3:04 a.m.
Mi insomnio grita y yo obedezco.
La vida me impulsa a saltar y yo salto sin pensarlo.
La noche me colapsa y trata de asustarme, me asusta en ocasiones pero siempre me ha gustado el peligro.
La muerte y la vida terminan fusionándose en una casa deshabitada llamada paraíso.
Y yo sigo pensando en cuanto tiempo falta para que despertemos al mundo con un grito desesperado que se transforme en esperanza.
La noche
Las horas
El tic tac saboteando mi pelea contra lo perecedero, la disputa ha muerto y otra idea nació.
Insomnios que me hacen el amor pero el amor grita cuando está dejándose vencer, cayendo en el placer sigiloso de acabar los anhelos.
La noche grita y yo he dejado de oír, me enamoré del silencio y la palabra acude volando en mi mente, escogiéndome de nuevo, con voces que me dictan que no pare de transcribir. ¡No te detengas simple mortal!
El tiempo se va
Los humanos se pierden
La sabiduría quiere hablar
Tú no eres nadie, y matamos tu ego.
Y yo sigo transcribiendo: ¡No te desconcentres de la tarea!
La voces siguen, la cobija arropa, y todo esta oscuro y ya no lloro por ella.
Porque nadie me cree que la palabra me alcanzó, cuando mi madre en brazos moría, pasando a protagonizar miles de insomnios, pero éste no.
