twenty two.

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Aquel día, las noticias sobre quien era verdaderamente el rey Desmond estaban en todos los diarios del mundo. Fue un shock para todos los reinos, y principalmente para la población de Inglaterra. Era un escándalo, mayor que el sucedido en cualquier país.

La reina Anne no conseguiría dormir aquella noche, si no podía estar frente a frente a su marido. Ella ya había accionado su seguridad particular y había agendado una reunión con los abogados, se divorciaría de aquel hombre, pero antes, necesitaba enfrentarlo.

- ¿Majestad? – la voz gruesa de Robin la quitó de sus pensamientos.

Ella estaba en el asiento trasero del automóvil, vestida como una ciudadana normal y había salido del castillo sin que nadie supiese.

- ¿Si? – ella le miró por el espejo retrovisor.

- Llegamos – le informó, frenando el carro en la parte trasera de la estación donde Desmond se encontraba.

Robin había avisado al comisario responsable del caso que la reina necesitaba urgentemente conversar con su marido y ya habían preparado todo, ella no quería ser vista, pues no quería que sus hijos supiesen de la conversación y mucho menos los medios de comunicación.

Anne salió del carro acompañada de su fiel guardaespaldas y entró en la estación, ya encontrando al comisario Stewart esperándola.

- Buenas noches, majestad. –saludó él e hizo una pequeña reverencia.

- Buenas noches, comisario. – Ella retribuyó el saludo – Me gustaría ser rápida aquí, nadie en el castillo sabe de mi salida y también quiero confirmar si ya todos firmaron el contrato de fidelidad, no quiero que esta conversación caiga en manos erradas.

- Ya todos firmaron, majestad. – Stewart confirmó, mostrándole un folio donde contenía los contratos – El Rey Desmond está en una sala privada, nosotros estaremos observando todo por el lado de afuera, hay una enorme ventana espejada que da hacia otra sala donde hacemos los interrogatorios.

- Gracias. – la reina agradeció y el delegado la acompañó hasta la sala de interrogatorios, que tenía dos policías en la puerta.

- ¿La señora gustaría de mi compañía, majestad? – ofreció Robin, cuando la reina frenó en frente de la puerta.

- No, Robin. Gracias. – dijo ella.

El comisario le pidió a uno de los policías que abriera la puerta y él entró con la reina siguiéndolo. El Rey Desmond se encontraba sentado detrás de una mesa, mirando fastidiado todo a su alrededor, y dentro de la sala habían también, dos policías.

- Bravo, bravo, bravo... ¿A qué debo la honra de que vuestra majestad esté aquí? – Ironizó Desmond cuando vio a su esposa detrás del comisario - ¿Vino a ver a su alfa?

Anne lo ignoró por un momento, para pedir que los policías y el comisario saliesen de la sala, y entonces habló:

- Tú no eres mi alfa desde el momento en que intentaste matar a tu propio hijo. – la voz de Anne fue dura.

- Aun soy tu superior, me debes obediencia. – En este momento el hombre no estaba en la mejor posición, pero no perdía su postura – Entonces, si viniste aquí a tirar satisfacciones, es mejor que des media vuelta y te vayas a tu castillo. – usaba su voz de alfa.

Anne automáticamente se encogió por el tono de voz, al final de cuentas, como el mismo Desmond decía, él aún era el alfa y los dos estaban marcados. Con mucha fuerza de voluntad, ella levantó el rostro, que ni recordaba haber bajado, y volvió a mirar los ojos claros del hombre que no se parecía más a aquel al que amaba.

Royals [a/b/o l.s] (Traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora