Capítulo 4

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Hace sol. Se pueden ver sus rayos luminosos inundar la habitación desde la ventana. Por un segundo, pienso en levantarme de la cama y acercarme al cristal, para poder ver en su reflejo el parque infantil situado en frente del pabellón en el que se encuentra mi habitación. Supongo que si lo hiciera, podría ver a los niños columpiándose mientras sus padres los empujan, tirándose de largos toboganes, haciendo castillos en la arena. Casi puedo percibir sus risas, su alegría, su inocencia.... todo aquello que la vida nos arranca poco a poco a algunas personas. Quizá es que realmente no lo merecemos. O nunca lo tuvimos en verdad. ¿Era feliz de pequeña? ¿Todo era tan idílico como nos hacen creer a los a los "mayores"? No lo sé. Nadie lo sabe. Por supuesto, yo no tengo derecho a planteármelo ya que ni siquiera poseo ningún recuerdo de aquella época. Lo he olvidado todo. Por mucho que cierre los ojos y apriete mis párpados con fuerza, aunque intente con toda mi energía atrapar las imágenes que a veces rondan, o mejor, corren por mi cerebro, no consigo ver ninguna. Solo puedo recordar el día del incidente, la cara atemorizada de mis padres y a mi misma despertándome en esta triste y solitaria habitación. Todo aquello que se remota más atrás de aquel día, es solamente una gran espacio en blanco. Paradójicamente, este vacío me pesa, como una carga que tengo que soportar las veinticuatro horas del día, lo que me hace no tener fuerzas para poder levantarme. El no saber me consume por dentro, me pudre, me marchita, me apaga, me....Sin embargo, creo que el saber acabaría conmigo directamente. Ninguno de los médicos que me ha tratado hasta ahora ha sabido decirme cual es la causa de mi amnesia ni cuánto tiempo durará. La doctora Martínez, la última persona en adquirir el cargo de mi médica de cabecera, está convencida de que mi problema se debe a alguna enfermedad desconocida o a alguna carencia en mi cuerpo que aún no han sido capaz de detectar. "A ti no te pasa nada en la cabeza, cielo" me dice siempre que viene a hacerme la revisión o alguna prueba extraña "Sé que el doctor Agustín está convencido de lo contrario, pero ya verás como después de este análisis, le hacemos cambiar de opinión" Si, cada profesional tiene una teoría distinta sobre el por qué de mi situación. Por el contrario, nadie sabe la verdad. Ni siquiera yo. ¿O sí?

De repente, oigo un ruido en la lejanía, una voz aguda e infantil. Un llanto. Algún niño debe de estar llorando en el parque. No quiero acercarme y mirar por la ventana pero mis pies se mueven solos hacia ella. No me apetece ver el mundo exterior y recordarme a mi misma que ya no pertenezo a él, que estoy encerrada en este lugar para siempre. Sin embargo, un extraño magnetismo me atrae hacia los rayos de luz y ese llanto prematuro. Ese sonido lejano, hiriente y conocido. Se me hace un nudo en la garganta y la cabeza empieza a darme vueltas pero aun así sigo acercándose hasta pegar mi cabeza contra el duro cristal. A continuación, mis ojos, entecerrados por la incisión del sol, tornan mis pupilas hasta los columpios donde juegan los niños. Todo parece risas y diversión contagiosa y no puedo evitar que se forme una sonrisa en mis labios. Por un simple segundo, ya no estoy en ese horrible lugar, sino cayendo por los toboganes, rozando la arena con mis pequeñas manos, columpiandome tan alto que podría llegar a la luna... Pero entonces la veo a ella. Es una niña de unos cinco o seis años. Es hermosa. Su pelo largo, oscuro y rizado contrasta a la perfeccion con su pálida piel y sus ojos azules. Ese azul, puro, brillante y enigmático se encuentra intensificando por las lágrimas que brotan de él y recorren lentamente sus mejillas sonrodadas. Ella no está jugando con los demás niños, de hecho ninguno le hace caso. Está colocada justanente en el centro del círculo vallado que forma el parque infantil, de pie, con la expresión de dolor en el rostro mas sobrecogedora que había visto nunca. Sin embargo, a primera vista no parece que tenga ninguna herida y no hay signos de que se hubiera caído. Solo su presencia me transmite una pesadez que no soy capaz de soportar y siento la necesidad de huir de ella y, al mismo tiempo, de correr a su lado. Todo es demasiado confuso. Creo que debería volver a la cama y olvidarme de ella cuanto antes. Estoy a punto de apartar la vista cuando sus labios empiezan a moverse y susurran la palabra "ayuda". Un escalofrío recorre mi espalda. ¿Cómo es posible que yo la haya oído? O mejor ¿Por qué parece que nadie mas lo haya hecho? Nadie parece percatarse de su presencia, como si no estuviera sufriendo, como si no necesitaría ayuda, como si fuera invisible. Me quedo paralizada y escucho cómo pronuncia esas palabras una y otra vez con un timbre desesperado y familiar pero tan bajito que siento que me está susurrando al oído.

"Ayúdame, ayúdame" repite todo el rato mientras el mundo se tambalea a mis pies. "Nada de esto es real, es solo el laberinto que me confundiendo otra vez" me digo a mi misma. Sin embargo, esta alucinación es tan distinta a las demás, esa niña parece tan real, y siento una conexión con ella tan fuerte... Cierro los ojos e intento con todas mis fuerzas buscar a alguien como ella en mis recuerdos, pero estos siguen huyendo de mi demasiado rápido.
-Me fallaste Iris, no pudiste salvarme-me replica con un hilo de voz

Después de pronunciar esas palabras, todo se queda en silencio: la habitacion, el parque, mi cabeza, mi corazón... Ya no la oigo pidiendo auxilio ni a los niños reir en los comumpios. Tengo un mal presentimiento y decido abrir los ojos para ver a dónde ha ido todo el mundo, dónde está ella. Cuando lo hago, no puedo evitar ahogar un grito y agarrarme a mi misma con fuerza para no caerme de la impresión: la niña sigue en el centro del lugar. Está tumbada, con los ojos abiertos. Un charco de sangre la rodea y va fluyendo lentamente, empapando toda la arena. Esta muerta. Esta muerta y a nadie parece importarle. Todos los demás, tanto los niños como sus padres, la han dejado allí, sola. Entonces empiezo a gritar. No pido auxilio ni pretendo que nadie vaya a sacar el cadáver, solo emito un ruido extridente que brota de lo más profundo de mi alma rota. Como si el cielo quisiera compartir mi dolor, empieza a emitir truenos y relámpagos y una lluvia estridente no tarda en caer, empapandola, borrando el rasrtro de su sangre inocente. Tiene que tener tanto frío, y debe de sentirse tan sola en este momento. Quiero ir, abrazarla y decirle que todo saldrá bien, que se recuperará y volverá a jugar con sus amigos. Pero no puedo. Solo puedo gritar y contemplarla a través del cristal empapado de gotas de agua.

-A nadie le importaba esa niña

Oigo una voz a mi espalda y sé al instante de quien se trata. Tengo tanto miedo que no me doy la vuelta para mirarla ni cuando me clava sus garras en mi cuello.

-Ni a ti tampoco, o no la hubieras dejado ir.

No se de lo que me está hablando. De hecho, ella nunca había intentado tener una conversación conmigo.

-Ahora ya es tarde pero aún puedes hacer algo.

¿Me está echando la culpa de la muerte de la niña? ¿Qué es lo que quiere que haga?

-No puedes pasarte la vida huyendo, Iris. Ven conmigo y arrglemos las cosas.

Sigo sin darme la vuelta. Mi mirada vuelve al parque y mi me quedo paralizada al ver que la niña ya no está en el parque. Ni su sange. Se ha desvanecido.

-¿Como es eso po...-estoy a punto de terminar la pregunta, pero me doy la vuelta  y la criatura tampoco esta.

En las galerias del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora