10.- Recuerdos honestos.

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Estoy frío, me estoy congelando ¿lo puedes oír? Hasta el cielo se burla de mis débiles alas, cortadas, quemadas. No puedo volar. Solo soy un inútil pajarillo muriéndose de hipotermia en las afueras de tu alma. ¿Recuerdas ese lugar? Sí querida, ese desolado lugar que descuidaste hace años. Hace frío y ahora no puedo entrar. No escucho los latidos de tu corazón, no puedo abrir las puertas para entrar de nuevo. ¿Es que me has escondido la llave para que no entre y me congele aquí afuera? ¿Por qué razón tu exquisita maldad me atrae tanto? ¿por qué a pesar de que recordarte me causa un agonizante sufrimiento me sigo enamorando cada vez más de ti? Llamalo como quieras, si soy masoquista, depravado, loco. Pero joder, está muy jodido caer en las trampas del amor odio esto, lo odio, lo odio, lo odio, lo odio, lo odio, lo odio. Y a la vez te amo, te amo, te amo, te amo, te amo. Pero ya no estás. Maldita muñeca... hueca.

El lapicero en su mano se detuvo, su vista se quedó viendo sin ver en realidad la libreta roja en la que había escrito aquellas palabras. Su mezcla de emociones en un solo escrito. Esas últimas palabras -muñeca hueca - le rondaban por la cabeza. Produciendo un dolor horrible en su lado izquierdo.

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La muñequita hueca iba camino a la cafetería de la escuela, junto a sus amigas basura, las rubias tontas que tenían un cuerpo espectacular, pero una mentalidad más estúpida que la de un burro. Claro que sin ofender al animal. El chico castaño observaba es grupo de cuatro chicas, las más "populares" de la escuela. Las miraba desde un arbusto cerca de donde iban pasando, su atención se centraba más en una sola chica, esa hermosa pelirroja que había estado siguiendo desde el segundo día que se cambió a esa escuela. Esa chica, Leylen, era una maldita zorra sin nada de valores ni cultura.

Por eso le había mandado cartas con juegos de palabras, seguramente no los entendería pero le darían miedo. Ya la había investigado y solo una vez ella le habia hablado, solo para burlarse descaradamente de él llamándolo ñoño que escribe poesía tonta. Que se jodiera esa zorra.

Pero el problema era que no podía dejar de seguirla cada atardecer a su casa. No podía dejar de despertarse temprano para ir a su casa y seguirla de camino a la escuela. Sabía que cada mañana compraba un capuccino doble, antes de llegar a la escuela. Coqueteaba un poco con el chico de café. Saliendo de la escuela iba de nuevo a ese café a comprar un sándwich de salami con mortadela y salsa de mango. Su favorito. Llegaba a su casa cuando empezaba a oscurecer, lavaba sus dientes, se quitaba el sostén y utilizaba su pijama favorita color salmón.

Y ahí estaba en otro día normal, viendo como platicaba con sus amigas tontas, observando desde un arbusto en forma de barda. Quería sacarla de su mente pero era casi imposible, el rojo-más bien color zanahoria- predominaba toda su mente. ¿Leylen? Rojo, zanahoria. Las zanahorias son naranjas, sí, pero era mucho mejor el rojo que el hipócrita del naranja.

Leylen y sus "amigas" ya habían entrado a la cafetería, era hora de cambiar de lugar. Una banca solitaria en la esquina dentro de la cafetería, pero donde tenía un angulo perfecto para ver como comía su ensalada porque decía que era vegetariana, pero no lo engañaba a él, amaba la carne y se quedaba hambrienta, por eso pasaba a comer después de la escuela.

Ryan dejó su mochila en la banca para apartar su lugar, mientras se levantaba para comprar algo de comer. No se percató de que Ly aun estaba comprando de comer, ya la había visto sentada pero a algo se había levantado de nuevo. él era más alto que ella, por mucho, ella era alta pero él la superaba. Cruzaron miradas mientras a él le entregaban sus galletas de chocolate. Se sintió como en el cielo, el paraíso, esos ojos color miel lo había mirado directamente a los suyos de una manera única y cautivadora que solo esa pelirroja podía ofrecer, Su amor platónico se dirigía hacia el. Y eso ya no era tan bueno porque siendo una muñeca hueca solo sería para burlarse.

