Doce

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  Cuando Jensen volvió a la comisaría, se encontró a Somers sentado ante suescritorio, estudiando las fotografías de los asesinatos más recientes.—¿Le has sacado algo a Sánchez? —preguntó levantando la mirada.Jensen se quitó la chaqueta y la lanzó a su escritorio, golpeando el respaldo dela silla y deslizándose al suelo.—No es muy comunicativo con la policía, ¿no?—Te advertí que sería un trabajo duro.—¿Y a ti cómo te ha ido? —preguntó Jensen, mientras observaba las fotografíasPolaroid en el escritorio de Somers—. ¿Alguna pista del forense?—Nada. Tardarán una semana en descubrir que la mitad de las huellas queestán examinando son suyas.Jensen le rió la gracia mientras se estiraba y tomaba una de las fotos que Somersya había descartado, poniéndola en un lado de su escritorio. Era una imagen horriblede uno de los dos cuerpos. Una masa de carne y huesos ensangrentados. Mucho peorque la escena en la granja.—¿Cuál de ellos es éste? —preguntó, con mal cuerpo. Somers levantó la vista.—Creo que es ella. Difícil de decir, ¿eh?Jensen frunció el ceño. Había descubierto que fruncir el ceño era el mejor modode concentrarse en lo que estuviera haciendo. No sabía por qué, pero tenía susmejores ideas cuando fruncía el ceño. En ese momento pensaba que debía haber unvínculo obvio entre todos los cuerpos. Los asesinatos parecían todos iguales, pero¿qué unía a las víctimas? ¿Qué tenían en común? Ya iban por el séptimo cadáver.—Me imagino que estos dos fueron asesinados por la misma persona opersonas que mataron a los otros cinco, ¿correcto? —preguntó Jensen.—Es imposible engañarte.Se dirigió a su silla y se sentó, dejando su chaqueta en el suelo. Entonces serecostó y estudió la fotografía detenidamente. Debía de haber alguna pista. Algodebería llamarle la atención. Pero ¿qué? El vínculo de esos asesinatos no aparecía enlas fotografías. ¿Tenía Somers una teoría al respecto?—¿Has encontrado algo que relacione a las víctimas? —preguntó Jensen.Somers negó con la cabeza, todavía estudiando las fotografías.—Nada... Las víctimas parecen seleccionadas al azar. Lo único que tienen encomún es que a todas les sacaron los ojos y les arrancaron la lengua.ANÓNIMO EL LIBRO SIN NOMBRE- 54 -—Así que ésa es la tarjeta de visita del asesino... —Se puso en pie y recorrió elpequeño espacio entre los dos escritorios.Somers volvió a negar con la cabeza. No parecía convencido.—No creo que sea relevante. Está claro que el mismo tipo cometió todos losasesinatos. Sabe que vamos tras él. Por tanto, ¿por qué molestarse en dejarnoscualquier pista adicional? —Era obvio que Somers se refería a Kid Bourbon.—Tal vez no sea él... —Jensen ofreció la posibilidad de discutirlo.—Es él, Jensen. Siéntate un momento, por favor.Jensen recogió su chaqueta del suelo y la acomodó en el respaldo de la silla, quegiró para sentarse frente a Somers.—Dime...Somers dejó las fotos en la mesa y apoyó los codos. Parecía cansado... Jensennotó cierta impaciencia en su actitud.—Acordamos que yo no me burlaría de tus teorías paranormales, y que túvalorarías mi teoría sobre Kid Bourbon, sin desecharla irreflexivamente, ¿cierto?—Sí, cierto.—Bien, Jensen. No esperes un golpe de efecto en esta investigación, porque nose demostrará que la ex esposa de Kid Bourbon cometió todos los crímenes y trata deincriminarlo. Tampoco será el mayordomo... Y Kevin Spacey no entrará en lacomisaría cubierto de sangre y gritando: «¡Oficial...! ¡Oficial!» Ni tampocoencontrarás la cabeza de tu esposa en una caja en el desierto. Kid Bourbon cometióestos asesinatos. —Hizo una pausa para recuperar el aliento, pero acabósuspirando—. Ahora bien, si realmente quieres ayudar a resolver este caso,encuentra un motivo o adivina quién será su próxima víctima. ¡Oye!, si descubresque Kid Bourbon es un marciano, o que es un fantasma y necesitamos los serviciosde un exorcista, entonces lo haremos. Pero debes saber esto, Jensen: si estás buscandoa otro asesino, pierdes el tiempo. Confía en mí. Dedica todos tus esfuerzos aencontrar a Kid Bourbon, o a averiguar quién diablos es. Sólo entonces encontrarás anuestro asesino.Jensen podía sentir la creciente frustración en la voz de Somers. Sabía que sucompañero creía ciegamente en lo que estaba diciendo. Y él mismo sospechaba que eldetective podía estar en lo cierto, pero no quería descartar otras posibilidades. Pese atodo, si deseaba que Somers le ayudara, tendría que seguirle la corriente.—Somers, no me malinterpretes. Puede que tengas razón, pero recuerda que yoveo el caso desde otra perspectiva. Quizás encuentre algún detalle que hayas pasadopor alto. ¿Quién sabe? Te prometo que me lo tomaré en serio.—Muy bien —dijo Somers—. Aquí tienes los nombres de las víctimas hasta elmomento. —Sacó su libreta del bolsillo de la camisa, la abrió, tomó el lápiz ycomenzó a escribir en una página en blanco.»No he descubierto nada que los vincule. A ver qué encuentras tú...Su voz insinuaba sarcasmo y frustración, mientras arrancaba la hoja y laarrojaba sobre el escritorio a su compañero. Jensen miró la lista de víctimas. 

ANÓNIMO EL LIBRO SIN NOMBRE  -Sarah King Ricardo WebbeKrista FaberRoger SmithKevin LeverThomas GarcíaAudrey GarcíaNada le llamó la atención, pero eso no era sorprendente. Lo que realmentenecesitaba era conocer los antecedentes de las víctimas. Algo que todas hacían en sutiempo libre, algo que todas habían visto... el vínculo estaría en esa clase deasociaciones. Jensen era especialista en descubrir vínculos escondidos. Estaba segurode que lo resolvería. La pregunta incontestable era la siguiente: ¿cuánto tiempo teníaantes de que el asesino seleccionara a la siguiente víctima?—¿Ya lo has resuelto? —bromeó Somers.—Todavía no, pero déjame la lista. Revisaré todos los archivos disponiblessobre estas personas. Confía en mí. Si hay alguna relación entre ellas, la encontraré.—Muy bien —dijo Somers—, te dejaré encontrar qué las une. Pero, a cambio,quiero que hagas algo por mí.Jensen dejó de observar el papel con la lista de nombres y atendió a Somers.—Seguro, lo que sea. Dime en qué puedo ayudarte.Somers se aclaró la garganta y miró con dureza a Jensen, buscando susinceridad. Al final, convencido de que su compañero estaba dispuesto a hacer lo quefuera por él, formuló la pregunta que Jensen estaba temiendo.—Agente, dime... ¿por qué, después de tantos años ignorando Santa Mondega,el gobierno de repente decide enviarnos a un investigador de lo sobrenatural? Aquí,durante el último siglo, se han producido más asesinatos que en cualquier otra partedel mundo, pero hasta ahora siempre lo habíamos resuelto todo localmente. Dime,¿por qué ahora? ¿Y por qué enviar a un solo hombre? ¿Acaso la información quemaneja el gobierno es tan secreta que debe confiarla a un único policía?Jensen se removió en la silla. Claramente, Somers era mejor agente de lo que lehabían contado.—Vamos, Jensen —Somers continuó—, quiero saber qué me estás escondiendo.El gobierno te ha dado alguna información privilegiada sobre el caso en que yo heinvertido cinco años de mi vida. ¿Qué sabes? ¿Qué tiene todo esto de sobrenatural?—Muy bien. Seré franco contigo. Pero espero que esto no salga del despacho...  

El Libró sin NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora