunque él y Alinne nunca hablaron frente a mi.
Llegue a sentir bastantes celos de Alinne en cierta ocasión, pues Joe quería que yo los presentara formalmente, pues se sentía algo atraído por ella. Le conté a Alinne pensando que se negaría, pues después de todo Joe más que mi amigo había llegado a ser como mi primer amor, pero al parecer a ella le parecía lindo.

Con el tiempo Joe se alejó un poco de mi, hasta que decidió hablar conmigo. Nos reunimos en su casa, era bonita y amplia.

-Necesito hablar contigo, Zoe...

-Entiendo que la quieres, no te preocupes.- Sonreí poquito y me interrumpió.

-¿Qué? ¿Creíste que íbamos a hablar de ella? No no, y para aclarar antes de empezar, la quiero, porque es muy linda y me escucha sin juzgar, pero aún no he sentido ese "clic", y creo que ella lo sabe.

- Siendo sincera sentía que había perdido a mis dos mejores amigos.

-No pienses eso nunca más, por favor. Sabes que te quiero mucho. - sus brazos se abrieron dándome entada a su pecho para poder abrazarlo. Olía muy bien, demasiado bien.

-Esta bien, no volveré a pensar en eso. Ahora, ¿de qué querías hablar?- sabía que las cosas andaban mal cuando su rostro se puso serio y sus ojos se llenaron de lágrimas.

-Mi madre tiene cáncer. No sé que voy a hacer, me siento muy impotente.-sus ojos avellana se llenaron de gotitas y se fueron desbordando hasta llenar sus mejillas de agua. Me dolía verlo llorar, no era la primera vez, pero nunca sabía que hacer cuando una persona lloraba.

-Ella saldrá adelante, Joe, ya verás. - con ayuda de mis pulgares limpiaba sus lágrimas, depositando pequeños besos en su frente y ojos.- ¿Qué ha dicho tu papá?

-Esta destrozado, desde que se hicieron más unidos y resolvieron sus problemas le afecta mucho más todo lo que pase con mamá.

-Todo estará bien, Joe, los doctores del hospital que atendieron a mi tía son muy buenos.

-Quisiera que vinieras a ver a mi madre, por si pasa cualquier cosa, quiero que tú seas la que me acompañe.

-Es muy pronto, Joe, te estas anticipando a algo que todavía no sabemos si va ocurrir. Tu mamá es muy joven, le queda mucho por delante.

-No lo sé, pero no tengo mucha fe. Tengo un mal presentimiento.

-No pienses en eso, solo piensa que tu mamá saldrá adelante, ya verás.-No sabía que más decir, puesto que nunca había sucedido algo así en mi vida. Todo era tan complicado que solo lo tome de las manos y lo acerque a mi para abrazarlo.

El teléfono de la sala comenzó a sonar, lo que me hizo reaccionar. Aún tenía cosas por desempacar, y cosas de que hablar con Alinne.
Una bola gris con ojos bicolores me miraba desde la ventana hasta que se acercó y se restregó en mi. Supongo era otra de las mascotas de Alinne. Tenía gustos un poco extraños al escoger... Cualquier cosa.
Si no viviera ahí podría jurar que una vieja bruja había decorado la casa. Era como siempre estar en Halloween, pero era tan normal para ella vivir de esa forma que ya me había acostumbrado. En realidad era bonito, sin llegar a ser de mal gusto o parecer una casa de los sustos. Era una casita adornada al estilo rústico, con un toque de su personalidad.
Alinne entro a la casa con la última caja para dejarla apilada con unas cuantas más y me vio con unos ojos furiosos mientras cruzaba los brazos y movía el pie esperando una explicación, como si de mi propia madre se tratara.

-Y bien, ¿ya piensas explicarme?

¿Qué pasó con Joe?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora