el jardin de mi musa

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Ya llevaba tres días trabajando para el Conde, pero apenas había podido vislumbrar su figura entre las ventanas ¿Qué poder maligno la mantenía lejos de mí? ¿Cómo deshacerme de esa cruel sombra llena de desgracia que me cubría?

Los minutos se convertían en horas, y las horas en interminables días llenos de suplicio; Una asfixiante aura llena de angustia y ansiedad que me envolvía haciendo que la vida con la que soñaba pareciera imposible. Pero, aún así no dejé de tener fé, sabía que ella vendría a mí. En algún momento lo haría. Era por ello que seguía trabajando con todo esmero, cada corte sobre los arbustos; cada nueva flor que plantaba y cada gota de agua que derraba sobre estas, lo hacia pensando en ella, deseando que al momento de verlos la hicieran sonreír.

Le puse especial atención a los rosales que la había visto acariciar el día que aparecí por accidente en sus terrenos. Tenía la esperanza de que, aunque sólo fuera por ver las flores, ella saliera de su escondite.

Lamentablemente cuando terminé la jornada de ese día, aún no había podido verla. Salí con desgano, mi cuerpo estaba cansado y mis dedos entumecidos y callosos, pero el mayor dolor era el de mi corazón, que se estrujaba de tanto esperar por algo que temía, no sucediera.

Esa noche rogué a Dios para que me dejara verla, sólo deseaba estar cerca, nada más... O eso era lo que me decía a mí mismo una y otra vez, aun sabiendo que llegado el momento no sería suficiente.

El día siguiente me vestí animado, no podía perder las esperanzas, después de todo, jamás había estado tan cerca de estar con ella.

Me puse con cuidado mis zapatos dándoles una rápida lustrada que no disimulaba sus años de servicio, peiné afanoso mi rebelde cabello en el pequeño vidrio rajado de la ventana del baño, estaba convencido de que ese día la vería, y así fue ; En mitad de la tarde mientras trasplantaba las nuevas variedades de flores que habían llegado, ella apareció. Hermosa como siempre, con un vestido muy elaborado y un collar de perlas que alargaba su fino cuello, se paseó entretenida entre los arbustos admirando las rosas que hace poco se habían abierto, tomando los nuevos botones entre sus delicados dedos con finura y gracia.

Me tenía hipnotizado, cada movimiento que hacía, tan dulce, delicado y certero ponían mi cuerpo a temblar, mis ojos no podían desprenderse de ella.

Tenía que decir algo pero ¿Qué? ¿Cómo comenzar una conversación con alguien con quien jamás hablaste? Y lo que es peor ¿Cómo hacerlo si estar en su presencia te deja sin aliento?

<<¿Me presento? Después de todo soy nuevo aquí ¿O quizá sea mejor preguntarle si está satisfecha con las rosas? ¿Se acordará de mí? >

—¿Son esas las nuevas flores que mi padre mando a traer? —preguntó de pronto acercándose a mí, poniéndome los pelos de punta.

—S-si Madame. —Ella avanzó sin mirarme, como si sólo fuera un arbusto más en su camino. Paso de largo y llegó al lugar donde estaba la nueva variedad de rosas, se inclinó delicadamente para sentir su fragancia.

—¡Vaya, son realmente bellas, y con el aroma más dulce que pueda existir! —comentó con una sonrisa, para acercar nuevamente su pequeña y respingada nariz hacia ellas.

La miré embelesado ¿cómo podía una mujer ser tan perfecta?

Me quedé ahí sin decir nada, observándola en silencio sumergido en inmensas fantasías de las que ella era la protagonista.

—Oh, disculpe —dijo al darse cuenta de que me había quedado observándola. —No quería interrumpir su trabajo.

—Por favor no se disculpe, es grato encontrar a una persona que pueda disfrutar de la especial belleza que emana de las rosas tanto como yo. —Me miró por un momento sorprendida ¿acaso había dicho algo fuera de lugar? luego de unos segundos soltó una fina y agradable risa que se quedó grabada en mi memoria.

Ese fue el inicio de nuestra amistad, y así, con el pasar del tiempo, día tras día de animadas charlas fui abriendo mis sentimientos hacia ella, y ella hizo lo mismo.

Desearía tanto decir que la historia termina ahí, y que aquella amistad fue creciendo como las enredaderas que cubrían las ventanas, floreciendo hasta convertirse en un manto de amor y esperanza. Pero no. Algunas veces solemos tomar las cosas por sentado o simplemente confundir la amabilidad o el aprecio que recibimos con algo más...Sí, ahora lo sé.

Tristemente, era mi caso.

Pétalos Del DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora