Capítulo 2 - Parte 2

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Me giré y contemplé mejor la casa. Ahora que Noemi no estaba, se sentía muchisimo más espaciosa. Pensé que sería maravilloso vivir en alguna casa como esta, aunque obviamente yo nunca podría permitirme algo así, a menos que fuera mafiosa. Mi imaginación era inmensa.
Sin embargo, no me habían contratado para que estuviera aquí parada todo el día y observando todo como niño curioso. Respiré hondo y decidí buscar a ese tal Zabdiel en su cuarto.
Aunque yo no sabía dónde se encontraba.
-Muy inteligente Tatiana, muy inteligente-Me dije mientras llevaba un dedo a la boca y comenzaba a morder mi uña. Era uno de los habitos que habia adquirido en la infancia cuando me sentía nerviosa, justo como en estos momentos. Quería encontrar a Zabdiel y hablarle, aunque yo tampoco podría andar fisgoneando por toda la casa sin que alguien me tachara de ladrona o que se yo, incluso de acosadora.
Caminé a través de la planta baja.
Conocía unas cuantas partes, pero aún así habían demasiados cuartos -como un hotel-, y cualquiera podría ser el de Zabdiel. Toqué una de las puertas en el corredor principal, por debajo de las escaleras. Abrí con cuidado y descubrí que era un baño. Bien, obviamente aquí no era su cuarto. La siguiente puerta era un cuarto pequeño, demasiado para una casa como esta, se me ocurrió que podría ser un cuarto para invitados. Ni siquiera me detuve en el siguiente cuarto. Ahí era el estudio de Noemi, y dudaba que Zabdiel estuviera encerrado ahí. Cuando terminé con esa ala de la casa, fuí al otro extremo. Una cocina inmensa que sólo me había tocado ver en programas para cocinar, otra sala llena de cuadros y esculturas con formas extrañas y la puerta al patio trasero. A este paso, me llevaría todo el verano encontrar a Zabdiel. Genial.
Miré hacia las escaleras de mármol blanquecino que se encontraban en el vestíbulo. No tenía nada que perder, así que subí lentamente. Lo único que me preocupaba sería el encontrarme a Zabdiel y que este me mirara y pensara que era una especie de ladrona. Caí en la cuenta de mi cuenta estúpida y comencé a reir, aunque luego me detuve porque era una grosería.
El segundo piso era casi como el primero. Las pareded eran blancas y altas, y había cuadros y columnas alrededor. El piso era de madera y estaba cubierto con una espesa y mudilla alfombra roja. Parecía más como un museo que una casa. Lo único que realmente me gustaba, es que solo contaba con cuatro habitaciones, en un pasillo estrecho frente a las escaleras. Mas allá en el ala izquierda había una especie de salón de música, con un pialo de cola, guitarras acústicas y un precioso violín negro. El ala derecha era una especie de salón de entretenimiento o algo parecido, estaba cubierto de posters de películas viejas y discos de música variada. Me agradaba más la gran pantalla plana que se encontraba en un rincón. Decidí que la aprovecharía más al rato.
Devuelta en el pasillo comencé a mirar a cada uno de los cuartos. El primero estaba lleno de objetos antiguos y no-tantos, el segundo era un cuarto de mujer, probablemente el de Noemi. El siguiente cuarto era...
Un baño.
-Ocupado.
-¿Qué demo...
-¡Equivocado! ¡Lo siento! -Grité mientras cerraba con fuerza la puerta y me recargaba en esta. Bien esto tendría repercusiones en el futuro.
Necesitaba un psicólogo. Si, si, aún era virgen y pensaba seguir siéndolo hasta dentro de mucho tiempo. Tampoco había visto a un hombre desnudo.
Hasta hoy.
Llevé mis manos hacia la cabeza y apreté. Sabía que me estaba comportando como una bebé, pero ¿y qué? , había visto a ese tal Zabdiel bañándose, y no es como si él me pudiera ver a mi. Rápidamente me retracté de haber dicho eso.
- ¿Qué es todo ese alboroto, Christopher?
Lentamente levanté la cabeza hacia la persona que hablaba. Me odié por no haberlo hecho antes. Se trataba de un chico, probablemente de mi edad o incluso un poco más grande. Estudié cada una de las facciones de su rostro. Su piel estaba ligeramente bronceada, con pómulos altos y mejillas rosadas. Me paralicé al llegar a sus ojos, que eran más mieles que la miel misma... Seguí recorriendo con la vista cada centímetro de su cuepo, intentándo memorizarlo para cuando me fuera más util. Su cabello, que caía alborotadamente hasta un poco más arriba de la altura del mentón, era un poco más claro que el mío.
Su complexión era delgada, aunque musculosa, y era mucho más alto que la mayoría de los muchachos que conocía en la ciudad -y de los que conocería en toda mi vida-. Elevó las comisuras de los labios, formando una sonrisa torcida. Parecía divertido de una forma sarcástica.
-¿Estás ahí? ¿Christopher? -Preguntó obviamente refiriéndose a mí. Yo aún seguía en shock -. Pensé que había oído una voz de mujer. ¿A quién has traído?
- ¡Zabdiel! - la puerta detrás de mi se abrió de repente y me golpeó en la espalda levemente. Aún así solté un gemido de dolor. -¡Oye! ¡Eso duele! - Grité frotando mi espalda-.
-¿Quién... quién eres? - preguntó el chico del baño deconcertado y con la cara roja. Lo más genial de todo esto es que aún seguía desnudo. Intenté mirar hacia otro lado-.
-Me llamo Tatiana. Vengo para hacerle compañía s Zabdiel - el otro chico de oelo oscuro bufó. Me puse de pie. -¿Quién de ustedes es Zabdiel?
-Wow hermano, no sabía que estabas tan necesitado como para contratar a alguien que te haga los favores -El chico desnudo me miró de arriba hacia abajo. Levanté una ceja y después fruncí el ceño-. Aunque no está nada mal, eh.
-Cállate Christopher, esta es mi niñera -Contestó el otro sarcásticamente. Se giró hacia otro lado, rumbo a la habitación a la que yo no había entrado-. Creo que ya te ha quedado perfectamente claro quién es quién, ¿No? Mejor no molestes y ponte a ver la televisión o plantar flores en el jardín. Sólo mantente alejada y ni tú ni yo salimos perjudicados. ¿Estamos?
Con que ese era el tal Zabdiel.
Sarcástico, malhumorado y horrorosamente sexy. El destino es cruel, señores.
Cerró la puerta tras de él y Christopher me lanzó una mirada como diciendo "Lo siento mucho por su carácter, pero desafortunadamente, él es así". Lo miré fijamente a la cara, intentando no distraerme con su entrepierna y le devolví una mirada de "Gracias, pero desafortunadamente deberías volver a la ducha".
Le lancé una pequeña sonrisa y después me marché de allí.

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Corazón Ciego - Zabdiel de JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora