Jack liberado se puso en pie en la cama haciendo que mi postre arrodillada se convirtiera al instante en esclavitud.
Sus dedos se transformaron en suaves plumas que recorrían mi cuello y cara haciendo de cada caricia un oasis. Inclino su cuerpo en un perfecto ángulo de noventa grados combinando mi lengua y la suya en una comunión perfecta. Al fin sus dedos se entrelazaron con mi cabello y en un instante me vi sin apenas aire de la presión que ejercía mi cabeza contra la cama, no descuidó en colocarse justo detrás de mí y me inundó creando un sin fin de colores, sabores y sensaciones. Cada embestida me llevaba a un paraíso nuevo, una mezcla de odio y cariño enlazados de forma muy peculiar acercaban el climax con cada azote y desgarro capilar.
De pronto mi cuerpo se vio atrapado en una espiral que combinaba ambos climax haciéndome caer en mil pedazos sobre la cama.
Ambos, exhaustos, ya volvíamos a estar vacíos.2/3