Historias de sucidios

El puente

Estaba sentada en el bordillo del puente.
Era un día nublado y estaba a punto de llover.
El agua estaba un poco estancada, lo que producía que tuviese un color verdoso, y, en algunas partes marrón.
El puente en el que estaba sentado estaba rodeado por coches de policía.
Miré a mi alrededor; todos me estaban mirando atentamente, y dije de forma calmada: hola policías, ¿que os pasa, eh? No podéis acercaros porque sabéis que saltaré, tampoco podéis iros porque me sería más fácil suicidarme, tampoco podéis dispararme o golpearme; si me disparaseis, moriría, que es lo que queréis evitar, y si me golpeaseis, habría una posibilidad de que cayese inconsciente, y por tanto, acabaría muerta.- finalicé con una sonrisa.- entonces, señores agentes, ¿que vais a hacer?
No hubo respuesta.
Me lo esperaba.- añadí finalmente.
Miré a mis padres, sin expresión alguna. Simplemente les miré y pude ver en sus ojos como me pedían a gritos que no hiciese algo de lo que me pudiese arrepentir. Una furia recorrió mi cuerpo y grite: ¡Si queréis que no salte, es para sentiros buenos padres!¡ni siquiera me mirabais en casa! ¡Me quisisteis dar en adopción a los catorce años! Cuando ya tenía mi vida hecha, nunca he sufrido ningún tipo de acoso, todo esto, toda esta gente está aquí solamente por vuestra culpa.
Volví mi vista a los agentes y acabe mi discurso con unas palabras que me salieron solas de la boca: no se que haréis agentes, pero yo si sé muy bien lo que voy a hacer.
Acto seguido, me lancé al río que estaba bajo mis pies.
Pensé que notaría esa relajación que la gente dice que se siente al morir ahogado, por eso elegí suicidarme así; pero yo no lo experimenté, mi cabeza se golpeó con una roca matándome inmediatamente, y llenando el río de un color rojizo.
Supongo que ya no se tendrán que preocupar por cuidarme nunca más.