Chapter IV

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La profundidad del alma de un hombre no se puede medir a manera de metros y brazas, sino que, en mi opinión, sólo es cuantificada por su proximidad al cielo y al infierno. Fue en un estado tal que me introduje más allá de la taberna del pueblo, rebosando a reventar con los sonidos de risas y un ebrio concierto de piano. Si tan sólo hubiera sido una noche diferente, un lugar diferente, o una clase diferente de hombre pasando por el umbral de aquel inocente bar, los eventos que tuvieron lugar en ese momento sin duda hubieran sido drásticamente diferentes. Sólo puedo imaginarme si alguien afuera de ese lugar tuvo algún indicio cuando esas exclamaciones de alegría se convirtieron en los gritos desesperados de los indefensos, suplicando por sus vidas.

Los picaportes de la puerta del bar se cierran detrás de mí mientras lucho por estabilizar mi respiración y camino casualmente hacia la barra. Mis ojos se mueven rápidamente de un patrón a otro intentando cerciorarse de si alguien me vio o no cerrar la puerta cuando entré. Parece ser que todos los lugareños que hay aquí esta noche se han estado divirtiendo bastante, dado los fuertes e indiscernibles parloteos que salen a tropezones de todas y cada una de las bocas en la habitación. Ordeno un whiskey, pero simplemente paso mi dedo alrededor del borde de la copa mientras disfruto del diseño del lugar y consigo un recuento preciso de aquellos presentes. Ah sí, siete. Qué número tan afortunado, siete. Siempre me he preguntado por qué se considera que ese número trae la buena suerte. Tal vez sea algo que se ha traspasado de una religión a otra a través de los años, o puede ser que date incluso del calendario solar maya. Como sea, casi estallo en una carcajada al pensar en lo desafortunados que estos siete en particular son en esta noche especial. Con eso, me levanto de mi asiento y camino tranquilamente hacia el hombre que escogí para ser el primero. El primer paso hacia mi recuperación. El primer paso hacia mi ascensión definitiva. El primer paso que daré hacia en mi búsqueda por reunirme con mi amado. Pero no mi primer asesinato. Oh, no. Esa distinción le pertenece a Anthony.

Puedo sentir mi piel hormigueando a medida que los ojos enrojecidos de esta pobre alma tratan de enfocar la figura que ahora está parada frente a él. El sinvergüenza parece estar a punto de abrir la boca y preguntarme qué hago ahí cuando de manera rápida y sin contemplaciones desenvaino mi navaja y le corto la garganta con tal ferocidad que él da una vuelta de ciento ochenta grados completos antes de caer al mal hecho piso de madera. Uno por uno los siete desafortunados caen. Su único crimen en este día fue tropezar en esta precisa taberna unos momentos antes de que yo llegara. ¿Realmente debería estar haciendo esto? Después de todo, estas personas no me han hecho nada para merecer este castigo. Oh, bien, dejaré que Dios repare el desorden. Además, tengo que acelerar esto y regresar a mi copa de whiskey. Anthony, mi amor, parece que me estoy volviendo loco sin ti.

En retrospectiva me daré cuenta de que si nunca hubiera inclinado mi cabeza hacia atrás para beberme las últimas gotas de ese whiskey barato, nunca habría echado un vistazo al hombre que había visto todo mientras escapaba silenciosamente desde el balcón.

The Emptiness -Stony- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora