Capítulo 23:

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Quince minutos después, ya Axel había aparcado la camioneta dentro de su garaje y nos encontrábamos dentro del ascensor para subir a su apartamento. Ninguno de los dos había pronunciado ni una palabra en minutos, ¿Eso era bueno?

Las puertas de acero se abrieron y nos introducimos en su lujoso hogar. Ambos nos dirigimos hacia la sala de estar. Axel se quitó la chaqueta que llevaba puesta y la colocó en una silla, después con cuidado lo empuje hacia abajo por los hombros, obligándolo a sentarse en uno de los sofás grises. Él me observo con el ceño fruncido.

Me senté junto a él y extendí la mano hacia su rostro.

—Tienes el labio roto—dije acariciándolo con delicadeza.

El puñetazo de Max le había dado en el área de la mandíbula y en el labio, tenía un leve moretón y roto, por suerte ya no sangraba y lo que quedaban eran los restos de hace rato que ya estaba seca.

—Ya lo sé—dijo clavando sus ojos azules en los míos—. Sigue acariciándolo, cada una de tus caricias me vuelve loco—dijo cogiendo mi mano y colocándola nuevamente sobre su labio.

De forma muy suave, seguí acariciando su labio inferior, temiendo de que si lo hacía de forma torpe pudiese dolerle, pues lo tenía algo hinchado. De pronto sentí un pequeño pinchazo en el pecho de culpabilidad, porque en cierta forma, había sido mi culpa que lo golpearan, pues después de todo me estaba defendiendo a mí. Además yo sabía que esto no se trataba nada más del dolor que hubiese podido ocasionarle aquel golpe, sino también que no era bueno para su imagen, no podía reunirse con empresarios teniendo un moretón en la cara, le restaba profesionalidad, por eso Max le había dicho "Espero que tú tío no se enfade por ese moretón que te deje en tú rostro perfecto" claramente se estaba mofando de él, lo cuál solo había incrementando mi rabia y enfado.

—Supongo que no seguiste la pelea porque querías evitar otro moretón en tú rostro, ¿Cierto?—dije después de un rato.

Él asintió y miró hacia un punto fijo.

—Desde que comencé a trabajar junto a mi tío y mi padre, he tenido que cuidar mucho mi imagen, se me exije como podrás imaginar—sonrío—. Así que me deje de ese tipo de peleas desde preparatoria—cerró los ojos—, no tienes ni idea de la fuerza de voluntad que tuve que tener hace rato para no devolverle el puño a Max, estuve apunto—dijo entre dientes.

—Menos mal que no lo hiciste—susurré—. No valía la pena, hubiese sido impulsivo sabiendo las consecuencias que te hubiese podido traer.

Él asintió. Sonreí y cogí su mano, él miró en dirección a nuestras extremidades entrelazadas y de pronto frunció el ceño y su semblante dejo de ser relajado.

—¿Qué es ese moretón?—levantó mi mano y observó mi muñeca con más detalle.

Ahí donde el cerdo de Max me había aferrado con fuerza, tenía una marca, sí, una marca en mi piel, teñida de púrpura claro, como un hematoma.

—¿Fue Max, cierto?—insistió—. Vi como te cogía, cuando llegue estaba forcejeando contigo.

—Max es un idiota—fue lo único que se me ocurrió decir.

Aparte la mano y me la cubrí. No se porque había hecho eso, pero me sentí vulnerable de repente. Axel se inclino sobre mí y me miró directamente a mis ojos.

—¿Qué fue lo que te dijo exactamente?—pretendió estar calmado—. Antes de irse, te dijo que pensarás en lo que habían hablado, ¿Qué fue, Adele?

Simplemente no quería hablar de eso, me sentiría estúpida, porque se supone que sus palabras no debieron importarme en lo absoluto, pero en el fondo todo lo que había dicho Max había creado un pequeño sentimiento de inseguridad en mi interior. Y eso me molestaba mucho, no quería aceptar que sus palabras me habían llegado afectar de alguna forma, porque yo sabía que no merecía la pena.

Caminos CruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora