Solo ocho días han pasado desde aquella primera conversación. Solo hemos hablado en el salón de clases. Durante el último fin de semana fui a mi ciudad natal, a solo dos horas en camión. Una corta visita de dos días para visitar a mis padres. Y algo para lavar ropa.
El lunes vuelve de nuevo. Ese día tan fachoso vuelve como cada siete días. Después de despertarme hasta el mediodía, ahora tengo que levantarme desde las cinco de la mañana. Solo llegaba con un humor de la fregada y deseaba irme a casa de nuevo a dormir.
Hoy es diferente.
Resulta que haremos algún tipo de festival, debido a la independencia de nuestro país. Teníamos la tarea de hacer una representación de uno de los estados que lo conforman; exponer su vestimenta, gastronomía, historia y esas cosas aburridas. Todos debían ir vestidos de una forma especial para la ocasión. Tenían que usar una ropa tradicional, pero en lugar de eso se fueron con ropa muy parecida a la de los vaqueros.
Yo estaba acomodando las mesas y sillas alrededor del aula, para poder hacer más espacio en el centro. Algunos otros compañeros también me ayudan con la misma tarea, y otros se ocupan de la decoración.
No sé si ocurre un milagro, pero al voltear a la puerta la veo entrar. Casi parece que tuviera alguna luz angelical sobre ella.
Lleva puesta una blusa negra, con listones de los colores de la bandera en sus orillas, un pantalón de mezclilla azul marino y zapatillas negras. Su maquillaje es algo discreto, labios rojos y sombras en sus ojos. Su cabello está recogido en dos trenzas, amarradas con listones de los mismos colores de la blusa. Puedo oler un perfume dulce cuando pasa cerca mío.
Ella llega y empieza a saludar a todos, así son sus inicios de día. Su amabilidad y la forma de socializar es algo que destaca mucho de ella.
Solo me saluda rápido y fue todo en ese momento. No es sorpresa, ya que así son la mayoría de las veces. Después de unas horas ya empezamos a hablar normalmente.
En mi mochila tengo impresas las hojas de mi historia. Se las había prometido hace una semana (en nuestra primera conversación). La emoción que irradiaba en cada detalle que le decía me gustaba bastante. Esa es la razón por la que me jure que le daría esto.
Esta sola, revisando su celular en silencio. Me acerco poco a poco. Mi corazón se está acelerando conforme acorto la distancia entre nosotros. Mis rodillas tiemblan en cada paso. Creo que también he empezado a sudar. Pero todo eso termina cuando llamo su atención, voltea a verme y le doy la primera entrega de todo.
Al menos cien hojas fue las que recibió. La cara de emoción y felicidad fue inigualable. Sus saltos eufóricos con una sonrisa llena de alegría son magníficos. Se lleva las hojas a su pecho, como si se tratase de un preciado tesoro.
—En serio, muchas gracias —Me dice con una sonrisa de oreja a oreja.
Apenas habían pasado veinte minutos desde que la vi por primera vez ese día y ya me lo había alegrado. Ya no hay nada que pueda arruinarlo.
O no lo sé.
Creo que me gusta.
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Pensamientos de un escritor enamorado
Romance¿Te has preguntado cómo es el amor en alguien que es capaz de relatar historias románticas? ¿Te has preguntado cómo lo vive alguien así? ¿Es lastimado? ¿Es inspirado? ¿Pensará que el amor es un sentimiento maravilloso? ¿o que es una pérdida de tiemp...