Capítulo 19

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—¿Cómo dices? —Su voz fue suave y bastante pasiva como para preocupar a Beaufort y a Ross, dado que cualquiera que lo mirara a los ojos saldría despavorido de aquel salón.

—Estaban con lady Winchester, tomando un poco de helado.

Por razones muy obvias eso no lo ayudó a tranquilizar la ira que burbujeaba en su interior.

—Es todo por hoy, ¿verdad?

—Si prometes pensar con la cabeza fría, sí —contestó Beaufort cautamente.

Windsor esbozó una sonrisa retorcida. Él jamás hacía una promesa. Era pésimo cumpliéndolas.

Salió de la oficina seguido de Ross, quien con sutileza decidió acompañarlo para ver a su hermana —o tal vez cuidar que él no le hiciera nada—. Nunca lastimaría a Lisa, no si ella le era fiel, pues imaginarla con otro hacía que quisiera matarla con sus propias manos.

—¿Por qué te molesta que se vea con Hamilton? —le preguntó a medida que el carruaje llegaba a su destino.

—No me molesta —farfulló, y Ross asintió con ese peculiar gesto que dictaba que pronto manipularía la situación.

—Claro. No tendría que, a decir verdad, pues todos sabemos que engañaste de alguna u otra forma a mi hermana para que te aceptara. Nunca pasas tiempo con ella, dado que la veo siempre en casa, y a ti en el club, así que está claro que no te interesa. Un amante podría ser algo fácil de...

—No. —Su esposa no tendría ni un solo amante—. Y por el bien de tu hermana espero que Hamilton no sea lo que muchos denominan «amante».

—Ella quería casarse con él, y él con ella, arruinaste la felicidad de ambos.

Él también deseaba casarse con Lisa. Y fue lo suficientemente sabio para conseguirlo.

—Hamilton encontrará a otra mujer. Es atractivo, no necesita hacer mucho.

—¿Por qué no elegiste a la hija de los barones? Es perfecta para cualquiera.

—Bueno, entonces ya tienes donde apuntar si deseas casarte.

El conde arrugó el entrecejo.

—Me casé con tu hermana porque es la mejor desde mi perspectiva, y eso tú lo sabes.

Lisa tenía que demostrarle que no tenía un amante, porque si no... Empezaría a lamentar su errada selección, y confiar en ella sería una tarea imposible de cumplir, los condenaría a ambos a un matrimonio desdichado.

—Mi hermana siempre será la mejor.

Ross amaba a sus hermanas, era capaz de protegerlas a cuerpo y alma; pero, lastimosamente, ambas sufrían de una característica física que a muchos podría resultarle desagradable; y era el color de su piel.

A Windsor siempre le gustó ese atrevido tono, recordaba perfectamente cuando lo vio, lo hechizó completamente y no pudo evitar imaginarse a la pequeña hermana de su amigo desnuda y en su lecho. Era un sutil dorado que bajo el sol cegaba a cualquier simple mortal. No obstante, no todos eran como él, era un rasgo poco común que se encontraba en las damas inglesas; y es que todo se debía a que la marquesa era de origen italiano.

—Entonces comprenderás que si alguien intenta quitármela, no lo tomaré muy bien, ¿verdad?

—No existe nada entre ellos, Windsor, Lisa no es ese tipo de mujer.

Eso era algo que deseaba creer fervientemente.

Llegaron a su casa y ambos subieron la escalinata casi al mismo paso, si su mujer no se encontraba no le interesaría ir a buscarla por toda la ciudad.

—¿Dónde está la duquesa? —le preguntó a su mayordomo ni bien se puso frente a él.

—Se encuentra con lord Hamilton en la salita verde, su excelencia.

—¿Tomando el té, he de suponer?

—Efectivamente —El criado se desconcertó por el mal humor de su patrón.

No podía creer que Lisa se atreviera a invitarlo a su casa cuando él sabía que ese maldito le había tocado, besado e intentado tomarla.

Empuñó sus manos sin poder contenerse.

¿Sería algún tipo de venganza?

Sin decir más avanzó hacia la dichosa salita en la que su esposa se encontraba y cuando estuvo a punto de abrir la puerta, esta se abrió por sí sola dejando ver a Hamilton con un semblante molesto en el rostro.

Ross reaccionó antes que él y habló primero.

—Hamilton, ¿ya se va?

—Ciertamente —contestó sin mirarlo, su mirada estaba fija en Windsor—. Es una lástima que no pueda conversar con usted ahora, su excelencia, tengo muchas cosas para decirle.

Jaden entrecerró los ojos, inquisidor.

—¿Gusta pasar a mi despacho? —Alzó la vista sobre el hombro del conde y la vio de espalda a ellos, con la vista clavada al ventanal.

—Justo vine por usted, Hamilton, necesito hablarle de una posible inversión que podría sentarle muy bien.

Debió sospechar que Ross lo ayudaría a escapar, más porque cualquiera podría ver lo que pretendía decirle: reclamaría a Lisa y Windsor no sería misericordioso con él ni con nadie.

Su cuñado se lo llevó, olvidando que había una persona que necesitaba de su protección en ese salón. Cerró la puerta tras de él con suavidad y, sin inmutar su semblante, giró la llave cerrando el cerrojo.

—Tus movimientos corporales te delatan, princesa —habló con voz ronca y aterciopelada—, y por tu bien espero que me digas la verdad.

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Aliados del Amor 01 *Libertinos Enamorados*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora