CAPITULO CUATRO

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Mientras abandonaba la sala acompañada por la vampiresa de cabellos oscuros, cometí el error de voltear mi rostro hacia donde se encontraba Alec Vulturi. Al encontrarme con su mirada, noté que él también me observaba con una sonrisa en los labios.

Por un instante, sus ojos borgoña me atraparon; experimenté un estremecimiento en mi espalda y un rubor en mis mejillas. La intensidad de su mirada me puso nerviosa. Traté de apartar la vista, pero era como si fuera un imán para mí; sus ojos tenían un atractivo y una fascinación irresistibles.

-¿Me sigues?- la voz de la mujer me sobresalto obligando a verla. Acenti en afirmación, y ella volvió a caminar sin tomar en cuenta si la seguía o no.

La vampiresa de cabellos negros caminaba rápidamente, dejándome atrás cada descuido, hasta que por fin se detuvo en una habitación.

-He aquí tu habitación, tus cosas ya han sido traídas aquí. ¿Deseas descansar o tomar un recorrido por el castillo? -dijo la morena sin actitud positiva presente.

-Creo que descansaré, el viaje es largo y estoy cansada.

La vampiresa solo me miró unos segundos y se marchó a velocidad.

Gire la perilla de la habitación y tome un fuerte suspiro.

Al adentrarme en la habitación, quedé asombrada por la belleza que me rodeaba. Las paredes de piedra, a pesar de los años, lucían impecables, denotando un cuidado meticuloso. Tapices antiguos adornaban sus superficies. Cada mueble que había, desde la majestuosa cama, tenía detalles intrincados tallados a mano. Al fondo, una chimenea de mármol oscuro destacaba en las penumbras, mientras las cortinas de terciopelo oscuro danzaban con gracia en las ventanas.

La suavidad de la tela acariciaba mis dedos al pasarlos por ellas.

Un candelabro colgaba majestuoso del techo, iluminando con su luz centelleante, y a mi izquierda, cerca de la ventana, se erguía un espejo ornamentado de cuerpo completo.

Pero a pesar de tener una buena habitación, la tristeza me invadió. Extrañaba a mi familia. Extrañaba los mimos de Rosalie, las bromas pesadas de Emmet, la mirada inquebrantable de Jasper, y la sonrisa contagiosa de Alice.

Extrañaba el romance de mi papá y mamá.Extraño la rica comida de Esme, y los concejos de Carlisle; extraño la sobreprotección de Charlie.

Extraño forks

***

Dos días transcurrieron desde mi llegada, sumidos en un aburrimiento desgastante. Comenzaba a sentirme como una estatua viviente, en sintonía con aquellos que deambulaban por este castillo. Las pesadillas me acechaban desde el segundo día; los gritos de los cautivos de Aro resonaban en mi mente, perturbando mi descanso.

Sin embargo, una inquietante presencia se hizo evidente: la mirada de Alec posada sobre mí, despertando una sensación de intriga y temor en mi ser.

La frialdad con la que me ve y el destello oscuro que emanan sus ojos me hielan la sangre, enviando un escalofrío por la espalda. Pero muy a pesar de eso, su mirada parece contener siglos de experiencia y secretos insondables.

Su mirada es un peligro latente para mí.

Hoy, la vampiresa morena llamada Corin me guía por todo el castillo, brindándome un pequeño tour. En ocasiones, menciona a qué integrante de la orden de Aro pertenece cada habitación, mientras que otras veces me muestra lugares que sí me interesan como la biblioteca.

Mientras caminábamos por los corredores silenciosos del castillo, nos topamos con Demetri y Jane en medio de una intensa discusión que se desvaneció al instante al percatarse de nuestra presencia. Jane, con su mirada llena de desdén hacia mí, ingresó a la habitación, mientras Demetri intentaba una sonrisa de medio lado.

-¿Cómo le ha parecido el castillo, Señorita Cullen? Imagino que te ha dejado sin aliento -dijo con entusiasmo, dejándome incomoda por su cercanía. Siempre pensé que los Vulturis eran solo estatuas sin sonrisas, sin entusiasmo.

-Es lindo.

-¿Lindo? Lindo mi pie. El castillo es una majestuosidad, Señorita Cullen.

-Deja de molestar Demetri -contestó Corin. - Sigamos.

Nos retiramos del rubio mientras seguimos recorriendo el castillo por lo que parecieron más de cuatro horas, para cuando regrese a mi habitación mis piernas me estaban matando.

Nunca había caminado tanto en tan poco tiempo; quité mis zapatillas y me recosté un momento en la cama dejándome llevar por el cansancio. Para cuando volví a despertar ya era pasada la media noche; las tripas me gruñían de hambre. Así que me dispuse a buscar comida. Bajé a la cocina y, mientras buscaba algo para comer, sentí un liguero viento recorrerme la espalda; giré para ver qué era, pero no había nadie.

Tomé la comida y subí las escaleras. Decidí tomar dirección a la biblioteca; no tenía sueño y sería aburrido estar en la habitación sin un buen libro.

Entre en la biblioteca y todo era oscuridad total; no logré encontrar el interruptor a la primera, por lo que decidí avanzar a oscuras. No lograba ver con perfección como otros vampiros, pero al menos tenía una ligera visión nocturna.

Llegué a la sección de libros que me había interesado ese día, cuando de pronto me sentí extraña, como si alguien estuviera viendome. Giré mi cabeza de un lado y de otro, pero no había nadie.

Senti un liguero de viento en mi espalda otra vez y cuando giré para ver me encontré esta vez a un hombre alto y delgado.

Logré enfocar mi vista un poco, descubriendo que era nada más ni nada menos que Alec Vulturi. El baso se rezbalo de mis manos creando un crujido agudo.

No le tome importancia.

Su vista recorrío cada parte de mi cuerpo y de mi rostro, deteniéndose un poco en mis ojos y mis labios.

En medio del silencio abrumador, finalmente rompí la tensión con una pregunta que resonó en la oscuridad de la biblioteca.

-¿Por qué me miras así? Mis palabras colmaron el aire con una mezcla de vulnerabilidad y determinación, desencadenando una serie de emociones que ninguno de los dos esperaba.

Alec, con su mirada llena de secretos ancestrales, respondió con un susurro apenas audible: -Porque tu rostro perturba mis momentos de tranquilidad. Al cerrar mis ojos siempre aparecía aquella niña Cullen. De grandes ojos cafés y cabello rizado.

-Yo..

Su cuerpo me acorralaba contra el estante de libros, observándome detenidamente como si quisiera memorizar cada rasgo". Me sentía paralizada, con las manos frías y el corazón latiendo desbocado.

-Solo eres una Cullen, atrapada en una burbuja de ilusiones y protección. No entiendes nada, ni la verdadera oscuridad que nos rodea, ni la profundidad de tus propios poderes. Abre los ojos, Renesmee, antes de que sea demasiado tarde. Observé con asombro cómo Alec desaparece en un instante entre la densa negrura que envuelve la biblioteca, dejándome sola con mis pensamientos y la inquietante sensación de que hay mucho más por descubrir fuera de mi "burbuja rosa".

Entre el Cielo y el infierno (CORRECCIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora