A primera vista parecía una riña normal entre dos adolescentes.
Una, desarrollada y esbelta, hacia bailar su cascada de pelo rubio mientras que, dándose aires, lanzaba improperios.
La segunda, blanco de los insultos, estaba de espaldas a su atacante.
A ella el cabello de un castaño claro le caía hasta los hombros en suaves bucles. Poseía una figura delgada y tez nívea.
Gabriel las observaba desde un sillón alejado.
Se hallaban en un orfanato; en la sala de estar de un orfanato, para ser más precisos.
La sala estaba desierta de no ser por aquellas dos muchachas, él, y, sentada a su lado, Abigail.
Conocía a la niña rubia de la pelea, por supuesto. Ya que esta se había asegurado con demasiado ímpetu no ser olvidada. Bonita pero petulante.
Su nombre era Tamara.
-Definitivamente voy a ir a estrangular a Tamara- Exclamó Abigail con decisión mientras que, de un salto, se levantaba del sillón.
-Abi, no te metas- Ordenó Gabriel en ese tono autoritario de hermano mayor
-¡Es que alguien tiene que detenerla, no puede tratar a la gente como le venga en gana! ¿Quién se cree que es?-
- Dudo que una niña de ocho años pueda hacer gran cosa...-
Abigail lo miró con furia
-Entonces ve tú-
El muchacho negó con la cabeza dando un suspiro
-¡Mírala!- Gritó la chiquilla exasperada- Mírala y dime que no te dan ganas de pegarle a esa... esa...
-Abigail...- Amenazó el muchacho pero no quitaba la vista de la pelea que se desenvolvía ante él.
Su hermana tenía razón, deseaba con todas sus fuerzas ayudar a la otra joven.
Se llamaba Hanna y solo la había visto en pocas ocasiones. Jamás socializaba con nadie. Por alguna razón tanto niños como adultos la evitaban.
Pobre chica, pensaba Gabriel, vagaba siempre sola por los corredores. Siempre molestada por gente como Tamara.
Pero debía mantenerse alejado de los problemas. Casi pierde a su hermana la última vez que se vio metido en uno. Fue una suerte que los dejaran mantenerse unidos y no quería tener que volver a pasar aquello de nuevo.
En ese preciso instante Hanna debió de perder la paciencia porque, de repente, se abalanzó sobre Tamara y, con furia, sujetó su larga melena.
-¡Suéltame, maldita miserable!- chillo Tamara.
La joven no hacía esfuerzo alguno por retener con una mano la nuca de Tamara mientras esta se retorcía y forcejeaba entre insultos.
De repente, ante la estupefacción de Gabriel y el horror de Tamara que soltó un agudísimo alarido, desde las raíces, su cabello comenzó a congelarse...
Al principio fue más bien como si lo tuviera envuelto en papel celofán brillante, hasta que poco a poco se le fue convirtiendo en un grueso témpano de hielo opaco pegado al cráneo.
Aquello fue demasiado para la muchacha quien perdió la conciencia, quebrando como a cristales, al caer al suelo, lo que una vez fue para ella el mayor orgullo de todos. Su larga y sedosa melena dorada.
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Hanna (titulo sin decidir)
AdventureHanna debía ser discreta, nunca debia socializar. Estaba en ese orfanato porque no la querían en otro lugar. Porque ella era diferente, peligrosa. Un monstruo. Y debía estar agradecida de que aceptaran que se quedarse. O, al menos, eso le había...