Bestia 2

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Voy a contaros una historia, todo empieza con un chico con miedo a saltar, que solo había tomado malas decisiones en su vida.

Todo comenzó el día que el chico llegó al instituto, su error siempre fue el mismo, confiar en las personas, siempre le daba más de una oportunidad a la gente, por mucho que le defraudaran, para que nos vamos a engañar, era un poco idiota y bastante fácil de engañar, por eso siempre terminaba en el suelo, porque no sabía saltar como el resto.

Al principio, que no supiera saltar, solo lo hacía alguien peculiar, nada de lo que preocuparse, era el chico nuevo, estaba claro que le iba a costar adaptarse a ese entorno, llamémoslo hábitat para ser más exactos. La realidad es que no estaba en un instituto, estaba en un teatro, había muchos actores, todos sabían mentir muy bien y todos sabían de que trataba la película, todos menos él.

Eso de saltar le estaba costando más de lo normal, era una pesada carga que llevaba sobre sus hombros, que hacía que caminara cabizbajo, como si la vida que alguien le había dado no fuera un regalo, porque más bien le recordaba a un mal sueño producto de su imaginación, que tal vez y solo tal vez, estaba siendo una pesadilla de la que despertaría.

El chico perdió su mochila, en la que llevaba a sus únicos compañeros, los libros, esos amigos invisibles a los que te aferras cuando sientes que la soledad te abraza y te va envolviendo. Lo peor de la soledad no es saber que esas personas que creías que te ayudarían a saltar, no han hecho ni el mínimo intento de ayudarte, lo que de verdad hacía que la piel doliese, era que le estaban ayudando a hundirse en lo más profundo de su ser, donde el chico encontraba bestias que lo devoraban por dentro.

Esas bestias le llamaban, le visitaban por las noches y no le dejaban dormir, querían jugar con él, daba igual si estaba ocupado o si pensaba en otra cosa, siempre le encontraban, las bestias son egoístas, y sus manos son grandes y saben cómo dañar en la oscuridad.

Lo más triste de todo es que es como una enfermedad incurable, cuando uno de estos monstruos te agarra y te hiere, la sangre no cicatriza y tu piel se siente atravesada por mil espadas diferentes, haciendo que cada paso que das cueste cada día un poco más.

Además, al no tener cura posible, la enfermedad es como un veneno, que había infectado al chico y que estaba alterando su comportamiento.

En ocasiones se preguntaba ¿aprenderé algún día a saltar? La respuesta es sencilla, no aprendió, pasaron los años y cada vez que intentaba elevarse, la historia acababa siempre con el mismo final, una caída estruendosa.

Llegó a querer rendirse de verdad, abrazar a la penumbra que se esconde en las sombras y dejarse llevar despeñándose por un vacío asolador, pero por suerte una luz, le ayudó a levantarse, una luz que siempre estaba ahí.

Hoy ya no vive intentando saltar, sino que aprendió a como caer sin hacerse daño, las palabras ya no le afectan y ha reforzado su alma con cariño, y todo gracias a que tuvo la mano de una chica, que antes era invisible, y de la que nunca se había percatado. El nombre de esta misteriosa identidad es "esperanza", las bestias siempre están tratando de silenciarlas y la vida crea nuevas piedras para ellas que poder tirarnos, pero si tienes esa luz que resplandece y te acompaña, que te levanta cuando desfalleces y quieres dejarte caer, la que te impulsa a las alas del cariño y regocijo ciego, que antes no podías ver.

Todos los días a muchos chicos les sucede algo parecido, porque muchos no saben saltar, o no lo hacen lo suficientemente alto, no tienen esa capacidad, pero pueden aprender a combatir a las egoístas bestias con una evaginación de la mente a la que conocemos como "la dura realidad", que a veces puede hundirte más de lo que ya estabas, pero al final acabas reflotando tu alma y dejando ver a la luz de las estrellas que desvarían preocupadas, y que solo se saben tu nombre, nuevos rayos de sol que tapan antiguos agujeros de bestia, la cual araña, destroza y se lleva por delante a todo aquel que no sabe saltar, o que cree que no puede hacerlo porque no tiene unas determinadas cualidades o requisitos para ser capaz de hacerlo.

Solo os pido una cosa, si alguna vez veis a un chico que no sabe saltar, juntad vuestras dos manos e impulsarlo lo más alto y lo más lejos que pueda llegar, porque a veces las bestias te miran a los ojos sin miedo.

¿Qué cómo le ayudamos a saltar? Es sencillo, coloca un par de sus pies con uno tuyo y a bailar. 

La princesa de las rosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora