Parte 2

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A la mañana siguiente, cuando salió a la calle para dar su paseo diario, intentó fijarse en todas y cada una de las mujeres que pasaban. Sin embargo, no se enamoró de ninguna. Cuando se dio cuenta de que el sol estaba ya en su punto más alto y que debía volver a casa, vio a un hombre que le llamó mucho la atención.

Era alto y esbelto y su melena negra le caía por los hombros. Sus ojos marrones estaban fijos en un árbol. Sonreía y sus labios finos estaban curvados de una forma casi perfecta.

Y el poeta, se enamoró de él. Se quedó, embobado, observando al hombre, quien seguía mirando al árbol. Poco después, el hombre se giró, apartó los ojos de la planta y se echó a andar. El poeta se alarmó. ¿A dónde iba el hombre? Decidió, pues, seguirlo. Anduvieron mucho rato por las calles, que eran estrechas y estaban llenas de gente. Hubo un momento en el que el poeta estuvo a punto de gritar de frustración, pues, debido al gentío, había perdido de vista al hombre y temía no volver a encontrarlo.

Por fin, llegaron a, lo que debía ser, su casa. Era una casa grande, de dos pisos, y muy bonita. El hombre entró y el poeta no le pudo seguir. Empezó a sentirse mareado; ¡no podía perderlo de vista! Alzó la vista y vio una ventana abierta. Necesitaba llegar hasta ella y entrar en la casa. Y así lo hizo.

Sin ser visto espió a aquel hombre durante todo el día. Y cuando el sol ya había desaparecido del cielo, el poeta se fue a su casa, con la esperanza de volver a ver al hombre al día siguiente.

Continuará...

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