Tres

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Mi adolescencia y el inicio de mi juventud siempre fue de cierta forma desastrosa, con un sube y baja de emociones. Por supuesto mi madre decía que era normal, pues los cambios físicos y químicos en mi cuerpo me hacían creer que todo el mundo se venía contra mi, y que todo lo malo me pasaba; decía que había gente con verdaderos problemas, que no tenían que comer, o donde dormir, o unos padres que les quisieran. Recuerdo un articulo de cierta revista que decía algo así como "ningún problema es más pequeño ni más grande que otro, depende con que lente lo mires; al final de cuentas sigue siendo un problema, y si no lo solucionas seguirá creciendo...". En un principio no le tomé mucha importancia, pero conforme fueron pasando los años me di cuenta de que, lo que decía aquel articulo tenia razón.

La primera vez que me deprimí fue por la separación de mis padres, teniendo apenas 6 años y medio, a pesar de que Joe me ayudó no me podían considerar una persona feliz. La Señorita Lucy fue la primera en hablar con mis padres, diciendo que necesitaba terapia con algún profesional, puesto que había dejado de lado los juegos para sentarme sola, ya no comía en los almuerzos escolares y no reía más, además de que me veía muy desorientada y demasiado desanimada. Esa fue la última vez que vi a la Señorita Lucy, pues mamá me saco del colegio al día siguiente y me anotó en otro. 

Conforme fui creciendo me escapaba de casa para ver a Joe, a veces nos veíamos en el parque hasta que oscurecía, y otras veces nos veíamos en su casa. Su mamá preparaba unos ricos sándwiches con queso y lechuga cuando se encontraba en casa, y claro estaba disponible. Por otro lado su papá casi nunca estaba, por lo regular o estaba ebrio, o estaba demasiado "cansado"; por ello mismo a Joe no le gustaba el alcohol, ni mucho menos que yo lo bebiera. El padre de Joe siempre olía a ron, o algún licor barato, incluso llegó a tomar los perfumes de su mujer; cada que Joe lo veía hacía gestos de desagrado y arrugaba su nariz.

La primera vez que vi ebrio a su padre fue en su casa, nosotros jugábamos en la sala mientras que su mamá preparaba algo para el almuerzo. Recuerdo perfectamente que los cabellos rubios y largos de su madre caían por su espalda, usando un liston en su pelo para atarlo y evitar que este se fuera a su cara. Llevaba puesto un vestido azul cielo y un delantal blanco, en el cual se asomaba una barriguita apenas visible; según Joe, estaban esperando a su hermanita, su padre no se lo había tomado tan bien, pero ella estaba más que feliz.

-Promete que no le vas a decir a nadie, Zoe.- sus ojos me miraron fijamente mientras estábamos en una casita improvisada con almohadas, unas cuantas cobijas y sabanas. 

-Lo prometo, además, no tengo a mucha gente para hablar.- Reí bajito y lo tomé de la mano para salir de nuestro "castillo". Nos hincamos junto a una pequeña mesa de centro y empecé a tomar todos los dibujos que había hecho, mientras que él tomaba los suyos.

-Mira éste- estiró la mano y me dio una hoja de papel doblada a la mitad mientras sonreía tímido mostrando una ventanita a la falta de su diente. Al desdoblar la hoja se asomaban dos personas, una más bajita que la otra, las dos tomadas de las manos y a su lado un pequeño perrito.

-Que bonito, Joe, ¿quiénes son?

-Somos nosotros, o bueno, lo seremos. Un día vamos a tener una casa muy grande, y un perrito, porque se que te gustan mucho. No sé como llamarlo, así que le pondremos Firulais por el momento; creo que lo he escuchado en alguna caricatura.

-¿Nosotros? Pero si somos aún muy chiquitos.

-No importa, algún día vamos a crecer, nos vamos a casar y a tener un hogar. Firulais también tendrá una casita para que no pase frío.

-Bueno, esta bien, solo porque lo de Firulais me convenció.- Sonreí ampliamente y corrí a darle un beso en sus mejillas coloradas. La puerta principal se azotó lo que hizo que reaccionara con un salto al igual que Joe, solo que él se puso de pie de inmediato, subió las escaleras y me llevó directamente a su habitación dejando lo que estábamos haciendo de lado. Su respiración había aumentado y las palmas de las manos le sudaban.

-¿Qué pasa? Aún no hemos comido, tu mamá nos está esperando para almorzar.

-Mi papá ha llegado, y no es buena señal si ha cerrado la puerta de esa forma.- Su cara mostraba aflicción mientras que yo no entendía a que se refería. 

De un momento a otro se escucharon gritos en la planta baja, algunas cosas rompiéndose. Su mamá suplicaba mientras que su padre le gritaba que Joe tenía la culpa; unos pasos acelerados empezaron a escucharse, era su padre subiendo por las escaleras. Joe me escondió debajo de la cama pidiéndome que no hiciera ruido; un portazo hizo brincar a Joe, de un momento a otro oí un golpe macizo y vi como Joe caía al piso con un labio sangrando. 

Su padre se puso encima de él y empezó al golpearle con más fuerza mientras que él ponía sus manos y brazos para protegerse. Lágrimas caían de su cara y de la mía, suplicando que se detuviera pude escuchar la voz de su madre. Vi sus zapatos acercándose a su marido para quitarlo de Joe; tiró de su cabello y de sus ropas para separarlo, pero era casi incapaz, apenas lo movía, hasta que su padre se paro del suelo y se dirigió hacia la madre de Joe con la respiración entrecortada y las ropas casi rotas. Para cuando abandonaron la habitación de Joe yo ya había salido de debajo de la cama dirigiéndome al cuerpo de Joe que yacía tirado, hecho bolita, sus ojos estaban hinchados y en sus brazos y costillas había moratones.

-No siento mi cuerpo, Zoe. No salgas, aún no es seguro.- Me dirigí a ver lo que sucedía en el corredor, asomando me cabeza lo suficiente para que saber que pasaba. Sus padres estaban forcejeando y escuchaba decir a su madre que nunca más tocaría a su hijo.

-Si vas a hacerle daño a alguien que sea a mi, a mi niño nadie lo toca.-Sus lágrimas brotaban más y más conforme hablaba.

-Tienes razón, es tú hijo, pero no mío, ni ese ni la que viene en camino.- diciendo esto la arrojó por las escaleras cayendo ambos, pues ella no lo había soltado. Joe como pudo vino a mi lado y jaló mi calceta para llamar mi atención y decir antes de desmayarse.

-Llama al Doctor, el número está en el directorio...- como pude bajé las escaleras evitando ambos cuerpos inmoviles y marqué el numero del Doctor que Joe me había dicho, me parecía vivía a cinco minutos de ahí, y según dijo llegaría rápido. Semanas después pude ver que Joe estaba mejor, pero su madre no, había perdido a su hija, y no podía tener más bebés. De su padre solo supe que estaba en rehabilitación en una clínica privada, por lo que no lo vimos por un tiempo.

En ese entonces supe que no era la única que se sentía triste, y aunque Joe se sentía de esa forma conmigo nunca lo expresaba, siempre me hacía sentir mejor, era lo que me mantenía a flote. Él tenía razón la primea vez que lo vi, al decir que era mejor que si dos personas ya no se querían se separarán. Ese día supe a que se refería.

Un canal de vídeos musicales me trajo a la realidad, prestando atención a lo que decía la canción. Alinne había salido a comprar algunas cosas mientras que yo me encontraba ya acomodada en la cama de mi habitación. Apenas acabó la última nota de la canción apagué la T.V y me dispuse a dormir.

¿Qué pasó con Joe?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora