28. Alas Rotas.

1K 100 110
                                    

"No importa donde busquen mis ojos, no había nadie, nadie en el que pueda confiar.

Pero en tiempos felices y tristes, tú estabas allí conmigo.

Como esas estrellas que resplandecen sobre mí, flotando en el oscuro mar.

Siempre brillas como esas estrellas porque estás allí.

Siempre brillando en mi corazón, porque estás allí y eres precioso, incluso si mis lágrimas se secan."

Anata, L'Arc~en~Ciel



Alexander estaba temblando frente a los detectives. Will lo miraba con curiosidad mientras Jem parecía esperar algo de él. Tenía que escribir su declaración, tenía que revivir todos los hechos desde que había dejado la casa de Nathan y había encontrado a Magnus.

Alec recordaba haberse recargado contra la pared. Era un barrio peligroso pero sus ropas dejaban ver que había estado peor. ¿Cuánto había caminado?, ¿dónde estaba?, ¿cómo había llegado allí?. Su mente a veces desvariaba de una manera casi cruel, también los temblores obsesivos - en busca de una dosis de lo que fuese que le estuviesen administrando - lo tenía apretando los dientes. Alec recordaba el cautiverio, recordaba la tortura, recordaba la conducta errática de Nathan y después... después la pelea en la que había terminado con la vida de Nathan. Había sido cansada, pero necesaria, jamás había tomado la vida de nadie pero al final el mismo acto de verse atrapado y necesitando... sobrevivir, lo obligó a enfrentar a Nathan Dawn.

Después recordaba... al hombre, el del cabello negro. El hombre alto.

La puerta se había abierto y el hombre entró con un arma en las manos. La mirada frenética del extraño era aterradora, como una bestia cuidando su hogar. Parecía determinado y desesperado, sus ojos mostraban las pupilas dilatadas con la zona que debía ser blanca en tono rojizo o rasado. Su ropa señalaba que tuvo tiempos mejores, un elegante traje a medida, sucio y vomitado. Alec recordó a Nathan hablar sobre un socio, un hombre que parecía cuidar sus espaldas, un hombre que parecía estar frente a Alec. Entonces el extraño de cabello negro comenzó a gritarle sobre arruinar el negocio, sobre ser expulsados por "Pandora" y consecuencias inimaginables. Sostenía un arma, una Glack.

- Estamos solos, solos, solos.- gritó el extraño.- Todo lo que nos condene está expuesto, y todo por ti.

El hombre se arrojó contra Alexander intentando derribarlo, hubo disparos que impactaron contra las paredes y los vidrios. Entonces un sonido tintineante lo hizo retroceder.

- Si tú mueres, yo no seré expuesto.- espetó el hombre.- No seré juzgado. Nadie sabrá nada. Nathan jamás existió y tú jamás estuviste aquí.

El extraño disparó varias veces hacia Alec, pero el joven corrió por la casa, ocultándose del hombre. Se movía con la rapidez que podía lograr en tan mal estado. El joven de ojos azules logró esconderse entre dos enormes estanterías, mirando atento cada uno de sus movimientos. La adrenalina estaba por dar una caída, y su palpitante cabeza le revolvía los pensamientos.

El extraño siguió hablando incoherencias, gritando y hablando de decisiones difíciles. Gritaba y gritaba. Quizás el extraño también estaba bajo algún efecto alucinógeno, por que claramente no estaba centrado. Parecía nervioso, desesperado pero sobre todo demasiado enfocado en algo más.

El joven de ojos azules se estremeció con fuerza al recordar ese momento de puro pavor.

El extraño divagaba recorriendo la casa mientras Alexander permanecía en shock, escondido en la oscuridad, escuchando los disparos ocasionales. El extraño llegó hasta Alec, y cual instinto, logró encontrarlo arrojándose contra el joven de ojos azules. El extraño colocó el arma entre ellos, forcejeando para dispararle. Y fue disparada, el ruido como un estallido sonó tan cerca de Alexander y a la vez tan apagado. No estaba herido, había fallado, pero ahora Alec no pensaba.

El Café de la Cuarta AvenidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora