Segunda Parte.

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Cuando llega a casa, su madre lo espera, enganchada como siempre al reality estúpido de turno, esta vez de chicas que desean ser modelos y conviven juntas a una casa. Como no, la mayoría de ellas rubias y queriendo ser una versión, aun más cutre, de Paris Hilton.

"¿Qué tal el día, cariño?"


"Bien" se limita a responder "me voy arriba"

No pronuncia más palabras. Camina hasta su habitación y allí se refugia. Es el único lugar donde obtiene paz, al menos un poco, su pequeño santuario. Se sienta sobre la cama, con la cara oculta entre las manos e intenta dejar de pensar.

Se niega a ello, a recordar esas noche. A recordar esa noche en concreto. No. Le hace daño. Le hace polvo y no quiere hacer un tontería, no quiere volver a ver el rostro lleno de dolor y sufrimiento de su madre, mientras él intenta ubicarse y recordar quien es o que estaba haciendo antes de terminar en el hospital.

No quiero hacer daño a nadie más.

"Deja de pensar en ello" se repite así mismo

Se levanta y enciende su equipo, enseguida comienza a reproducirse el CD de Imagine Dragons e intenta tener tranquilidad en ese momento, centrándose en ello, en su música, en el ritmo, en sus letras. Sí. Y eso suele funcionar. Sube el volumen, sabe que su madre no dirá nada y tararea la canción, sonríe a medias, sin mostrar los dientes, una sonrisa seca y vacía.

Esto pasará y lo sabe. Solo debe respirar y escuchar la música, debe centrarse en ello, no se hará daño así mismo, no dañará más a los demás. Toda esa mierda terminó. Esta fuera de él.

Su vida sigue. No como debería, no como la mayoría de los jóvenes de su edad, salir y divertirse, tener amigos, claro que no. Él no puede. Se lo ha prohibido así mismo para evitar caer en la tentación. Porque siempre caía de nuevo. Y no quiere hacerlo. Quiere estar conciente todo el día, no quiere perderse en ese mundo, aunque le ayude a olvidar, a relajarse, a disfrutar. No quiere hacerlo porque él no se merece eso. Debe ser activo siempre, ese es su mayor castigo ¿no? La madre de ella lo dijo.

Aquella tarde se salta una sección, no esta de humor para ver la cara de mosquita muerta de Gaby, la recepcionista, ni para discutir con Anna, su psicóloga. Ha pasado por varios psicólogos ya, esta es la cuarta. La primera vez fue con un chico, con el cual termino a golpes, sonríe al recordarlo, eso fue divertido, después fue una chica, a la que jura estaba a punto de trastornar con su actitud, después fue otro chico, pero este no se venció, simplemente su novia se iba a Chicago y él quería ir tras ella. Lo hizo. Espera en el fondo que sigan juntos. Es un gran cambio, irte de la comodidad de Toronto, Canadá, para estar con el “amor de tu vida” en Chicago. Recuerda que le deseó suerte. Aquello fue sincero.

Una semana después, las secciones con Anna seguían basándose en lo mismo, él intentando desviar la atención, pero no lo consigue. No con ella. Anna tiene paciencia, pero a veces la ve resoplar y mirarle con cara de asesina. Eso es lo mejor del día, quizá.

Todo aquello se trata de lo mismo, día y noche. Llega a casa, saluda a su madre mientras ella ve el reality, a veces habla con su hermano mayor por teléfono, que vive en California y le cuenta lo maravillosa que es y que debería ir a visitarlo, pero sin embargo nunca le ha dicho “vente estas vacaciones”, sólo dice “tienes que venir algún día” y luego ve el futbol americano con su padre, es lo único que hacen juntos y en lo que son capaces de hablar. Luego intenta no pensar, evadir todo y chatea con algún amigo, o algo que en el pasado tenía esa categoría.

Todo ha cambiado, es la única certeza y realidad.

Dope | j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora