" Momento difícil "

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No sé que hago aquí

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No sé que hago aquí.

Tengo un nudo en la garganta y un deseo enorme de salir corriendo sin ningún rumbo fijo a donde ir.

Estoy a punto de llorar, pero me niego hacerlo, tengo que ser fuerte. Así que trago el sin fin de sentimientos apuñados en mi garganta.

Anoche, cuando Oliver me pidió que le permitiera una última cena con él , no quería aceptar, pero igual le dije que sí. No había encontrado suficientes excusas para no hacerlo, aunque las tengo.

Y es que es tan difícil que tu prometido de tantos años, el hombre con el que soñabas casarte pronto y sobre todo la persona que amas un día te mire a los ojos, te tome de las manos y te diga que se va lejos de ti.

De eso hace ya justamente un mes, y aunque he tratado de portarme como la mujer que soy, aun no he logrado asimilarlo. Lo peor de todo es que hoy es nuestra cena de definitiva despedida y mañana temprano se va.

¡Dios!

¿Cómo alguien puede aceptar que el amor de su vida se vaya a un viaje del cual no sabe cuando regresa? ¿Cómo se puede renunciar tan fácil a un amor tan puro y sincero?

Yo acepté perderlo.

Y no se si habrá algún tipo de problema en mí, pero Oliver a trabajado mucho para lograr un día convertirse en el digno heredero de la empresa de sus padres y estudiar en una de las mejores universidades le puede ayudar a lograrlo, ¿y yo? ¿Cómo puedo negarle eso? Por mas que lo ame no puedo cortar sus alas y lograr que por aferrarme a él deje de lado convertirse en lo que quiere. Pero sobre todo él fue muy claro conmigo.

Me dijo que no quería hacerme daño, estaría mucho tiempo lejos, sin una fecha de vuelta y que lo mejor sería que terminara nuestra relación.

Lo entendí...

Duele.

Pero entendí. Tal vez para él, tanto
tiempo lejos es suficiente para romper lo nuestro.  Así que fue un acuerdo mutuo, y debo dejarlo ir aunque lo amo con cada parte de mi ser.

Oliver hasta ahora ha sido el primer hombre en mi vida y hoy me veo aquí y no sé si podrá haber otro.

Hoy estoy justo frente a él por última vez, en la cena más amarga de mi vida. Y es que ni siquiera pude negarme cuando me rogó que cenara con él por última vez. Pasó por mí a las siete de la noche y me trajo a un lindo restaurante. Pero desde que llegamos aquí no hemos hablado mucho. Él sólo me mira como si quisiera decirme tanto y no sabe que decir —Es mejor así, Oliver —digo en mi mente.

Es suficiente con todo lo que siento. Pero aun así Oliver rómpela silencio y toma mi mano.

—Desde que te conocí, has sido la razón de levantarme cada mañana, Ana. Me convertiste en el estúpido mas feliz. —finaliza esas palabras con un suspiro y yo reprimo mis lágrimas.

—¿Por qué me dices eso, Oliver? —mi voz suena a punto de quebrarse.

—Porque siempre serás esa razón.

Su voz suena segura, pero tensa.

—Te vas mañana, Oliver... —es mi única respuesta y me odio por ello, pero sé que no podré decir más. La cena termina en un silencio total y está tan tenso todo que mo puedo evitar pedirle que me lleve a casa.

De camino me concentro en mirar por la ventanilla mientras él conduce y suena bajito una linda canción. Cuando llegamos casi salto de su auto deseando entrar a casa y simplemente sacar todo lo que me he guardado dentro, pero antes de siquiera escapar de él, me detiene tomándome del brazo

—Ana, sé que es egoísta se mi parte , pero podrías ir conmigo mañana al aeropuerto?

¡¿Por qué me haces ésto Oliver?!—grito en mi mente, pero sólo respondo:

—Sí —tal vez es lo que necesito para convencerme de que esto terminó

Se acerca y me da un casto beso en los labios que huele a despedida —Te amo, Oliver —Digo en silencio mientras deja su frente pegada a la mía y cuando creo que no dirá nada más.

—Ana podría dejar todo esto a un lado y quedarme por ti...

Entonces recuerdo la conversación con su madre hace unos días.

Ella me pidió que fuera a su casa y...

—Ana, ¿Cómo estás?

¿Qué pregunta era esa? pero igual contesté.

—Bien.

Me faltaba un poco de aire y las lágrimas amenazaban con desbordarse.

—Ana, creo que ya sabes que Oliver se va, no fue fácil de convencer, su padre quiere que tenga mucho éxito y amplíe sus horizontes, pero para eso es mejor que se vaya.

En cada palabra tomaba una pausa como para ver si yo diría algo, aunque sabía que la decisión ya estaba tomada.

En mi corazón había un hueco enorme, aún no se había ido y ya lo extrañaba.

—Bien — dije sencillamente, y es que no había mucho que decir cuando sabía perfectamente que ella más que nadie deseaba que su hijo se alejara de mí y también sé que se valdría de lo que sea para lograrlo. Incluso convencerlo de que es lo mejor para él.

—Sabía que entenderías —terminó con una sonrisa.

—Debo irme —fue mi respuesta y al d
dar la espalda escuché nuevamente su voz.

—¿Ana?

—¿Si? —contesté.

—Déjalo ir —casi pude reír con sus palabras, sin embargo no lo hice.

Ellos querían que se marchara, pero sabían que si yo se lo pedía, él se quedará justo a mi lado, porque por sobre todas las cosas ese corazón me pertenecía, él es mío.

Retiro esos pensamientos de mi cabeza y me concentro en el presente.

—Debes ir por lo que quieres.

Entro a mi casa y escucho su auto marcharse después de un par de minutos. Entonces me derrumbo en la puerta y lloro.

—Ana, nena tranquila, todo estará bien —mamá se acerca y me abraza.

Ella sabe todo lo que está pasando y quiere darme ánimo, pero no es tan fácil.

Eso también lo sabe.

—Gracias, mamá.

Me levanto y voy a mi habitación sabiendo que el día de mañana será aún más difícil, pues me tocará ver a mi Oliver marcharse.

Mi Pequeña ValentinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora