Capitulo 7

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Paulina

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Paulina

Lo tenía frente a ella y no se convencía, no podía creer que después de seis meses siguiera sintiendo lo mismo cuando lo veía, ese cosquilleo que le bajaba desde la cabeza a sus pies. Se veía tan hermoso con esa polera blanca y sus jeans oscuros, entonces recordó que no era ni tierno ni nada parecido, además de todo lo que había sufrido por él, esa decepción que todavía la hacía tener inseguridades, trató de olvidar todo lo que había pasado después si no comenzaría a llorar, se sentía tan débil, que lo único que atinó fue a besarle la mejilla y saludarlo.

-      ¿Qué tal te ha ido?- vio en su mirada esa sorpresa al sentir sus labios en la mejilla, y lo miró fijamente. Descubrió de pronto algo que nunca había querido reconocer, estaba enamorada de ese hombre.

-      Muy bien, y ¿a ti, qué tal todo?- dijo cortés Fernando, mientras que su voz provocó en ella sensaciones que tenía olvidadas, como si hubiese esperando hace mucho esas palabras.

-      Bien... aunque un poco agotada.- vio en sus ojos un temor, algo que la alertó de que saldría nuevamente ese hombre que odiaba y la había hecho sufrir.

-      Debó irme, con permiso...- y se fue al living donde estaba su hermana y Lucas con su hijo en brazos. Sabía que era ella la que provocada eso en él, un rechazo tan grande que ni siquiera podía compartir con ellos.

-      ¿A dónde crees que vas tú?- dijo de pronto Lucas viendo que su hermano comenzaba a recoger sus cosas.- hace muchos meses no nos reunimos con ustedes y Vicente. Y ahora que estamos aquí te vas, dijiste que no tenías nada que hacer hoy. Porque no te quedas a almorzar con nosotros. Y pruebas la comida que prepara mi cuñada preferida, te mueres con las cosas que me deleita.- Eso le produjo mucha risa a Paulina que no aguantó y miraba a ambos hermanos divertida.

-      Lo dices porque soy tu única cuñada y mi hermana te ha tenido a dieta estas semanas comiendo galletas sodas, por esa panza que tienes...- Lucas hizo un gesto de ofendido, pero no estaba nada de gordo, ambos hermanos eran tan altos y similares que podían ser mellizos, pero entonces miró esos ojos azules que la cautivaban y se dio cuenta que tenían varias diferencias. Su cuñado tenía un rostro optimista y risueño que el otro, que no hacía más que fruncir el ceño. Dejó de lado la inspección cuando su hermana la tomó del brazo para llevarla a la cocina y percatarse que Fernando volvía a dejar las cosas donde las tenía, y se volvía a su hermano que cargada a su sobrino en brazos, y lo hacía reír. Cuando llegó a la cocina su hermana la miraba con una cara extraña, y no sabía que podía ser, empezaron a cocinar cuando el dolor en su cabeza fue muy fuerte, desde que había salido del hospital sentía el malestar, pero ahora era mucho mas fuerte, que la dejaba sin aliento. Se sentó para simular su dolor y picar las verduras. Vio que arriba del refrigerador tenía las pastillas que le podían calmar, y se levantó para alcanzarlas, pero de pronto sintió que comenzaba a caer a un precipicio y todo a su alrededor daba vueltas, quiso alcanzar a su hermana pero no tenía fuerzas ni para decir su nombre, y luego todo quedó oscuro...

"Aquí comienza la razón del título de la novela... ¡sin asustarse!"

Una Última Oportunidad (COMPLETA)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora