𝐕𝐮𝐞𝐥𝐭𝐚 𝐚 𝐇𝐨𝐠𝐰𝐚𝐫𝐭𝐬.

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Me asomé por la ventana del carruaje, intentando observar a los hermosos caballos alados, tirando del mismo.

A lo lejos, pude identificar el castillo.

-Hogwarts -susurré sonriente-

Hace desde primer año estudiaba en Hogwarts, hasta que un día, cuando cursaba mi cuarto año, me llegó una carta de la academia francesa Beauxbatons, solicitando un intercambio. Recuerdo lo feliz que estaba cuando leí la carta. Mi mamá, Pansy Parkinsson, me observaba sonriente y acariciaba mi cabello, mientras le leía en voz alta.

Ya estaba llegando. Acerqué mi brazalete de mi muñeca izquierda a mis labios.

- ¿Seamus? ¿Me escuchas?

- Te escucho perfecto y claro, cara de hormiga.

Reí por su comentario y volví acercarme el brazalete a mi boca.

- Estoy llegando.

- Ya estoy viendo a los unicornios a lo lejos.

Rodé los ojos.

- Son caballos alados.

- Como si me interesara.

- Bueno, espérame ahí.

Acomodé mi uniforme. Ya no aguantaba mas . Quería ponerme mi túnica de Slytherin, la tan familiar túnica.

Los caballos aterrizaron bruscamente y la puerta del carruaje se abrió mágicamente. Pude ver a Seamus, con su cabello castaño despeinado y los ojos verdes oscuros, observándome a la distancia.

- Hola, cara de manteca. -Sonreí divertida mientras me bajaba.

- Hola, cara de hormiga. -rió y me abrazó fuertemente.

Seamus Finnigan II, hijo de Seamus Finnigan. Es raro al mencionarlo la primera vez. Según él, me contó que su padre quería que su hijo se llamara igual que él, como si fuese una tradición.

Ambos nos conocimos en primer año, en una de las cabinas del expreso de Hogwarts. Desde el momento en que nos saludamos por primera vez, nos hicimos inseparables. En la ceremonia de elección, él quedó en Gryffindor y yo en Slytherin, pero eso no fue motivo de separarnos, seguimos unidos igual.

- ¿Como están las veelas? -pregunto burlón, cargando mi equipaje.

- Creí que me preguntarías como me fue en el viaje, pero te respondo igual, las egocéntricas veelas están bien. -lo miré divertida.

- Ya sé como te fue en el viaje -me miró de reojo mientras caminábamos al interior del castillo.- Estos brazaletes si funcionan.

Miré mi brazalete. Recuerdo como si hubiera sido ayer cuando los habíamos conseguido.

Seamus había venido a mi casa a pasar las vacaciones de verano. Lo bueno de mi hogar era que se encontraba a dos manzanas de la entrada del callejón Diagón. Una mañana temprano, ambos nos levantamos y con polvos flú quisimos aparecernos allí, pero terminamos en el oscuro callejón Knockturn. Caminamos un largo rato intentando encontrar la salida, hasta que observé con mis propios ojos una tienda que me llamaba la atención.

- Es Borgin y Burkes -Me había dicho Seamus.- Venden cosas tenebrosas.

- ¿Entremos a ver?

- Samantha, no empieces.

- Vamos, Seamus. No seas miedoso.

Él rodó los ojos y entramos. Habremos tenido trece años, por eso las pocas personas que se encontraban en aquel local, nos miraban raro. Ahí fue cuando los dorados brazaletes me llamaron la atención. Ambos juntamos el poco dinero que teníamos y los compramos.

Esa fue una de las primeras aventuras que tuvimos juntos.

- Si, en verdad funcionan.

Llegamos a las mazmorras y Seamus dejó mis maletas en el piso.

- ¿Te busco para cenar? -me preguntó.

Asentí con mi cabeza mientras decía la contraseña.

- Quiero sacarme este uniforme, ya no aguanto el vestido.

Él rió leve y emprendió paso a su sala común.

- Nos vemos, Samantha.

Recordaba mi sala común perfectamente. No era cálida como la de Gryffindor, al contrario, era fría, como todas las personas de ahí. Subí las escaleras y llegué a mi habitación. Mi cama estaba tendida y acomodada, en comparación de las otras camas. Recorrí con la mirada la habitación entera y no encontré a ninguna de mis compañeras.

''Deben estar en los jardines o en la biblioteca'', pensé

Me metí en la ducha y me di un relajante baño. Al salir, sequé mi cabello y me puse mi uniforme de Slyhterin.

Volví al cuarto y seguía sin haber nadie, me tumbé en mi cama y sonreí feliz, disfrutando de aquella silenciosa tranquilidad.

Había vuelto.

Samantha. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora