Capítulo 2

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Me despierto gracias a la luz que entra por las ventanas. O sea, ¿las cortinas no están hechas para que no la deje pasar? No recuerdo como llegué a mi habitación (misma que se encuentra en el segundo piso), puesto que estaba en el sillón recostado... ah, cierto, fui a apagar la llama que calentaba al agua, y luego me vine acá.

Normalmente duermo en ropa interior, no siendo esta vez la excepción. Me levanto y dirigo mis pasos hacia el baño, donde ya enfrente del espejo, miro mi rostro. No les voy a decir lo de siempre: "Soy demasiado feo, tengo mi cara llena de acné", ¿Porqué? Porque soy mitad feo y mitad guapo. Mis ojos son de un color café, nunca he distinguido el tamaño de ellos, así que diré que son medianos; tengo una nariz un poco aguileña, pero no se nota demasiado; mi labio inferior es más carnoso que el superior; mi tono de piel es claro, y mi cabello es castaño oscuro, acercándose al negro. Soy delgado, pero no en exceso: lo suficiente como para que se me marque buen músculo. Por eso no voy a la alberca, porque podría enamorar a más chicas de las que debería tener (o porque no sé nadar).

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Después de vestirme con el uniforme escolar, bajo y veo a mi mamá, que agarra le da vuelta a algo en la cocina.

—Buenos días, Daniel—. Me dice, como si no tuviera nada que explicarme.

—Buenos días—. Le respondo.— Ayer llegaste un poco tarde, ¿Estuviste en un bar?— No sé ni para que le pregunto, porque ya sé la respuesta.

—Hay hijo, no deberías pensar así de tu madre...— Esa pausa, ese tono de voz, no me digas que...— No deberías...— Doy un suspiro, aquí vamos de nuevo. Solo observo como le caen un par de lágrimas, que chocan contra el suelo. Me le acerco y le doy un abrazo.

—Tranquila, siempre te pones depresiva—. Digo, tratando de que pare de llorar—. Cuando te sientas mal, tan solo recuerda al Dr. Geller—. Pongo una sonrisa quisquillosa, le acabo de provocar una sonrojada; el doctor ha tenido un par de citas (y no de salud) con ella, y es bastante guapo, para su edad. Me suelta y se limpia la mejilla.

—No hay nada seguro entre él y yo—. Dice, sonriendo—. Te amo, Dani, gracias a dios que...— Solo alcanzo a escuchar esa parte, antes de sentir que mi cuerpo se debilita y cae poco a poco al suelo. Nuestros azulejos son bastante lindos, pero no saben lo horrible que se aprecian cuando estás a punto de propinarte un buen golpe en ellos. Jamás pensé que un azulejo sería el responsable de mis pesadillas. Estoy a punto de romperme la cara, y mi madre seguro que no me alcanzará jamás, y digo esto porque parece que voy en cámara lenta, hasta que me doy de lleno.

¿Acaso me desmayé y estoy soñando? Já, seguro que acabo de morir y voy a reencarnar como un pug. Neh, es solamente un sueño, pero hay algo raro; alcanzo a ver dos números: 11000 y 3000, que, de alguna manera se me hacen bastante conocidos. O sea, un número te lo sabes, pero estos los había visto en algún lado... Otra imagen ronda libremente por mis pensamientos, ahhh, ya entiendo. Estoy viendo el ranking de jugadores, pero solo me puedo enfocar en uno, y ese es el primer lugar. Los números son sus estadísticas de las partidas, ¿Tanto he visto la tabla que mi subconsciente la pone en mi memoria? Imagino que si... Escucho una voz a lo lejos... «Daniel». Está bien, me estoy asustando demasiado. Lo repite varias veces... ¡Veo la luz!...

—¡Dani! ¡Despierta!— Observo a mi mamá encima mio, dándome golpecitos en la mejilla.— Oh, despertaste, que alivio, por un momento pensé que estabas en coma—. Será más dramática... Sigo en el suelo, y desconcertado por el sueño. Tengo claro que es lo que observé, pero no lo que escuché. Seguro que piensan que mi mamá decía mi nombre, ¿cierto?, y si, lo decía... Pero la voz que se oía era de un hombre.

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—¿Seguro que no es la anorexia?— Pregunta Noah, después de explicarle lo sucedido. Vamos de camino a la escuela, juntos, como siempre.

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