Epilogo

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Mi nombre es Anthony y estoy aquí para contarles la historia del día en el que maté a un demente.

No hay nada más aterrador que ver al hombre que amas intentar matarse. La excepción es ver al hombre que solías amar convertirse en un completo y total lunático.

Los dibujos siempre fueron extraños. A veces me costaba trabajo entender cómo un hombre tan aparentemente dulce, amoroso, y atento, podía siquiera concebir las imágenes que estaban rayadas sobre el papel de ese libro olvidado de Dios.

Ocasionalmente, lo encontraba sentado solo en una esquina, lápiz y papel en mano, hablando consigo mismo. No en una manera motivacional, o contemplativa, sino que sonaba como si de verdad estuviera teniendo una conversación. Yo estaba muy asustado para interrumpirlo, y si alguna vez mencionaba lo que había presenciado, él se encogía de hombros y decía que debía estar equivocado, confundido sobre lo que había visto. Podía ver que su sentido de la realidad lentamente desaparecía.

El hombre que yo amaba ya no estaba presente en sus ojos. Ya no podía sentir el amor que una vez él tuvo para mí en su corazón. Y cuando hablábamos, era como si fuese un completo extraño. Murmuraba cosas completamente sin sentido acerca de siete personas en una taberna, un hermoso ángel salvando su vida, y algún hombre llamado El Actor arruinándolo todo. Mientras más distante e incoherente se volvía, más atención prestaba yo a sus dibujos. Se estaban volviendo cada vez más violentos y perturbadores. En la noche del 16 de abril, después de que se quedara dormido, decidí llevar su libro de dibujo hacia el estudio y buscar cualquier signo que me indicara por qué su comportamiento se había vuelto tan peculiar. Mi descubrimiento me paralizó del miedo.

Yo no maté a mi amado. El hombre que amaba, con el que compartí mi vida, con el que reí, con el que lloré, se había ido hace mucho. Yo no lo maté. Él mismo lo hizo. Él se mató cuando permitió al demente dentro de su cabeza tomar el control. Pasé años mirando en silencio mientras su enfermedad se vertía en las páginas de ese maldito libro. ¿Es mi culpa? ¿Hay algo que pudiera haber hecho para prevenir este declive hacia la locura? Al final, ¿debería culparlo a él o culparme a mí? ¿Él alguna vez pensó que los dibujos tomarían el control por completo? ¿Lo hice yo? No, el hombre parado, con la mirada perdida hacia el espejo en frente de mí no es mi amado. Me despedí de él hace cerca de un año. Si es que él todavía existe en algún lugar dentro de esta mente demencial, estaré condenado si logro encontrarlo. El hijo de puta parado aquí es el hombre que mató a mi amado y robó todo lo que amo. Él es el loco bastardo que encontró refugio en la mente de un artista y escapó de la página. El cuchillo que esta criatura había pensado que me mataría le había fallado. El cuchillo que ahora sostengo en mi mano.

The Emptiness -Stony- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora