Recuerdos del Ayer: Parte 3

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Es cierto que un vaso medio vacío de vino es también un vaso medio lleno. Pero una mentira a medias de ninguna manera es una media verdad. – Jean Cocteau

Capítulo 8



Luego de la captura de Mathew Craw por parte de FACTORY, estuvo tres días inconsciente. Por lo que, cuando se despertó no pudo evitar tener una crisis, al observar dónde se encontraba. Lo peor, es que fueron los recuerdos de ese día, los primeros en golpearle directamente al rostro: su madre, padre y hermana habían sido asesinados por la compañía. 

Su heroína, su preciosa hermana que solo buscaba defender a los archienemigos que buscaban lastimar su familia. ¿Había sido un error haberle dicho que era una heroína? ¿Será que debió hacerle saber que era tan humano como todos ellos? Y es que, mientras la muerte esté delante de cualquier especie, seguían siendo tan iguales como todas las criaturas creadas. ¿Qué era entonces lo que ellos llamaban como fenómenos  o evolución? ¿Mutantes o no mutantes? ¿Infectados o no?

Volvió a ver delante de él la imagen de su hermana con las manos enrojecidas, su madre envuelta en una fina capa de llamas, y el rostro de horror de su padre contra la pared. Se vio a sí mismo llorando y acurrucándose con ellos. Recordaba que, por primera vez, quiso haber muerto con ellos.   

Escuchó los gritos de sus padres, los alaridos de su hermana, y los rostros de angustias. También, recordó la soberbia de los agentes, y el poco tacto que tenían con los de su especie. ¿Realmente estaba enfermo? Él no hubiera hecho nada de aquello de no haberse presentado esa situación. Incluso pudieron raptarles de forma tranquila, sino se hubieran puesto tan alterados o nerviosos como estaban. Lo peor es que sabía que iban por Christopher y Ransell. ¿Les habrían atrapado?, se preguntó en aquella cama rígida donde le tenían atado.

Se trataba de una habitación blanquecina, de la que una sustancias pasaba a través de un cable, que a su vez iba hacia una aguja que estaba insertada en una de sus venas de su brazo izquierdo. Escuchaba ruidos de máquinas. Y, aunque la habitación estaba a oscuras, vio la enorme lámpara apagada por encima de él. No parecía una habitación de hospital donde atendían los hospitalizados, más bien, parecía un quirófano. Tenía frío, pero se debía a que lo único que le cubría era una bata quirúrgica y debajo de esta sentía su desnudez.   

Escuchó voces aproximarse. La lámpara fue encendida haciéndole arrugar los ojos por la sensibilidad de la luz, y para cuando trató de ver quienes ingresaban a su habitación, solo escuchó: "Con que has despertado. Te necesitamos dormido todavía para hacer el resto de las pruebas..." Dicho eso, su vista volvió a nublarse con la imagen de la bata de aquel científico, el cual no logró ni verle el nombre en su identificación, y cayó dormido. 

Las semanas siguientes, fueron pruebas mucho más duras, ya que ellos no dudaron en realizar numerosos experimentos con él, no solo lo conectaron a más máquinas, sino que le obligaron a tomar pruebas de  atletismo, de respiración y sensoriales; sumado a una gran cantidad de extracción de sangre e inyecciones, dónde muchas veces se descontrolaba su temperamento, y terminaba con un dardo en el cuello que lo dejaba noqueado. Ellos y él lo sabían, aunque no tenía control de sus poderes, comenzaban a desarrollarse y podía sentirlo. 

No sabe cuánto tiempo pasó, pero sabía que había sido más de un año. No podía determinarlo bien, porque pasaba más tiempo sedado, dormido o desmayado que despierto. En una de las tantas veces que le analizaban, vio su reflejo en el cristal y observó que había perdido, tal vez, más de diez kilos. Se sentía débil, pero sabía que así necesitaban que estuviera para no poderles causar ningún tipo de daño. Era, definitivamente, una completa mierda para él. Pero solo debía esperar. 

Código Genético: La Rebelión [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora