Prólogo.

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Diciembre de 1840.

Aquel Diciembre sombrío, cuando me complacía ver la pálida nieve caer tras mi ventana. Siempre había querido sentirla, pero era casi imposible salir y sobrevivir al delicado clima frío de Arendelle. Todo transcurrió tan de repente, recuerdo cada insignificante detalle que me atribuías día con día, y cada absurda discusión que atesorábamos al menos tres veces por semana. Mis lágrimas amenazan por salir y estallar al igual que las palabras que tengo por escribir; ya no puedo más, necesito olvidar esto de una maldita vez. No sabes lo que daría por jamás haber escapado y que ahora te encontrarás a mi lado; pero es inútil, no puedo, no tuve el suficiente valor para enfrentarte, para rescatar el lazo rojo que nos mantenía unidos, que nos mantenía vivos como la feliz pareja que llegamos a ser.

Escribo esto porque quiero que el mundo sepa que en verdad te amé, te amé demasiado, más que a mi propia vida; recuerdo nuestros paseos por el fiordo y tus miradas de deseo atravesándome la piel, como nunca en este mundo ni jamás podrá existir un amor tan grande.

Sé que no podrás leer esto, sé que debí decirlo en su momento y que ahora estás feliz y te encuentras en un lugar mejor, un lugar estupendo donde no volverás a sufrir como lo hiciste aquí, en la tierra. Ahora recapacito todo el mal que te hice, la estúpida e inconsciente manera en la que te traté, pero quiero que sepas, que fui una idiota, no supe como valorarte, no supe apreciar la magnífica persona que fuiste conmigo y ahora, ahora es demasiado tarde para remediarlo. Ya no sé cómo seguir con mi patética vida, siento que es imposible, todos siguen devastados por tu muerte a pesar de que han pasado años, sí, dije todos porque también lo estoy, ¿cuando sucedió que un chico como tú, se haya sacrificado por una basura como yo?

Es impactante la forma en la que nos dejaste, en la que me dejaste, preferiría mil veces el hecho de estar prisionera a que no estés conmigo, con nosotros, lo más doloroso no fue tu partida, sé que todos algún día todos nos iremos, lo entiendo perfectamente nacimos para morir. Lo que en verdad me duele es ver a tu familia, a mi familia, a un pueblo entero y reinos brindándote homenajes, creo que nadie se ha dado cuenta que eso nos vuelve más débiles y nos destroza mucho más. Quiero que esto termine, maldita sea, quiero que esto acabe de una buena vez.

A veces deseo quitarme la vida y acompañarte donde ahora estás, pero pienso, y vuelvo a pensar, en que eso lastimaría a más personas, sería injusto arrebatar les no solo al rey, sino ahora también a la reina; alguien tiene que guiarlos hacía el camino de la prosperidad, algo que siempre estuvo presente aquí, en tu reino, menciono tu reino, por eso era, tuyo, no lo podría llamar mío porque siempre fui una asquerosa líder, nunca me preocupe exactamente por ellos, siempre busque y arregle las cosas a mi conveniencia, a mi felicidad. Sé que cometí demasiados errores y te juro que estoy tratando de arreglarlos, te lo prometí y ahora lo estoy cumpliendo, ruego a Dios poder lograrlo, por ti, porque quiero que te sientas por primera vez orgulloso de mí.

Creo que las lágrimas al fin son libres, libres de escapar, de liberarse como lo hice, pero espero que ellas no causen un alboroto y estropeen todo como yo, espero que logren el objetivo que pretendía alcanzar; disfrutar de la libertad que ansiaba por vivir, por sentir. En verdad ya no sé cómo seguir, este es simplemente el comienzo de una historia que al parecer no tuvo un final perfecto como los cuentos de hadas, pero seguiré porque aún no he sacado todo de mí, aún guardo miles de sentimientos encontrados que no se manejar, ¿irónico, no? Manejaba a todos a mi antojó y ahora no puedo tomar las riendas de un manojo de emociones que habitan en mi ser. Es más de media noche, creo que está apunto de amanecer, 4:27 para ser exactos, ¿por qué? Por favor, es la hora más odiada de mi vida, la hora de tu partida.

Ellas no paran de salir, lágrima tras lágrima, estoy sollozando sin cesar. Ahora vienen a mi cada momento que pase contigo, pero dejare eso para otro día, me parece suficiente con esto, basta recordar la hora de tu muerte para atormentarme, para recordarme la porquería de persona que soy y que el mundo aclama como si se tratase de una diosa, ya no puedo más, se acabó.

Un amor tan grande (Helsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora