CAPÍTULO 4

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—Son...vampiros—dijo al fin mi padre.

En ese momento, cuando mi padre pronunció esa palabra, no sabía que hacer ni que decir, me parecía imposible, vampiros.
Volví a mirar a mis padres, mi padre me miraba con pena y mi madre sollozaba bajo su gruesa bata.

—Vampiros, ¡es imposible!—escupí furiosa.

—Escucha, tienes que entender...—empezó mi padre.

—¿Entender qué?—grité y gruesas lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas.

Mi madre lloró más fuerte y mi padre agachó la cabeza. Los miré a los dos, furiosa tiré las maletas y el libro al suelo y salí de allí.
Me alejé de la casa de mis "padres",cuando me iba escuche a mí madre llamarme, pero mi padre la hizo entrar en casa y cerró la puerta.
Caminé por el pueblo, llegué a las afueras donde había un parque en bastante mal estado. Estaba vacío.
Entré y me senté en un banco que no parecía del todo roto.

Después de ese libro y de lo que me ha dicho mi padre, me estoy replanteando mi existencia. ¿Y si lo que cuenta el libro que encontré es real? ¿Soy un vampiro? ¿Podría ser posible?
Demasiadas preguntas asaltaron mi cabeza y no tenía ninguna respuesta.

Pasé minutos, quizá horas allí sentada, no quería volver a casa y estaba perdiendo la noción del tiempo.
Vi entrar a un chico en el parque, era alto, de piel blanca, cabello por el hombro, negro azabache, ojos grandes, rasgados y azul cristal, nariz griega y boca pequeña. Era extremadamente atractivo y misterioso.

LA ELEGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora