Encuentros no tan casuales

322 31 36
                                    



¿Usado? Si, tal vez, esa era la palabra para describir como se sentía. Frente a él se encontraba Naeun, mirándole con su clásico aire de superioridad, inexpresiva, fría, como siempre; en momentos así parecía todo menos un ángel.

Era un día bello en el mundo de los humanos, por lo tanto Suho había decidido bajar a pasar un pequeño momento de paz en uno de sus lugares favoritos, un lago en medio de un bosque que los humanos no descubrían aún. Sentado bajo la sombra de un árbol estaba dispuesto a dormir un poco, un ser de luz como él no lo necesitaba pero era uno de los pequeños placeres que disfrutaba siempre que su cuerpo se volvía mortal. Un simple momento de paz... ¿Era eso mucho pedir? Por lo visto sí, porque ahí estaba ella.

—Dime, Su —habló ella, y un escalofrío recorrió su espalda, "Su" no era nada excepto un apodo "cariñoso" que solamente podía usar la fémina frente a él —. ¿Por qué no me has pedido que baje a recolectar almas contigo?

La voz de Naeun sonaba dulce, casi humana, tan suave que cualquiera mortal como inmortal podría caer rendido a sus pies; casi parecía en verdad ofendida. Suho lo sabía bien, que ella usaba ese tono falso con el fin de obtener lo que quería.

—Creí que, a tu punto de vista, las almas arrepentidas no existen —respondió al fin sin cambiar la expresión de su rostro esperando, inútilmente, que eso la hiciera retirarse.

—No perdías nada con ser cortés—le reprochó, acercándose cada vez más a su cuerpo en tanto se inclinaba de tal forma que sus largos cabellos pronto se encontraban ya arremolinándose sobre las ropas del joven.

Suho era consciente que sus siguientes palabras debían ser cuidadosas, calibradas—: Nunca fue necesario que lo pidiera, siempre aparecías.

—Parecía que querías mi compañía.

—Nunca la pedí —tuvo que controlarse para no perder la cordura conteniéndose a tiempo para que su voz no aumentara su volumen. Naeun empezaba a colmar la poca paciencia que le quedaba; solo ella y algunos demonios lo lograban.

Suho siempre había sido un ángel más reservado que los demás, más precavido, controlado, quizá debido a las responsabilidades que le habían sido encomendadas. Naeun simplemente gozaba del estatus que daba su belleza aún sobresaliente entre las legiones de ángeles, una de las que nunca había tenido tareas, deberes, solamente servidumbre y una existencia llena de libertades.

—Su — usó ese tono empalagoso tan falso que provocó un nudo en su estómago solo de asco —. ¿Por qué me hablas de forma tan horrible?

—Mis más sinceras disculpas, honorable Naeun —no se sentía culpable, nunca podría hacerlo cuando se trataba de ella.

—No tienes por qué disculparte —ella sonrió mientras se acercaba a su rostro. Él ya podía adivinar sus intenciones; aquello solo le provocó otra oleada de rechazo.

Se hizo el silencio a su alrededor, incluso el viento se había detenido por completo como si no quisiera ser testigo de lo que podía pasar en aquel lugar, del deseo que embriaga a Naeun y la furia casi incontenible de Suho.

—Por favor. Aléjate —su voz a pesar del tono impasible sonaba como una advertencia cuando ella estuvo a menos de un palmo de su rostro, ambas manos acunándolo, era obvio que estrecharía más la distancia.

Silencio.

—Por favor.

—Te amo—ronroneó ella en un último esfuerzo para unir sus labios con los de él, Suho dejó que sus párpados cayeran cerrados y ella de inmediato sintió el triunfo. El ángel era suyo, de nadie más.

Alshat [SuChen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora