1.- Noches amargas.

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26 de diciembre, 2001.

Estaba nevando afuera, una nieve ligera pero eso disminuía la temperatura en la habitación. El cuerpo de ella ya estaba frío por naturaleza, el de él realmente estaba frío porque estaba en un shock desde hace una día.

La puerta de la casa se abrió dejando a la vista la silueta de una mujer de cabello corto con un paraguas negro.
Era de noche, una amarga noche después de navidad. Probablemente la mayoría de las personas estarían recuperándose de las agotadoras fiestas y el alcohol en exceso.

Ryan se recuperaba de la muerte de novia.

—¿Ryan? ¿Qué haces en el suelo? —escuchó esa voz maternal—. Chico. ¿Qué hiciste ahora?

Mariana entró a la casa a toda prisa a revisar que le pasaba a su querido niño, no era su madre, pero lo quería mucho.

No reaccionaba, su mente estaba en otra parte, en partes abandonadas hace años como aquellos lugares recónditos en las casas donde hay telarañas, polvo y todo está muy descuidado. Demasiado silencio lo agobiaba, demasiado silencio no era sano para él.

—¿Por qué me llamaste a media noche del veinticuatro? Dijiste que era una emergencia. ¿Qué pasó? Di algo por favor. —estaba desesperada, él no reaccionaba. Estaba despierto, pero su consciencia no estaba ahí—. Vine en cuanto antes, pero era navidad y los niños me querían ahí. Sabes que James es muy exigente.

No respondió, no podía decir nada. Su garganta estaba seca, no había bebido ningún líquido desde que llegó a su casa en noche buena.

Pasó un rato, mientras Mariana prendía las luces de la entrada, el chico castaño señaló hacia el baño, tardó unos segundos en captar la atención de la mujer. Una vez que lo vio, le dejó un vaso de agua junto a él y fue a donde señalaba su dedo.

—¿Qué hay ahí cariño?

Fue lo último que dijo Mariana antes de que su garganta le ardiera ante el grito que ella misma había producido. Se paralizó ante tal hallazgo, una corriente eléctrica recorrió todo su cuerpo, las manos se le enfriaron de repente. Su querida Ly, estaba en el suelo del baño.

Sus muñecas estaba cortadas de manera vertical, desde la muñeca hasta su antebrazo. La sangre ya estaba algo seca, no era reciente. Todo el piso estaba manchado de ese líquido rojo que mantiene vivos a todos. Los dos antebrazos de Leylen Park estaban cortados, llevaba ropa puesta, una ropa seguramente nueva. Pero eso realmente importaba un comino. Tenía los ojos abiertos al igual que la boca, el mal olor estaba empezando a hacer presencia.

Las lágrimas empezaron a brotar de sus mejillas, le ardían como ácido en la piel, lágrimas que no creía derramar por ese motivo. Pensaba llorar en el día en que sus chicos se casaran como tanto le había hablado Ryan. Se agachó y se acercó a la cara de la pelirroja, le cerró los ojos y regresó a donde estaba un chico en shock.

Oh, Miss Believer, my pretty sleeper. Your twisted mind is like snow on the road —el castaño empezó a tararear una canción de la nada—. Your shaking shoulders prove that it's colder. Inside your head than the winter of dead.*¹

—Ryan. Sé que debes estar muy mal. Pero necesito que me digas; ¿Qué pasó? —la mujer trataba de recuperarse, no podía estar peor que alguien, porque no podría ayudarlo en nada. Estaba en crisis. Quería llevarlo a un hospital pero podía hasta que le dijera que había sucedido.

‡‡‡‡

—Es una canción hermosa mi amor—. Esa dulce voz resonaba en sus tímpanos.

Cordura en decadenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora