Capítulo 3

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Un avión lo suficientemente rápido y pequeño para la ocasión estaba en la pista, piloto, ayudante, todo estaba bien puesto y solo faltaba que el castaño subiera. Lambo está allí y sus demás guardianes están repartidos por los diferentes sectores combatiendo. Pero no fue fácil, no cuando tuvieron que acabar con la vida de los que se oponían a dejar libre al cielo. Tsuna estaba a punto de llegar, solo unos pasos cuando una risa conocida lo detuvo, el enemigo de cabellos largos interceptó al grupo de escape. Fue detenido por Mukuro, pero llegaban más, muchos más y el jefe de todo... los alcanzó. Tsunayoshi no podía estar más asustado, conocía la furia de aquel hombre. No quería que su familia saliese herida

El azabache líder enemigo toma posición y Hayato empieza a pelear con él. Tsuna tiembla como gelatina a pesar de que Reborn le dice que todo estará bien y lo mira a los ojos con esa confianza característica de siempre. Reborn deja a Mai con Lambo, quien grita que suban para salir de ahí. El azabache de risos y ojos verdes, toma a la bebé y jura protegerla con su vida, son fuertes, todos son fuertes ahora y el protector es Lambo. Hibari llegó y desataba su furia, era lo único que todos sabían

Reborn empujó a Tsuna cuando la situación se puso seria y peligrosa. El castaño apenas logra entrar, pero se detiene y deja a Lambo dentro de la aeronave con Mai en brazos. No los va a arriesgar porque aún les falta vivir. Tsuna se queda en la base de las escaleras de ingreso al avión. Sus llamas, su anillo, sus guantes, sus píldoras, todo le fue arrebatado con un experimento que en realidad funcionó. Lambo quiere salir y pelear, pero ve a la bebita, que por el brusco movimiento empieza a gimotear, y se detiene. Debe priorizar a la heredera del cielo. Tsuna llorando empieza a temblar por la mirada de Hibari, una que destella fiereza y promesa de muerte y destrucción. Tsuna odia esa mirada, se odia a sí mismo por forjar esa mirada





—nunca más te llevarás al décimo – gruñe la tormenta quien ya tiene un par de sangrantes heridas

—cometí un error contigo, Hibari – habla Reborn que no tiene su sombrero y Leon ya está listo para el disparo que sigue. Otra arma negra está en la mano izquierda del hitman – no pensé que llegaríamos a este punto

—devuélveme a mi herbívoro... o kamikorosu – gruñó mientras dejaba que sus llamas envolvieran sus tonfas

—¡ya basta con tu obsesión! Te has llevado al décimo capo en contra de su voluntad – hablaba Yamamoto con su katana afilada en sus manos. Posición de ataque, mirada asesina.





Tsuna solo lloraba con temor, no puede hacer nada más que confiar en sus guardianes... confiaba en que alejaran a Hibari de él, porque ya no soportaba más estar en manos de su nube... ya no soportaba estar encerrado con quien lo ataba como a una mascota. Tenía miedo, lo tuvo siempre, lo tuvo desde aquel día en donde Hibari le declaró sus intenciones. Un amor obsesivo que no supo parar. Tsuna no amaba a su nube y su nube nunca aceptó un NO por respuesta. Aun recordaba el horror de su secuestro años atrás. Tsuna tenía miedo cada noche, porque Hibari lo tocaba a pesar de que le rogaba que parase. Le robó la virginidad guardada para quien en verdad amaba. Le robó esos años de sonrisas, de alegría, le robó la dicha de procrear un hijo con el amor de su vida. Hibari le robó todo eso y más. Hibari solo estaba obsesionado con el cielo y las atrocidades debido a eso jamás terminaron... nadie pudo salvar al cielo. Pero eso se acabaría





—él me ama y yo a él – dictaminó Hibari mirando a Tsuna que asustado se agarró de la baranda cercana y cayó al suelo sentado. Era el pánico y la impotencia que no le permitía siquiera decir algo – TSUNAYOSHI ES MÍO

—violarlo, llevártelo, golpearlo hasta que te obedeciera – Reborn reía con burla, escondiendo la indignación de aquellos hechos – eso no es amor, Hibari Kyoya – Reborn se culpaba por todo eso, porque no supo cómo su dame-alumno acabó así. Solo sucedió un día cualquiera

Mi adorable obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora