Acto III

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Todos los presentes se quedaron callados en el momento en el que el rey se dispuso a hablar. En aquella mesa, se encontraban todos los personajes más importantes del reino, entre los que se encontraban los miembros del Consejo.

Magnus y Annelisse intercambiaron una mirada. Su padre no había conversado con ellos en todo el día y la única razón por la cual tenían información era porque Signe se había animado a espiar a través de la ventana del despacho del monarca.

El rey era un hombre de aproximadamente cincuenta años. Tenía marcadas arrugas en el rostro, probablemente por todas las preocupaciones con las que tenía que lidiar cada día. Aun así, sus ojos azules emanaban una vivacidad y aunque no tenía la misma energía que cuando tenía veinte años, estaba lejos de retirarse de la pública.

Poco a poco el blanco se iba apoderando tanto de su cabellera como de su barba, la cual le llegaba hasta el pecho. Era un hombre de hombros anchos y quien en su mejor momento, no había tenido rival en el manejo del hacha.

Y una vez más, se sentía listo para demostrar su valía.

—Espero que hayan disfrutado de la cena, mis queridos amigos —Una brillante sonrisa iluminó su rostro. En algún momento, había sido un hombre tan guapo y encantador que cualquier mujer caía rendida ante sus pies y aún tenía algún esbozo de ese joven prometedor:—Sin embargo, nuestro reino está en peligro y hay que tomar medidas —añadió.

Su voz era tan potente que incluso el último en la mesa podía escucharlo con claridad.

—Mis queridos amigos, como monarca y líder de este glorioso reino, es mi obligación ser quién encabece la expedición al norte de Finlandia —anunció.

Los murmullos comenzaron casi de inmediato. Tanto Magnus como Annelisse se sorprendieron. ¿Acaso su padre se había vuelto loco? De ninguna manera podían permitir que el monarca hiciera tal cosa. ¿Qué habría de suceder con el reino mientras éste estuviera deambulando por los fríos bosques del norte?

El único que lucía completamente tranquilo al respecto era el padre de Berwald. Muchas miradas se dirigieron hacia él para que hiciera algo al respecto, pero éste todo lo que hizo fue guardar silencio y esperar que el rey explicara su plan.

Sin embargo, el príncipe heredero no pensaba quedarse callado. Estaba seguro de que su padre estaba ebrio, esa era la única razón por la cual podría tomar semejante determinación.

—Padre, no creo que sea una solución razonable... —Pero el muchacho no pudo terminar de hablar.

El rey dio un fuerte golpe contra la mesa, lo que escarmentó a Magnus y a Annelisse. Al parecer no estaba dispuesto a escuchar que fueran contra sus planes. Los penetrantes ojos azules del monarca se dirigieron hacia su hijo mayor y éste tuvo que desviar la mirada, humillado.

—Una fuerza sobrenatural está matando a cientos de personas. Si no nos damos prisa, pronto llegará a nuestra capital —Sus ojos refulgían de furia:—Soy su líder y como tal, debo asegurarme el bienestar de todos —añadió antes de empujar su silla:—No pienso escuchar una sola palabra en contra —El hombre se sentó nuevamente antes de exigir que le rellenaran su copa de vino.

Sin embargo, un mensajero ingresó apresurado al lugar donde la cena estaba siendo llevada a cabo. Sabía que debía esperar a que el monarca terminara de comer, pero traía consigo un mensaje que no podía esperar.

—Su Majestad, acaba de llegar un mensaje de la misma Finlandia —murmuró el muchacho de quizás unos dieciocho años. Era muy consciente de que estaba rompiendo el protocolo, pero el hombre encargado de los cuervos le había exigido que hablara con el rey con la mayor prontitud posible.

La leyenda del Rey del Norte [Denmark x NyoNorway]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora