Baixian jamás olvidaría la cara de Chen cuando vio por primera vez a Suho en el mundo humano. Llovía. Tampoco podría olvidarlo porque también fue el día que se enteraron de que existía ella.
—¿Cuántas almas debemos bajar hoy? —le preguntó Chen al mismo tiempo que bostezaba. Sus deberes no era que le entusiasmaran especialmente, tampoco las odiaba, simplemente eran su obligación y le era muy indiferente. Tantos siglos le habían hecho inmune.
Baixian lo pensó por algunos segundos, llevaban ya un par de horas y al menos un par de almas. Su trabajo era simple, cada que alguien moría debían marcar cada alma: blanco para el Paraíso, rojo para el Abismo. Se alzó de hombros, no tenía ni idea cuántas almas más podía haber; incluso si estaban destinados al abismo siempre había algún humano que cambiaba de opinión y terminaba ganándose el paso al Sus jardines; por eso estaban ellos.
—Baixian, ¿Por cuántos siglos más se supone que haremos esto? —Chen hizo de nuevo una pregunta, justo al tiempo que en la entrada a un edificio cercano comenzaba una pelea, primero solo palabras.
—¿Por qué debería molestarte eso?
—No lo sé.
—Ya viene.
Pronto una figura alada se acercó por los cielos nocturnos, el encargado de esa noche seguramente.
Los largos cabellos castaños enmarcaban el rostro angelical, las facciones que parecían increíblemente inocentes. Le llegaba a la barbilla como mínimo a Chen. Su tez incluso cuando no era de aquel tono porcelana que caracterizaba a la mayoría de los ángeles Potestades sí era bastante pálida. Lo que más le sorprendió a ambos demonios fue la mirada de desprecio puro que se asomaba en los obscuros orbes de la recién llegada y que les tenía a los dos como principal objetivo.
La fémina escudriñó todo a su alrededor como si buscara algo, la frente en alto en un gesto altanero.
—Esa peste solo podrían provocarla los demonios —sus labios se torcieron en una mueca. De pronto ya no parecía tan angelical.
—Nadie te invitó —le regresó Baixian con desprecio. Ambos solían ser bastante controlados pero Baixian nunca dejaba pasar la oportunidad de responder a una agresión—. Tomas tus almas arrepentidas y regresa por donde veniste.
Un segundo pasó en el que ella le dirigió una mirada de pies a cabeza, como si el demonio no fuera nada digno de que le dirigiera una mirada.
—No existen las almas arrepentidas, gusano.
Si a Baixian esa respuesta le sorprendió al menos lo ocultó mejor de lo que Chen lo hizo. A él le tomó al menos dos segundos recomponer la expresión en su rostro por una al menos un poco burlona; soltó un silbido.
—Calma con la actitud —dijo un segundo después. Ella no le agradaba, ni un poco, pero al menos no desprendía el aura asesina que Baixian sí, no deseaba destruirla como lo deseaba su compañero.
El silencio se extendía entre ellos, más tenso a cada segundo, de seguir así pronto llegaría al grado que incluso el caer de una pluma resonaría como los tambores que anunciaban la salida de los canes infernales.
No fue una sino dos.
—Naeun.
La voz de Xiumin fue la que interrumpió aquel silencioso duelo. Tan concentrados se encontraban que ninguno de los presentes notó su presencia. Detrás de él se encontraba el mismo de las Dominaciones que había visitado la mansión de XiaoLu hacía tantos años; les saludó con un movimiento de cabeza. Los cerezos del ángel de mayor rango eran una línea delgada, Chen notó que se tensaba en los bordes.
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Alshat [SuChen]
FanfictionExiste el bien y existe el mal, y a veces la línea que los divide es tan delgada que incluso sus guardianes pueden confundirla. Existe el bien y existe el mal, y a veces la línea que los divide se dibuja con sangre, incluso con la celestial.