Como Pétalos Al Viento

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Era tan dichoso al trabajar cerca de ella, que aquello parecía una recompensa. Los momentos a su lado me hacían sentir como el más afortunado, su sonrisa me llenaba de gozo e incluso las flores parecían más hermosas cuando Abigail estaba ahí.

Había decidido contarle sobre mis sentimientos, sabía que cada vez se hacían más obvios y estaba seguro de que ella sentía lo mismo por mí. Su dulce sonrisa, forma de hablar y la manera en que me miraba me habían convencido de que era el momento de hacerlo. Finalmente estaba listo. No tenía nada que perder, además, estaba seguro de que sería correspondido.

Mientras regaba las plantas trataba de crear la frase correcta para expresar mis sentimientos.

<< Madame, en todo este tiempo que pasamos juntos...-no -en el poco tiempo que la conozco he llegado a ...a....- ¡diablos! Esa tarea era imposible, decirle a una mujer como ella algo así, era más difícil de lo que jamás me había imaginado-querida Abigail, en el poco tiempo que la conozco he llegado a sentir mucho afecto hacia su persona, me gustaría que usted... Usted me diera la oportunidad de...la oportunidad de - ¡¿cómo puedo decirlo?!-de cortejarla- sí, creo que es la palabra correcta.>>

Repetí varias veces esa frase en mi mente, pero luego dí un largo suspiro y trate de imaginar cuál sería su reacción.

<<¿será capaz de rechazarme? No, no lo creo, estoy seguro de que ella también gusta de mí y sé que mi posición social no será un impedimento para que nuestro amor pueda florecer.>>

Tenía la cabeza en las nubes, me sentía flotando en un maravilloso sueño, estaba convencido de que pronto se convertiría en realidad. Ya no aguantaba la espera, solo quería tenerla entre mis brazos, protegerla, besar esos dulces labios y tenerla a mi lado todos los días al despertar por el resto de mi vida.

Corte algunas de sus rosas favoritas para hacerle un ramo que pudiera almenos asemejarse a su belleza, blancas, rojas y rosadas eran sus favoritas, añadí algunas otras más pequeñas que pudieran hacer resaltar la singular hermosura de las anteriores. Todas estaban en punto perfecto de floración, eran grandes, delicadas y parecían haber crecido sólo para este momento.

Pronto mis ruegos fueron escuchados y su hermosa figura apareció en medio del jardín. Se veía radiante, llevaba un vestido color vino que combinaba con el rojo de sus labios, el cabello recogido en una larga trenza con un pequeño mechón dorado flotando sobre su rostro. Caminaba sonriendo, era una sonrisa risueña y dulce, se notaba algo diferente a los días anteriores, por lo que asumí que podía intuir que finalmente le confesaría mis sentimientos.

-Muy buenas tardes señorita Abigail -dije en tono educado haciendo una leve reverencia.

-Buenas tardes- respondió sonriendo.

-Disculpe que lo diga, pero se ve especialmente radiante el día de hoy ¿Ah tenido un buen día?

-Si, el mejor de todos - entonó con su melodiosa voz mientras se agachaba para tomar una de las rosas recién cortadas.

Supe que ese era mi momento, así que sin tardar más me acerqué a ella, caminé confiado, varonil, elegante y tratando de convencerla del caballero que en realidad era debajo de esos viejos ropajes.

Con delicadeza deposité el ramo de rosas que había preparado para ella, tomé una de sus manos mientras mantenía mis ojos fijos sobre los suyos y me arrodillé frente a ella, cubrí su delicada y pálida mano entre las mías y con una voz firme hablé.

-Q-querida Abigail. -Tomé un respiro tratando de concentrarme. -En el poco tiempo que la conozco he llegado a sentir mucho afecto hacia su persona. - Levanté la vista para observar su rostro mientras aceptaba mi amor. - Me gustaría que usted me diera la oportunidad de cortejar la. -Si, había salido perfecto, sin errores, sin temor. Ella lo merecía y finalmente o había logrado. Pero antes de que pudiera besar su mano ella la retiró con brusquedad, y me miró con sorpresa y temor.

Abrió la boca para responder, pero no parecía poder hacerlo. Entonces me devolvió el ramo de flores y negó con la cabeza.

-¿Es que acaso hice algo malo? -pregunté preocupado mientras me ponía de pie e intentaba acercarme a ella.

-Yo... -dio un paso atrás para mantener la distancia- Yo no, no puedo.

-¿Es acaso mi posición social lo que la aleja de mí?

-No, no es eso.

-¿Le parezco muy feo talvez?

-No, claro que no, es usted un hombre apuesto... pero...

-¿Pero qué? ¿Es que acaso no me ama? - mi cuerpo comenzaba a temblar, no podía creer que me rechazara- la he observado, como me mira, como me habla y la forma única en la que sonríe cuando está conmigo- tome una de las rosas con la mano y se la ofrecí, pero ella nuevamente la rechazó. Entonces toda aquella frustración, ese esfuerzo inmenso que había hecho por estar a su lado se convirtió en un dolor en mi pecho- ¿¡Que acaso no soy suficiente!? -grité exaltado apretando la rosa en mi mano hasta que de esta solo quedaron los pétalos maltratados.

Ella retrocedió asustada, con las manos frente a su pecho y un brillo de temor en sus ojos, que estaban a punto de desbordarse.

Al verla así me contuve, no deseaba asustarla. Hice lo posible para calmarme. Miré las flores en mi mano y noté que estaba sangrando, las espinas se habían incrustado en mi piel muy profundo por la fuerza con las que las sujetaba. La observe por un momento y me forcé a bajar el tono de mi voz.

-Por favor tan solo deme una razón por la que usted no desea estar conmigo y me iré.

Entonces temerosa estiro la mano hacia mí, dejando ante mi vista un anillo de compromiso.

-M-me comprometí esta mañana. -sus dulces palabras resonaron en mi cabeza como agujas que me atravesaban mil veces.

-Comprendo, le ruego me disculpe. - Hice una reverencia y me giré, ella aprovechó el momento y salió corriendo en dirección a la mansión.

Tomé las rosas que tenía en mis manos y arranqué sus pétalos uno por uno, repitiendo con cada acto que en realidad nunca había tenido oportunidad, que yo era un buen hombre y que en realidad no fue mi culpa. Pero cuanto más lo decía más difícil me era creerlo. Si tan solo hubiera sido una persona con dinero, con mejor posición social, ella no hubiera dudado en aceptarme.

Lancé los pétalos al viento prometiendome a mi mismo que nunca volvería a caer en ese juego, que la olvidaría, aunque bien sabía que su recuerdo viviría por siempre en mi corazón.

Caminé sin detenerme ni mirar atrás, en ese instante deseaba olvidarla, jamás regresaría a ese lugar, habían jugado con mis sentimientos, mí interior estaba completamente destruido, me sentía como un juguete inservible.

Ese día me destrozaron, esa mujer me había engañado, jugo con migo, me mintió y lo que es peor: me hizo sentir culpable por ello. Esa simple acción me cambio por completo, dejo en mi interior un vacío tan grande que no existía nada que me pudiera satisfacer, ni mujeres, ni alcohol, nada me dejaba olvidarla. Tan solo era un tonto niño que se había dejado seducir por una promesa fugaz, por un amor de mentira.

Pétalos Del DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora