Un nuevo ciclo

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La universidad.

La última etapa de los estudios. Una época de hacer los mejores amigos, de tomar más en serio lo que es la madurez, de salir a las fiestas más salvajes, tener los estudios más difíciles y de mandar a la mierda todo de una puta vez.

Si. Esa época inicia para mi justo hoy.

Realmente odio levantarme temprano. Deberían hacer las clases de diez de la mañana a dos de la tarde. Si es menos tiempo, mejor.

El olor a salón nuevo. Aunque esta vez huele bien, la escuela no tiene mucho tiempo de que abrió. La verdad, parece una escuela privada. Los pupitres son pequeños escritorios. Las ventanas son enormes y da una buena vista a la ciudad. Cada salón tiene dos pizarrones. Dos aires acondicionados para cada uno. Y, al menos, cuarenta personas que me van a acompañar.

Pensé que no superarían los veinte alumnos. Pero esto ya va más del doble de lo que creí. Más de cuarenta nuevos rostros con nombre que tengo que aprender los más pronto posible. Apenas logro apreciar a dos que estaban en la preparatoria a la que yo iba, solo que en diferentes salones.

Todos escogen sus lugares. Yo me quedo en uno que esta junto a la ventana. Llega un nuevo maestro cada hora y, como es costumbre, nos tenemos que poner de pie, decir nuestros nombres, de dónde venimos, porque elegimos esta escuela, nuestros gustos, bla bla bla.

Los primeros días se me hacen eternos. No hablo con nadie. Apenas logro decir "hola" a los que se sientan junto a mí. Solo me la paso mirando la ventana, viendo como el sol va progresando en el trayecto hacia el crepúsculo. Además, mis escritos es el único modo de no caer en aburrimiento. Acompañado de mi celular y audífonos, puedo pasar bien el día (si se podría decir así).

Todo va bien, hasta que un día (ese maldito día) a un profesor se lo ocurre formar equipos.

—Bien. Diré sus nombres y los miembros con los que formaran sus equipos.

Esas malditas palabras que me dan dolor de cabeza con solo recordarlas.

Las mesas se ordenan, según los miembros y yo tengo que hacer lo mismo. Todos empiezan a hablar entre ellos como si ya se conocieran desde hace tiempo. Creo que solo yo soy el único callado, viendo como los demás platican como gente normal. Bueno, eso creía hasta que una de las chicas del mismo círculo está sentada, sonriendo un poco, y viendo como los demás hablan. Es extraño ver a alguien parecido a tu de esa forma.

Parece que se da cuenta que la estaba viendo. Yo solo le hago una mueca y volteo hacia otro lado, fingiendo que nada paso.

—Hola —Maldita sea, me hablo.

—Hola —Me obligo a contestarle.

—Gusto en conocerte —¿Acaba de sonreírme?

Durante los próximos treinta minutos, ella sigue insistiendo en seguir hablando. Tiene una voz muy chillona, parecida a la de una niña pequeña. Siento que es algo fastidiosa cuando empieza a hablar cada vez más. Suele expresarse mucho con sus manos, es algo llamativo en ella.

Al final de la clase, volvimos a nuestros lugares y yo volví a mi soledad. Escribí unos cuantos párrafos de mi historia y volvimos a clases normales. Aunque no sé porque, volteaba a ver a esa chica y me daba cuenta que se la pasaba mucho en su celular. Creo que lee muchos textos. No mensajes. Parecen textos largos, como si de un libro se tratase.

Despues de eso, ignore a todos por completo. El día terminó y todos volvíamos a nuestras casas. Yo solo guarde mis cosas y me largue directo a la puerta, no sin antes topármela por accidente. El baño de mujeres esta de camino a la puerta de la escuela. Ella se da cuenta que soy yo, el chico que la ignoraba de forma cruel en clases.

—Nos vemos mañana —¿Me volvió a sonreír?

Yo solo le devuelvo la sonrisa, aunque no tan grande como ella lo hizo. Sigo mi camino hasta la parada del autobús, el mismo que hizo para llegar a mi departamento.

De camino, voy con mis audífonos a tope. Viendo la ventana, imaginando que historias que puedo escribir. Y de la nada, su voz chillona suena en mi cabeza. La misma que me hablaba hasta que me daba dolor de cabeza sonaba en mi mente. Aunque, debo admitir que empieza a agradarme.

Al siguiente día, llego un poco tarde a la escuela. Mi alarma no sonó y me perdí el primer autobús. Tuve que pedir un taxi para que me lleve rápido a la escuela. Ya todos los asientos estaban ocupados, excepto uno: el que estaba frente a su lugar.

Me empiezan a recordar los momentos, un tanto, incomodos. Parece que ahora tengo que volver a repetirlos. Me siento, de mala gana, en la silla, sin quitarme los audífonos. Parece que la primera clase ya termino. Ni siquiera con los audífonos al tope puedo dejar de escuchar su voz.

—¡Hola! ¿Cómo estás bien? —Esa chillona voz.

—Bien. Estoy bien —De mala gana.

Empieza a hablarme más y más durante el transcurso del día. Yo soy lo más cortante que se es posible. Ella, aun así, me sigue hablando lo mayor alegre posible. Suena tonto, pero seguir escuchándola hablando sin parar empieza a ser agradable. Creo que esta chica si me agrada.

Pensamientos de un escritor enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora