Acto XIII

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Annelisse arrugó la frente cuando escuchó aquella sugerencia por parte de Berwald. No entendía por qué tenía que cambiarse de ropa. La que vestía era la adecuada para el viaje que estaban emprendiendo.

—No creo que sea necesario —La muchacha se cruzó de brazos. Había pasado toda su vida buscando excusas para no usar vestidos y ahora, Berwald esperaba que lo hiciera nuevamente.

—Anne... —El soldado puso una de sus manos sobre uno de sus brazos:—Yo estoy vistiendo mi uniforme y tú una ropa que llama la atención a todo el que te ve. Tenemos que pasar desapercibidos —Berwald le explicó. Al menos, si pretendían continuar con vida, debían de pasar como simples ciudadanos.

La princesa se soltó y luego se sentó sobre la cama. Buscó la manera de pensar de forma más lógica y olvidarse momentáneamente de su capricho.

—¿Realmente crees que deberíamos cambiarnos? —Si bien era cierto que no había visto a ninguna mujer con su misma vestimenta, tal vez simplemente era cuestión de buscar. Pero, por otro lado, ignoraba la vida que se llevaba en esos lugares, a diferencia de Berwald.

El hombre recorrió la habitación y corrió las cortinas, para contemplar el trajinar de la mañana. Su mirada se perdió en aquellas personas que ignoraban por completo que había sucedido un repentino cambio de rey. ¿Acaso les importaba siquiera? Tomó una larga bocanada de aire, antes de dirigirse a la princesa.

—Deberíamos adoptar nuevas identidades, además —Le sugirió. Berwald pretendía borrar todo rastro de la presencia de los dos. O al menos, que terminara en aquel pueblo.

Annelisse sonrió y se puso de pie. Sabía que estaban lejos de estar participando en una obra teatral, pero le intrigaba eso de pretender ser otra persona.

—Has pensado bastante en todo esto —Annelisse colocó una de sus manos sobre el pecho del soldado, quien se ruborizó al escuchar aquellas palabras.

—Tenemos que sobrevivir, Anne —Berwald estaba determinado a recuperar lo que ella y su hermano habían perdido. Tal vez les llevaría incluso años antes de volver a poner un pie en el castillo, pero eso no importaba.

—Tenemos que llegar a esa biblioteca —Thorvald le había confiado aquellos dos libros, pero Annelisse sabía que solo eran parte una investigación mucho más profunda. Markell y sus secuaces no eran humanos normales y tenía que descubrir quiénes eran en realidad.

Un par de días más tarde, se estaban preparando para abandonar aquel pueblo. Berwald creía que era de vital importancia no quedarse en un mismo lugar por mucho tiempo y menos en un sitio que apenas estaba a unos cuantos kilómetros de la capital.

Habían comprado un par de caballos, pues ambos estaban de acuerdo que en los grifos llamarían mucho la atención. Al fin y al cabo, las únicas personas que empleaban semejantes animales para transporte, eran las que pertenecían a la familia real.

Annelisse se echó la capucha negra que había comprado sobre su cabellera, que ahora había perdido casi toda su longitud. Vestía en vestido pegado al cuerpo, de un color azul apagado. También había adquirido un abrigo de piel de oso, pues la temperatura solo bajaría en la medida que avanzaran en el norte del reino.

Por su lado, Berwald se había deshecho de su uniforme de gala y vestía como si fuera un simple mercader. Escondió su espada entre las pertenencias que habían adquirido para el viaje y a decir verdad, se sentía desnudo sin ella.

—¿Estás lista, Dagmar? —Aquel había sido el nombre que Annelisse había decidido adoptar frente a los extraños.

—Lista, Gustav —La princesa esbozó una sonrisa de picardía antes de montar la yegua parda que sería su compañera de viaje.

La leyenda del Rey del Norte [Denmark x NyoNorway]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora