[10] Un grito a medianoche

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Khristeen

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Khristeen

Cuando sucedió la desgracia, Khristeen estaba dormida, plácida sobre su cómoda cama de pieles de oso y marmota. Si no hubiera sido por una sirviente con insomnio, quizás su hermano mayor ya estuviera muerto.

Ella ahora estaba encaramada al lado de su hermano, al pie de la cama de la enfermería. Mientras este dormía en sumo silencio, como si estuviera realmente muerto; pero sin estarlo, para su alivio.

El semblante del amanecer renaciente se colaba en la estancia como un ladrón a un castillo, sigilosamente y sin previo aviso. Los rayos del sol, relucientes contra sus pupilas, le embargaban en sentimiento de melancolía y pesar absoluto.

El curandero que había atendido a su hermano la noche pasada, le diagnosticó que había caído en el sueño de la muerte; y no podía decir con precisión cuándo es que despertaría, si es que pretendía hacerlo. Cuando Khristeen se enteró de las desgarradoras noticias se prometió a sí misma dos cosas: La primera sería que seguiría con el plan que ambos habían empezado; tenía que evitar aquella fatídica boda en tan solo una semana. La segunda promesa sería que encontraría al responsable del envenenamiento de su hermano y le haría pagar por lo que hizo, en vida y en muerte; pues, como todo el mundo sabe, el sueño de la muerte es producto de un envenenamiento o enfermedad, ya sea hereditaria o reciente, y Gregory ni su familia habían presentado este último antecedente.

Recogió las gardenias y violetas, las favoritas de su hermano, de la cama posterior en la que las había dejado hace un momento cuando le encargó a un sirviente que le cortara aquellas flores del patio principal trasero. Las tomó de los tallos delgados y las sumergió en el agua de un jarrón de cerámica con diseños geométricos dibujados; y dejó este sobre la mesita auxiliar que estaba pegada a la cabecera de la cama, donde se encontraba desfallecido Gregory.

Antes de retirarse le besó la frente y ambas mejillas a su hermano, lo que en su cultura significa: "Déjate llevar. Muere un poco en los sueños". Ese gesto se le otorga principalmente a los afectados por el sueño de la muerte y a los que padecen de la fiebre escarlata; aunque también a los infectados por pestes sureñas, norteñas o extranjeras.

Estaba serpenteando el extenso corredor del ala sur cuando vio una esbelta figura acercándose a ella, con un aura dorada bordeándole el rostro de facciones gráciles y armónicas.

Céline se adelantaba, emperifollada en un abrigo de piel de marta sobre su vestido de seda gris ceñido a la cintura y pecho y amplio hasta abajo, creando una imagen dibujada de un triángulo perfecto. Su cabello sedoso y dorado lo traía recogido en un organizado recogido y llevaba un ligero toque de maquillaje en los ojos y boca.

—Mi niña, mis doncellas me han entregado la desgraciada nueva. Lamento lo de tu querido hermano—dijo cogiéndola del brazo—. Pero no te preocupes, he movido cielo y tierra para preparar la llegada del mejor curandero de todo el continente. No sé si las hazañas del célebre Willem Castler han podido llegar a tus oídos; sin duda ha salvado la vida de muchos enfermos al borde de la muerte.

La Sed del Poder (EFDLH 1 ) #JusticeAwards2017 #GoldenStarsAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora