Capítulo 8

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—Evan —respondió Daniela al instante su celular.

—Dani ¿Nos podemos ver esta noche?

—Vengo llegando a mi casa, déjame llamar a Alfredo a ver si viene hoy a quedarse y te aviso.

—Si estás dudando en escoger, podemos comer pizza.

—Acabas de hacer que deje de dudar, te veo en la noche.

No estaba segura de que emocionarse todavía cada vez que Evan la llamaba, fuera normal, pero la verdad es que con solo ver su nombre en la pantalla del teléfono su pulso se aceleraba y las manos se le enfriaban. Amaba cualquier segundo que pasaba junto a él, era arrogante, engreído, divertido y definitivamente sabía cómo, cuándo y dónde besarla, tocarla, acariciarla y tomarla. Sus pesadillas habían cesado desde la primera vez que estuvieron juntos hace un poco más de un mes, pero no había dejado de soñar con él, cada noche que no pasara a su lado, regresaba en sus sueños.

Las cosas con Alfredo habían pasado a otro nivel, parecían un viejo matrimonio de esos que ya casi ni se hablan, Alfredo a veces volvía, a veces no, hace más de un mes que no tenían sexo, ella no se lo exigía, él tampoco. Alfredo muy perspicazmente había notado el cambio de Daniela en sus ojos, en su actitud y ambos estaban atareados con el trabajo, sin embargo Daniela sabía que él seguía viéndose con chicas jóvenes, de esas que morían por él cada vez que llegaba a su oficina en la empresa, pero por alguna extraña razón no le causaba celos, a lo mejor tenía que ver con el hecho de que él mantuviera su cepillo de dientes en el lavamanos de su apartamento y más de un cambio de ropa en el armario.

Lograba verse casi todas las semanas con Evan, amaba su sonrisa, su olor, sus besos, la llamaba de vez en cuando y ella siempre se emocionaba, lo extrañaba apenas se iba y se sentía como una adolescente cada vez que terminaban haciéndolo en su casa o en la de ella. Se sentía diferente, era como si lo necesitara para estar completa y como si no le faltara nada más cuando estaba con él.

—Alfredo —dijo Daniela cuando este le respondió el teléfono.

—Dime cariño.

—¿Vienes hoy?

—¿Quieres que vaya? —preguntó Alfredo divertido.

—Eso no es lo que estoy diciendo —dijo Daniela fingiendo estar ofendida.

—Tranquila, tengo mucho trabajo todavía y se me hace más fácil ir a dormir a mi apartamento ¿Te busco temprano para desayunar?

—Lo que pasa es queee… —Daniela buscaba una excusa para zafarse del compromiso del desayuno— quedé en ir temprano a verme con Verónica para algunas cosas de trabajo ¿Te importa si lo posponemos para el almuerzo?

—No tengo ningún problema cariño, nos vemos mañana, te llamo para recogerte.

—Un beso.

También habían pasado semanas desde que Daniela ya no se sentía culpable por colocar excusas entre ella y Alfredo, la verdad es que debía de buscar el momento oportuno para terminar aquello, pero no quería darse a sí misma esperanzas de que lo de Evan fuera en serio, le gustaba demasiado y no le gustaba la idea de que un día simplemente se acabara y ya no tuviera a Alfredo a su lado.

—Ding, Dong.

—¿Qué haces aquí tan temprano? —dijo Daniela sorprendida al ver a Evan en su puerta sosteniendo una caja de pizza.

—Pizza para la señorita, sin anchoas y con muchos champiñones —dijo Harry simulando ser un repartidor de pizza. Daniela colocó una mano en su cintura y miró a Harry exigiendo una respuesta a su pregunta —Está bien, está bien —dijo Harry rindiéndose con las manos— no aguantaba las ganas de verte, quise esperar a que me llamaras pero no me resistí.

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