-Hola Ryan -le habló de una hermosa manera sutil, como nunca-. ¿Recuerdas que tenemos un trabajo pendiente son la señorita Guzmán? Algo sobre leer un libro de un autor mexicano y escribir lo que entendimos.

-Hola señorita Park-respondió él-. Recuerdo ese trabajo por supuesto, muy sencillo. ¿A qué viene eso? No es en equipos ni nada, ¿qué es lo que quieres? ve al grano.

Ya sabía a dónde iba esa charla repentina.

-¿Podrias ayudarme con mi tarea? No he leído muchos libros y dudo que pueda leer un libro de seiscientas hojas en un día.

-NO-respondió fuertemente-. Ni creas que le haré la tarea a una hermosa chica que me llamó ñoño por escribir poesía. Y que todo lo que hace es joder a las personas, aprovechando su belleza para obtener lo que quiere. Usa tu maldita cabeza y lee ese libro, al menos te enseñará sobre muchas cosas que te faltan.

Se quedó boquiabierta, por suerte había suficiente escándalo a sus alrededores para que no se escuchara sus reclamos. Quedaron frente a frente, ella no podía creer lo que le había dicho ese tipejo ñoño. Le había negado una petición y la había ofendido. Podía reportarlo si queria... Después de todo, el consejero estudiantil era hombre y joven...

-Pero señorita Park no me haga esos inútiles pucheros-le habló Ryan mirándola fijamente a sus ojos color miel-. ¿Está pensando en reportarme verdad? No le recomiendo eso, ya que en ningún momento la he ofendido verbal ni físicamente. Si me reporta, entonces saldré victorioso porque eso me dirá que en realidad sí le importó lo que le dije y que se ofende con sus propias verdades. Una hermosa humillación que producirá usted sola. Piense las cosas bien mi querida doncella. Y otra cosa, le aviso que el consejero es gay, no vaya a gastar sus coqueteos con él, es más fácil que yo siendo hetero lo seduzca, que usted con sus brillitos baratos.

El castaño salió de ahí sin mirar atrás, con las galletas en sus manos, como pavorreal luciendo sus diversas plumas de colores. Había amado jugar con ella así, aprovecharse de tal manera de la situación. Iba dos pasos adelante. ¡Podía controlarla!

+++

Volvió.

¿Qué había sido todo ese recuerdo? Esta vez se había sentido más real que los anteriores, como si esta vez su mente no le hubiera ocultado detalles.

¡En sus recuerdos Leylen sonaba como una mujer horrible! ¿era cierto? Parecía bastante real, pero por alguna razón eso lo cautivaba demasiado. Del odio al amor hay un paso, pero él nunca la odió. Siempre le fascinó la pregunta aquí era si ella realmente lo habia amado tanto como él.

La seguía amando mucho, aunque ella ya no estuviera con él, aún sentía su presencia, olía su fragancia, podía sentir el roce de su pálida y tersa piel, aún saboreaba su labios, disfrutaba sus besos. Estaba totalmente destruido y no era justo, no era justo que lo más hermosos que le había pasado en su vida se hubiera ido no. Daría toda su vida por estar un dia mas con ella, fotografiarla, besarla, tocarla, contemplarla. La vida habia jugado sus cartas muy bien, lo habia hecho trizas. Lo unico que podia hacer ahora era retratarla en letras, disfrutar de sus recuerdos buenos y malos.

Nadie los conoció totalmente bien. Eran una hermosa pareja, se lo decía Mariana. Sabía que los demás notaban algo extraño en ellos.

Quizá ambos estaban locos.

Pero tenían una manera retorcida de amar.

Que solo ellos entendían.


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⏰ Última actualización: Jan 13, 2018 ⏰

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Cordura en decadenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora