Tocar aquel cuerpo era su delirio, su deleite, su obsesión más grande. No se cansaba de tenerlo de esa forma, besar cada porción de aquella piel, saborear cada trozo y cada suspiro de aquellos labios. Cada centímetro marcado era su más grande premio en el acto carnal. Lo mordía en el cuello cada vez, para dejarle marcas, que todos entendieran que esa persona tenía un dueño. Era su pequeño y adorable amante, esposo, amigo, compañero, alma gemela, era de todo y adoraba aquello
—te amo Tsuna – su voz profunda se incrustaba en el alma del castaño que con rodillas y manos posadas en las sábanas de la cama aguantaba los embates potentes de aquel azabache – te amo tanto
—Hi-Hibari... san – susurraba jadeante – ah... ah... ya no – sus lágrimas se derramaron con constancia, sus orbes chocolate abiertos de par en par cuando la embestida tocaba ese punto en su interior que lo hacía gritar – ¡KYOYA! – se arqueaba mientras la saliva escapaba de sus labios
—siempre tan estrecho – gruñía mientras clavaba sus dedos en las caderas del más pequeño, marcas que durarían días y que en la mañana besaría con ternura para compensar el salvajismo debido al placer – Tsuna... MI Tsuna
—Kyoya... ya no... aguanto – hablaba con desesperación, sus brazos no soportaban la presión. Pero antes de que su rostro tocara el colchón el brazo fuerte del azabache lo sostuvo del vientre y lo levantó – me... me... ahh... mgh
Un beso posesivo acallaba aquellas palabras, girando el rostro lloroso de su castaño aprisionaba esos labios tan carnosos y dulces. Enredaba sus lenguas, sus almas, sus cabellos, el sudor que sus cuerpos abrillantaba. No dejaba de embestir pues le gustaba llevarlo a la cúspide estimulando la próstata ajena. Sintió como el menor se derramaba con fuerza, apretando las paredes de sus entrañas, aprisionándolo tan deliciosamente que soltó un gruñido. Esa caliente cavidad que lo acogía era su infierno o su paraíso, todo lo que un acto pecaminoso, carnal, lujurioso podía ofrecerle
Pero no todo era pasión desenfrenada, Kyoya amaba tomar el cuerpo del castaño pero eso solo era como el acto final de su amor. Estaba también el cariño sencillo, caricias, gestos, besos, palabras, abrazos, sonrisas, susurros, día a día. Hibari veía esa radiante aura que emitía su amante, su esposo. Cada mañana despertaba observando como esa piel bronceada se iluminaba con los rayos del sol. Era hermoso. Besaba los labios rojos e inflamados por la pasión demostrada en la noche. Lo veía abrir aquellos ojos grandes, moviendo las pestañas espesas, le sonreía antes de besarlo con calma deseándole buenos días. Era perfecto porque se amaban
La sonrisa que el castaño le brindaba era el mejor inicio del día. Era temprano y se quedaban recostados, abrazados un rato antes de aquel leve llanto los sacara de su burbuja matrimonial. Kyoya lo veía desaparecer de la habitación usando solo un camisón largo que le llegaba a la mitad de los muslos, deseable en todo sentido. Él se aseaba con calma, afeitaba, duchaba, peinaba, se enredaba en una toalla y salía a sabiendas que su castaño amor estaba fuera terminando de arreglar todo. Lo abrazaba por la espalda sintiéndolo tensarse, nunca perdió la vergüenza por esos actos simples. Le besaba el cuello y le daba vuelta, sintiendo como esos brazos le rodeaban el cuello, pidiendo un beso casto. Sonreía al ver ese sonrojo en las mejillas de Tsuna
—¿te duele algo? – preguntaba acariciándole las caderas y las piernas
—estoy bien – susurraba y Kyoya sentía esos dedos enredarse en sus cabellos
—iré a arreglar unos asuntos
—de nuevo... una misión
—debo mantenerte seguro – besó una vez más esos labios dulces y deslizó sus dedos por las mejillas de Tsuna
Tsunayoshi le ayudaba a acomodarse el traje, lo besaba de vez en vez atando el nudo de la corbata. Kyoya le susurraba que volvería pronto, que lo amaba y que amaba su vida juntos, al igual que a la pequeña bebita que mostraba su incondicional unión. Tsuna sonreía para después irse a preparar el desayuno, no se vestía porque sabía que a su azabache esposo le gustaba eso, verlo semidesnudo. Hibari se encaminaba a la habitación de su pequeña hija, piel clara, blanquita, cabellos azabaches pero esos ojos curiosos de color chocolate. Una mezcla perfecta entre ambos progenitores, le acariciaba las mejillas y la entretenía. Le cambiaba el pañal, limpiaba esa carita y besaba esa frente, acogía las manitas chiquitas entre sus dedos. La vestía con un atuendo en color rosado, incluso una gorrita porque le gustaba verla siempre presentable.
—yo la sostengo mientras desayunas – Tsuna sonreía pues tenía la mesa lista, todo servido
—Mai es tan bella como tú – halagaba con su expresión serena pero la voz cálida
—no digas eso – sonreía con sutileza mientras besaba las mejillas de su hijita y la acunaba en brazos. La pequeña azabache de casi un año era la luz de su vida
—delicioso – halagaba mientras probaba bocado admirando como sus dos luces iluminaban su hogar
Al irse a la misión respectiva, al viaje largo, Tsuna lo despedía en la puerta, cargando a Mai que mordía algún juguete de color. Se besaban con cariño, eran un matrimonio estable a pesar de que también tenía la relación de capo y guardián. Vivían en una casa de dos pisos, simple y acogedora para ambos, a gusto total del castaño, alejados de sus tareas obligatorias. Llevó a Tsuna allí para proteger a ese dulce corazón, él realizaba cada tarea asignada, dejaba al castaño en casa con los asuntos menores y con su hija. Lo amaba más de lo que alguien podía imaginar, porque era su cielo, el que los sacó de soledad, el que le permitió a una nube rodar libre pero lo acompañaba siempre. Eran felices juntos. Valió la pena superar la negativa de Reborn, Nana, Iemitsu, el noveno, los guardianes, de todos los que estuvieron en contra de su relación. A algunos tuvo que morderlos hasta la muerte con tal de tener a su cielo junto a él. Se amaban eso era lo que importaba
Continuará...
Notas finales:
7u7 empiezo con rikura.... ok no. Jajajaja, fue algo leve
De nuevo publico una historia corta. Veremos como reaccionan ante esta locura
PD: Noten cada detalle narrado
Besos~
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Mi adorable obsesión
FanfictionPorque es mi cielo, porque es a quien amo. Lo protegeré de todo a pesar de que él no quiera. Todo quien se oponga... será mordido hasta la muerte 1827