¡Te voy a matar! ¡Vas a sufrir maldito!
¿No te das cuenta? ¡En este justo momento te estoy matando! ¿No me crees? Con cada respiración que des, con cada parpadeo, cada movimiento.
¡No importa lo que hagas! Te estás pudriendo. Eres un maldito cuerpo hueco. No hay nada adentro, más que maldad, odio, muerte. Lo sabes.
¿Qué mierda te pasa? Eres una basura.
¡Estás loco! ¿No me crees pajarillo?Entonces si no éstas loco...
¿Por qué mierda me escuchas?
Pobre Ryan.
Despertó.
Despertó en una cama demasiado cómoda para ser de él, unas sabanas tan suaves que definitivamente no le pertenecían. Una vez con los ojos abiertos se sentó de un brinco y vio a su alrededor. Blanco, todo blanco. Las sabanas blancas, cama blanca. ¡No había muebles! ¿Dónde estaba? Las paredes blancas, acolchadas, solo estaba la cama. Ni si quiera sabía de donde provenía la luz. Se levantó y sus pies se hundieron en el suave suelo. Vio su ropa, era normal. Una playera y unos vaqueros. Fue lo único que le tranquilizó. Y después recordó porque había despertado, esa voz lo maltrataba mucho. Había dormido, no había descanzado. Era torturado en sueños. Necesitaba respuestas.
¡Una puerta! Justo atrás de él, se apresuró a intentar abrirla. ¡Estaba abierta! ¿Dónde estaba? ¿Un hospital? No, no, no podía ser cierto. ¿Cómo había llegado ahí? ¿Qué estaba haciendo antes de despertar en esa extraña habitación?
Salió del cuarto y no estaba en un hospital. Era una casa, era como si hubiera salido de su habitación. Todo estaba tranquilo, estaba en el segundo piso y justo frente a él había un barandal de madera, se acercó y pudo observar el piso de abajo. Se volvió, junto a su puerta había mas puertas de madera, color ocre. Su puerta tenía un cartel pegado muy elegante con su nombre. Las otras puertas también. Junto a él, de su lado derecho estaba escrito “Zara” y del otro lado “Jason” No sabía quienes eran y no quería averiguarlo, por ahora.
Bajó por las escaleras que estaba al final de las puertas, escaleras en forma de caracol en cada extremo. Tenían detalles hermosos. Esa casa era de ricos, tenía un ambiente clásico y un poco antiguo. Se dio cuenta de que no llevaba zapatos cuando estaba en lo que parecía el comedor.
Silencio, era lo que reinaba cuando apareció ella, la mujer que recordaba haber visto, esa mujer de cabellera negra al igual que las pupilas de sus ojos. El maquillaje en sus ojos hacía de su mirada más pesada pero atractiva. Buen cuerpo. Mayor. Ella era mayor y le recordaba a su querida... ¡MARIANA! ¡JODER! Como disparos a su cerebro llegaron los recuerdos; sangre, baño, música, Mariana, navidad, anillo, cortadas, regalos, navajas, amor, mujer extraña. Leylen.
Dolían, joder que si dolía cada recuerdo que le llegaba, ¿cómo iba a descansar así? Obviamente su mente no estaba tranquila. Había notado que a veces su mente guardaba cosas, guardaba recuerdos en un cofre viejo. Y la maldita, si la puta maldita consciencia o mente, subconsciente. Algo en él, parte de su mente no le daba la llave. ¿Por qué carajos no dejaba abrir ese cofre? Odiaba eso, odiaba muchas cosas de él. Odiaba su vida.
—Señor Parnel. ¿Recuerda por qué está aquí? —escuchó la voz de Ele. ¿Ele? No, así no se llamaba, pero no recordaba su nombre completo. ¿Helen? ¿Belen? ¿Ele de Elizabeth?
—Señor Parnel —ahora su voz era más cortante, no se iba a poner a discutir consigno mismo sobre como se llamaba esa mujer. Tenía cosas más importantes que resolver.
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Cordura en decadencia
Mystère / ThrillerMi amada se suicidó un día antes de navidad. Mi querida Ly, no sabía que le iba a pedir matrimonio. Ahora me ha dejado aquí, con el corazón destrozado, el anillo en mi abrigo y los recuerdos de nosotros dañados. Tengo MIEDO. No sé si mis recuerdos...