El demonio viste de Belstaff

165 14 2
                                    

El profesor, que claramente lleva peluquín, me conduce por todos los pasillos de este detestable internado antes de llegar a lo que parece ser la puerta del director.

Me deja sentada en una silla que hay fuera y entra para avisar de mi llegada.

Me cruzo de piernas y me yergo en la silla esperando a que me hagan entrar para darme el sermón de media hora que se saben todos los directores.

Entonces, por el rabillo del ojo, me fijo en un chico que está apoyado en la pared de enfrente. Está a punto de abrir la boca, con una pequeña sonrisa de autosuficiencia ,pero le corto.

-Como lo menciones, te meto.- digo recordando que todavía estoy cubierta de espaguetis.

-Supongo que eres nueva.- sigue hablando, ignorando lo que he dicho- Creo que has marcado un récord.

-Como no me dejes en paz tú sí que vas a marcar u-

-Señorita di Angelo, acompáñeme, y usted, Jackson, intente no destrozar nada mientras no estoy.- Interrumpe el mismo profesor del peluquín que me ha traído aquí.

-¡Oh venga, Tony, tengo una fiesta clandestina a la que ir a las ocho y tú quieres que esté aquí dos horas esperando a que a Miss Pasta a la boloñesa terminen de darle su sermón!- Aprieto los puños y doy un paso hacia él- ¿No puedes hacer que me griten y me recuerden mi horrible conducta de una vez? Tengo un poco de prisa.-

-¿Pero tú que-

-Señorita di Angelo, lleva aquí aproximadamente dos horas y ya está en dirección, creame que juntarse con Jackson no será la mejor idea.

-No creo que ÉL juntandose conmigo sea la mejor idea, seguramente le patearé las pelotas cada vez que abra la boca.- Le respondo cortante al profesor.

El gilipollas aspira por la nariz, sonríe y dice:

-Si, definitivamente el amor está en el aire.

Cuando mi puño está a escasos centímetros de su cara el profesor me empuja dentro de la oficina roñosa del director.

-Sientese, señorita...- Un hombre que está sentado detrás de una mesa de caoba mira un momento una carpera y sigue diciendo- Di Angelo.

Giro la silla para que mire en mi dirección y me siento de una manera de en que la silla está de espaldas al "director". Este frunze el ceño pero no dice nada y sigue con su cara de bulldog cabreado.

-Y puede explicarme.- dice, escupiendo al pronunciar la x - la razón por la que el profesor Daniels la ha traído aquí?

Ignorando su estúpida questión le respondo:

-¿Daniels, como Jack Daniels?

El director aprieta los puños y suelta un disimulado (nada disimulado) suspiro.

-Puede responder a mi pregunta señorita di Angelo?

-¿Señorita?¿Quién se cree que soy, la reina?

-Danger...

¡Por dios! ¡Este cuarentón se cree Liz o algo así! De todas maneras mejor contestarle que quedarme aqui mucho tiempo.

-Pues verá, una de sus pequeñas muñecas hinchables ha visto oportuno rociarme de espaguettis así que yo he visto oportuno tirarle una de sus asquerosas comidas encima.- concluyo.

Se queda cayado y parece que no sabe que decir, así que añado.

-Te cagas en las bragas.

Oigo una enorme risotada que viene de fuera y atraves del cristal de la puerta veo al imbécil de antes descojonarse en el pasillo.

Uf, como todo el mundo en este jodido internado sea igual no voy a durar mucho.

-¡Señor Jackson!- grita el director una octava más alta de lo normal.

Resoplo ,cruzo mi pierna derecha por encima de la izquierda y cojo un lápiz de la mesa con el que empiezo a limpiarme las uñas.

El director... Harper según su pequeña placa de la mesa, tiene pinta de estar hartándose de mi (ya era hora) y decide que como es mi primer día y no conocía las reglas blah blah blah me dejara irme sana y salva a dormir para estar lista para mi primer día de clases (jodidamente genial).

Salgo de la oficina después de una hora de tortura infernal y escupitajos para acabar chocando me con alguien en la puerta.

-¿Pero tú quien cojones-

-Encantado de volver a verte.- Me interrumpe el chico que estaba antes esperando.

Le observo fijándome mejor en los detalles que antes no me ha permitido ver su estupidez. Su pelo es negro y eso me molesta ,me gustaría tener el más mínimo de cosas en común con quien quiera que sea este individuo y lo peor de todo es su jodida sonrisa. Una sonrisa que te indica alejarte todo lo posible, una sonrisa que significa problemas. ¿Que cómo lo sé? Por qué es la que veo por las mañanas en el espejo.

Al darme cuenta de que tiene la mano apoyada en mi brazo derecho me sacudo y exclamo:

-Con lo que me gustaba esta chaqueta, ahora tendré que quemarla.

El chico hace una mueca pero no me responde. Es más alto que yo, así que tengo que levantar un poco la cabeza para mirarle a los ojos, y eso me irrita mucho.

Por un momento considero la posibilidad de que sea mi cómplice de fechorías aquí.

¿Aliado o enemigo?

Recuerdo su comentario sobre los espaguetis de antes.

Enemigo, definitivamente enemigo.

- Yo soy Marshall.- se presenta mientras extiende la mano con una sonrisa de gato de Chesire

- Yo soy alguien que olvidará tu nombre en cuanto suba por el ascensor y que no se arrepentirá de ello.- le contesto yo dándole la mano y devolviéndole la sonrisa.- Ahora, te importe o no, me gustaría alejarme lo más posible de ti.- Añado todavía sonriendo.

-También es un placer conocerte, Danger di Angelo. - le oigo decir mientras pulso el botón del ascensor que me llevará a mi piso.

DangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora