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Una disculpa por no haber estado activa, no estoy al 100% en ningún maldito sentido. Lo siento.

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Una vez duchado y con un aspecto más decente me presento en la pequeña cafetería en la cual se había ofrecido a verme, como otras tantas veces. La campanilla suena al abrir la puerta y me toma desprevenido, puesto que contengo el aire y me giro a mis espaldas, en busca de cualquier cosa que me regrese poca de aquella dignidad perdida. Suspiro y cierro los ojos unos segundos deseando que Evvan aún no se encuentre expectante sobre la mesa de fondo, como es de costumbre. Todavía no logro asimilar los lugares donde su hermano podría estar y tampoco sabía cómo contarle lo ocurrido en la mañana.

Claro está que al ser yo de quien se trata este juego de azar, él ya se encuentra sentado, con los codos sobre la mesa y la cabeza hundida en una taza de humeante café. Camino unos pasos con la cabeza gacha, agradeciendo el pequeño tumulto de gente que me esconde de Evvan e intento poner mi mente en claro...

«Mierda. Esto no va a funcionar...»

En cuanto la multitud de gente en la que me resguardaba, se dispersa hacia sus respectivas mesas y Evvan concentra su mirada opaca y cansina sobre mí. Asiente un par de veces con la cabeza, tan sigiloso y resguardado como siempre, y vuelve a perder su atención en la pequeña pieza de porcelana humeante que reposa en la mesa.

Suelto una risa llena de nervios y tuerzo mis manos a mis costados tan disimuladamente como me es posible. Finalmente son mis piernas las que me conducen hasta él sin orden previa y son mis brazos los que lo rodean con fervor.

─ Hacia tiempo de vernos ¿no? ─comenta descuidado una vez que ambos tomamos asiento en aquellas pequeñas sillas de pulcra madera blanca. Dejo mi celular en mi esquina de la mesa y asiento ante su comentario. Su mirada iba más allá de lo que sus palabras pudiesen llegar a expresar nunca; parecía que aquellas obres marrón desprendían una fúnebre y oscura melodía que pocos llegan a escuchar. El único motivo de vernos era obvio: saber el estado de su hermano; recaídas y avances...todo aquello que fuese o no relevante para los Grassi.

Y aquí era donde las malas noticias entraban.

Maldiciones en enormes carteles neón se desplazaban en el aire, a punto de ser dichas y juradas. Lo único que me regresa al presente es el profundo suspiro que le brota de los labios a mi compañero.

─ Ni lo digas... ─ respondo finalmente, con una confesión colgando de los labios, lista para saltar a la charla.

Esas son las únicas palabras dichas en un largo rato lleno de miradas a medias y dudas sin respuesta que nunca llegan a ser llevadas a cabo. Varias veces abre la boca, busca un punto fijo al que mirar y justo cuando las palabras están por salir, son abruptamente reprimidas y silenciadas tras un suspiro de frustración.

─ ¿Cómo está su hija? ─ Una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios. ─ ¿Katherine?

Asiento con la cabeza repetidas veces, contagiándome de aquella falsa felicidad que esbozan sus labios.

─ Ella está muy bien...si... ─ aclaro mi garganta. ¿Es ese tipo de conversaciones donde se presume de las calificaciones de los hijos donde la frente en alto tiene que remarcar el orgullo? ¿Y si simplemente digo que todo va bien? Si, eso suena mejor. ─ ¿Qué tal tus hermanos?

─ Ha...ha sido algo pesado, todos estos años han estado trabajando. Dannie está encerrado y Stan comenzó en una brigada de policías hace unos meses...Aparentemente lo aprendieron de un idiota que se quiso pasar de listo y entró al otro bando.

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⏰ Última actualización: May 07, 2017 ⏰

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