CAPITULO 1

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Todo comenzó mientras soñaba. No supe defenderme de aquello que me haría sentir viva.

Entonces desperté. Ya no reconocía las calles, los centros comerciales, restaurantes, edificios, museos, casas etc. Todo era completamente desconocido para mí. Era evidente de que finalmente habíamos llegado. Mi nuevo hogar me esperaba con los brazos abiertos, o al menos eso esperaba. Mi viaje había sido un poco cansado, y el sueño terminó venciéndome.

Sería la primera vez que pasaría tanto tiempo lejos de mi madre. No la vería en meses, hasta vacaciones. Esperé mucho este momento, estar en la universidad y vivir sola, era un sueño. Siempre quise independizarme, desde que tenía 15 años. Mis padres dijeron que no era una buena idea, que esperara hasta que tuviera edad suficiente. La condición se cumplió y bien. Ahora estoy aquí, en el auto de mamá, recostada en el asiento. La observo, observo cada detalle en ella y debo admitir que me parezco más a mi madre. Ambas somos de piel blanca, casi pálida.

¿Qué haría mamá sin mí? Ya no tendría con quien ver películas románticas en donde se casan y viven felices por siempre. Solo somos las dos, pasó más tiempo con ella o más bien pasaba. No e había puesto a pensar en el dolor o la tristeza que cusa el despedirse de las personas que quieres.

Mi pensamiento fue interrumpido. De pronto el auto se detuvo, el pánico comienza a apoderarse de mí. Sabía qué me esperaba. Mis sentimientos se mezclaron al ver a mi padre desde el auto. Todo comienza a darme vueltas. Bajo la ventanilla del auto para sentir el aire de la ciudad. Lo veo. Mi padre está ahí. Llegó unas horas antes con parte de mi mudanza.
En este momento esta afuera del edificio, sentado en las escaleras que están junto a las jardineras, esperando a que llegáramos, mamá y yo.
En un instante miles de recuerdos aparecieron en mi mente, recuerdos de mi familia, así que pasaron unos segundos para que bajara del auto y corriera abrazarlo, no era algo que usualmente hiciera, y menos con él pero las emociones me invadían y sentí la necesidad de hacerlo. Me miro un poco desconcertado y me acaricio la mejilla como señal de que todo estaría bien.

Entramos al edificio. El lugar que elegí para ser mi próximo hogar resulto ser mejor de lo que esperaba. Un ascensor deteriorado y viejo fue lo primero que mis ojos captaron. Observé un poco más el lugar, de manera discreta. Al menos tiene escaleras de emergencia (pensé) y eso era primordial.
En el interior también se encontraban algunas decoraciones un poco antiguas, pero interesantes como de los años 70, al parecer esa era la temática de aquel sitio.

Me acerqué a una señora como de 60 años, era de complexión ancha y tenía el cabello de color rubio, las arrugas en sus manos hablaban por si mismas, las cuales habían acabado con la juventud de aquella mujer pero aun así conservaban belleza. Pregunté sobre el cuarto que estaba en renta, ella volteó y me miró con cierto disgusto y me hizo señas de que la siguiera. Abordamos el ascensor, y el silencio era evidente en ese pequeño, espacio.

Me preguntaba si la persona con quien compartiría aquel lugar ya habría llegado, y sobre todo trataba de imaginar cómo seria, si tendría la misma edad que yo o no sé. Después la mujer me señalo la habitación y como despedida me sonrió y desapareció.

Giré la llave y al parecer ya se encontraba alguien adentro, seguramente ya había llegado. Al abrir la puerta un montón de maletas estaban en la entrada, mis sospechas fueron ciertas. De pronto una joven alta y delgada salió de la cocina, tenía el cabello largo como a mitad de espalda y teñido de color castaño, de piel blanca. Parecía ser amable. Solamente nos miró y sonrió como si nos diera la bienvenida.

Estuve en comunicación con ella por el anuncio que había en el periódico diciendo que buscaba alguien con quien compartir un apartamento, y eso me beneficiaba porque estaba cerca de la universidad, tal vez no demasiado pero por lo menos no tendría que viajar durante dos o tres horas y pagar rentas caras.

Mamá me miraba triste y tal vez hasta derrotada, trató de convencerme todo el verano de que no me fuera, que en la ciudad donde vivíamos habían mejores escuelas a las cuales podría asistir, pero ninguna me convencía. Me dolía tanto verla así, pero ya no había marcha atrás.

Las últimas maletas ya se encontraban arriba. El momento más triste de mi vida estaba por comenzar.

- Ally, esta será tu nueva vida. Ya eres mayor de edad y confiamos en que sabrás valerte por tí misma. - Dijo mi padre con un tono serio mientras observaba el suelo, como si buscara algo.

Su forma de hablar de mi papá es algo rígida, cuando hay momentos tristes se mantiene fuerte por mi madre, ella si que se debastaría.

- Lo sé - Realmente no sabía lo que se sentía ser mayor de edad, acababa de cumplir los 18.

- Mi pequeña, promete que estarás bien, que sabrás cuidarte. Por favor... No, no me per..- Mamá rompió en llanto antes de concluir sus palabras.

-  Mamá estaré bien. No debes preocuparte. Estaré en casa para Acción de gracias. Cenaremos pavo y veremos películas por las tardes. 

- Te amamos. Nunca lo olvides - Volvió a decir mi padre con algunas lágrimas en los ojos. Estaba llorando. Mi papá no siempre hace eso. Si que debe estar sintiéndolo.

Unas palabras más y por ultimo, un beso en la frente como despedida y las puertas se cerraron. Ambos salieron tristes, mamá un poco desconsolada, nada que no pueda superar. Y por fin entre en pánico, quería llorar hasta que saliera la última lágrima.

Trate de refugiarme en mí, y ser fuerte. Esto era lo que tanto deseaba y pareciera que me han impuesto un lugar en el que no quiero estar. Cuando estaba triste o había tenido un mal día solía irme a mi habitación, pero este momento superaba todas aquellas veces, y aún era más triste, que no estaba en casa.

- Tranquila. Al principio es triste y difícil separarte de tus padres, pero con el tiempo te acostumbras - Aquella chica había hecho una reaparición- Son muy tiernos, ellos van a estar bien. 

- Estoy bien - Respondí mientras limpiaba las lágrimas.

- Aun no nos hemos presentado, no formalmente. Me llamo Rachel.

- Soy Allicia, pero puedes decirme Ally. - le dije.

- Como puedes ver no es muy grande el departamento, pero tendrás tu propio espacio. He tomado la libertad de instalarme primero, y tú dormirás en la habitación que está a la izquierda terminando el pasillo justo al lado.

- Esta bien.

-Ve a dejar tus cosas y luego regresa para la cena.

Tomé mis cosas y me dirigí hacia mi habitación. En la pared de lado izquierdo colgaba una pintura de manchas  de colores, era un poco extravagante pero original.

Mi habitación era decente, tenía un pequeño closet, y una ventana con la cual podía mirar los edificios y todo lo que había fuera de esas cuatro paredes. Hacía ella se encontraban las escaleras de emergencia.

Desempaqué un par de cosas y comencé a instalarme. Mientras sacaba las camisas unas fotografías cayeron al suelo. Mi madre las había colocado entre las prendas de eso estaba segura pero no me di cuenta en que momento lo hizo. Las tome con cautela. Representaban mi infancia, cuando tenía cinco años y fuimos a casa de la abuela durante las vacaciones. Estaba entre mamá y papá, todos sonreíamos. Creo que éramos felices.

Regrese a la cocina para la cena, pensé que en mi primera noche yo cocinaría, pero Rachel se ha portado muy amable conmigo. Puede que esta sea una manera de hacerme sentir bien y darme una bienvenida. En la pequeña mesa había chocolate caliente y hot cakes de avena, con un poco de miel. 

 - ¿Qué piensas del lugar?- Dice Rachel para romper el silencio- La decoración de este sitio es  muy antigua, pero me encanta.

- Es agradable. 

Tal vez me llevaría un par de días acostumbrarme a una ciudad desconocida, una escuela diferente, lejos de todo lo que conocía. Todo sería completamente nuevo. Pero nada de eso me asustaba, era lo único de lo que estaba segura.

REBELDEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora