Capitulo 3- Destiny.

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Capitulo 3

 

 Estaba caminando por los pasillos de la cárcel-como había apodado al internado-ya estamos a domingo, y me sorprende decir que dormí placidamente. ¿La razón? Pues Rush no se presento en la alcoba, se habrá quedado en lo de alguna de sus mil amantes, ya que parece de un tipejo de esos que andan entre las piernas de toda tia en la faz de la tierra.

Todavía no conocía a nadie, por lo que miraba con ciertos nervios la zona…era bastante amplia y de una estructura antigua, si, pero también muy gris y descuidada, estos pasillos a la noche de seguro daban un miedo de muerte. Sonó una campana y revisé mi reloj de muñeca. 8:45. Hora del desayuno. Caminé con seguridad, siguiendo las instrucciones de los carteles que había en las puertas. Comedor. Me acerque a la puerta y sin pensarlo dos veces, la abrí y me adentre en ella.

Miles de estudiantes sentados en mesas de entre dos y doce personas hablaban animadamente las unas con las otras. Ahora si que estaba de nervios.

Camine hacia el buffet y tomé una bandeja, hice la fila, esperando mi turno. Cuando este llego, la cocinera me miro con exasperación mientras se acomodaba la rejilla de su cabeza. Vaya…eso debía picar. Era una mujer con mucho sobre peso y una mirada que decía Como niños cuando te volteas. No entendía por que me miraba tan impaciente. ¡Oh rayos! Caí en la cuenta… Debía decirle lo que quería comer. Aquí no te servían la comida del día y ya.

-Oh. Lo siento. Humm…-dudé mientras miraba con nervios la… ¿comida?…iba a vomitar aquí y ahora. Trate de respirar por la boca y no por la nariz, pero eso solo me daba la sensación de estar tragando ese horrible olor-pues…quiero…humm, una leche, y un poco de ese… ¿flan?-dije señalando la cosa viscosa que tenia forma de rosca-Y…em, ese… ¿Yogurt de…fresa?-esta vez señale el gran contenedor donde había un liquido algo espeso color rosado. Lo que le decía sonaban más como preguntas, pero la señora de la cocina asentía a medida que pedía y me servia un poco de cada cosa. Aun que no parecía escucharme realmente. Juraría que el “flan” se movió y el “yogurt de fresa” burbujeó…y apostaría todo mi dinero a que la leche estaba cortada-bueno, gracias-dije a la cocinera, quien solo me hizo un gesto impaciente con la mano, indicándome con el que me retirara, y se limito a atender a la siguiente persona en la fila.

 Me quede mirando el mar de estudiantes. Ya había pensado en esto…pero, era mas malo de lo que esperaba… ¿Dónde cojones me sentaría y con quien? No había una mesa donde no hubiera un mínimo de una persona… Inspeccione todo el lugar y unos ojos plateados me miraron. Le devolví la mirada con mis ojos. Una sonrisa burlona se planto en su rostro. Tenía ganas de arrancársela de un golpe. Le ignore y seguí inspeccionando. Una mesa me llamo la atención. Había una tia comiendo sola-si, realmente estaba comiendo de esa comida-, su cabello blanco tenía mechones color rosa eléctrico, y su flequillo era del mismo color que sus mechones. Llevaba una remera sin mangas negra, dejando a la vista sus hombros casi tan pálidos como su cabello teñido. Mas abajo llevaba unos shorts negros, dejando a la vista dos piernas cortas, tapadas con unas medias enteras de encaje negro. Y su calzado consistía en unas plataformas negras que volvían a cualquier persona del metro sesenta-como esta falsa peliblanca-de casi metro setenta y cinco. No se como no se había roto el cuello con eso hasta ahora. Sin pensármelo dos veces, camine con ella con una confianza tan habitual en mí.

Me senté a su lado, dejando la bandeja sobre la mesa, y le sonreí. Era realmente muy hermosa. Sus ojos celestes cristalinos hicieron contacto con los míos esmeralda. Los de ella resaltaban mucho ya que estaban cubiertos de rimel, y alrededor de ellos había una gruesa línea de delineador, la de arriba mas gruesa que la de abajo. Se mostraba… ¿Sorprendida? Algo que noté, es que si esta tia se sonrojaba, nadie lo notaria, dado el echo de que llevaba quilos de rubor rosa en las mejillas. A su estilo, es hermosa. Y tenía por seguro que al natural lo seria aun más. Rápidamente la calidez de sus ojos se esfumó, dejando a la vista una mirada tan gélida que podía espantar hasta a La Sra. Jensen. Pero no a mí, había crecido con una mujer que de solo proponérselo podía congelarte con su mirada. Una chiquilla de metro sesenta no lo conseguiría ni de coña.

Mi pedacito de felicidad. (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora