Capítulo 10

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Bostecé y me estiré dándole sin querer a Ana una patada en el brazo, pero esta estaba tan sumamente dormida que ni se inmutó y se dlio media vuelta para proseguir con su sueño. Fui a hasta la cocina y me encontré una nota de sus padres. En ella decían que volverían pronto, ya que habían salido a hacer unos recados y que si necesitábamos algo que les llamásemos. La verdad es que en vez de la nota le podrían haber puesto a Ana un whatsapp pero por lo que veo son más partidarios de dejar notas. Sus padres, por lo que me cuentan, no son especialmente madrugadores así que, qué hora es?? Empecé a dar vueltas por toda la casa hasta que vi un bonito reloj de clepsidra, y en él marcaban las once y siete. Madre mía, no me puedo creer que nos hayamos despertado tan tarde!!! (Bueno, más bien que me haya despertado tan tarde porque no le digo nada a Ana es capaz de dormir hasta las dos si no tiene exámenes). Así que, después de preparar el desayuno, (una de las ventajas de quedarte a dormir en casa de tu mejor amiga es que sabes dónde está todo casi tan bien como ella) y organicé un pequeño déjà vu para mi ella. Subí una bandeja con dos cafés, un zumo, tostadas, donuts y macedonia con yogur y la deposité suavemente en la mesilla de noche. Después, agarré la cacerola y demás cacharros de la cocina con los que me había armado y me puse hacer tanto ruido como el que ella hizo en mi casa, o incluso más.
-BUENOS DÍAS BUENOS DÍIIIAAAS!!
-Lucíaaa, otro déjà vu de los tuyos noo -replicó mientras me ponía a saltar en su cama con el fin de que se levantase.
-Pero bueno, mueve el culo que no has visto la hora que es! Además, he preparado un desayuno que está para chuparse los dedos.
-Mmm, eso ya me gusta más.
Desayunamos en silencio, y más tarde, cuando estuvimos listas, salimos a la calle para recibir aquel día lleno de sol como el anterior. A Ana le apetecía pasarse por la biblioteca, así que le me quedé esperándola en la tienda de al lado. Era bastante extraña (por definirla de algún modo). Había discos colgando de la pared y cascos enganchados debajo para poder escucharlos. La dueña de la tienda se acercó y me señaló unos cascos libres. Me acerqué, me los recoloqué en las orejas, le di al play y me centré en escuchar las secuencias de música que comenzarona resonar en mis oídos. Eran preciosas. Pasaban de ser tocadas de violines a pianos, guitarras, remixes tipo los que están de moda ahora, timbales con pequeños acordes de xilófono y muchos instrumentos y combinaciones más. De repente, me vino un recuerdo de cuando era pequeña: alguien me cogía de la mano y tiraba de mi, y ese alguien era un niño pequeño. Yo tenía la misma estatura, por lo tanto, debía de ser pequeña. Los dos nos reíamos. Y el recuerdo se desvaneció, tan rápido como vino. Parpadee asombrada, y se me cristalizaron los ojos. Nunca antes había conseguido retener recuerdos de antes de los 9/10 años. Mi madre me había dicho que era normal, que eso les pasaba a algunas personas, y yo la creí. Pero ahora no me parecía tan normal. La música seguía sonando a través de los cascos, pero yo no la escuchaba. Me quité los cascos y empecé a pensar. Candela empezó a ser amiga mía a los 7/8 años, según me dijo ella, ya que yo no me conseguía acordar. A Ana le conocía de toda la vida porque nuestras madres, como había dicho antes, eran amigas cuando ya estaban embarazadas de nosotras. Aparte, conservaba las fotos del colegio en las que en algunas aparecía Candela. Pero dejando de lado eso, las vacaciones, amigos, y demás cosas conservaban un espacio en blanco en mi cerebro, y eso nunca lo llegué a entender. Cogí el disco y se lo puse a la señora en el mostrador.
-Me lo llevo -afirmé dejando un billete junto con él. La señora sonrió, cogió el dinero, me dio el cambio y me devolvió el disco con una bolsa y unas revistas de cortesía con papeles y muestras de jabones aromáticos, de los cuáles, su olor reinaba por su la estancia, aunque hasta ahora no me había dado cuenta. Salí de la tienda y me encontré con Ana en la puerta. Decidí no contarle nada. Esto era una cosa en la que me tenía que embarcar sola. Y comenzamos a caminar hacia una tienda de smoothies en silencio.

 «Tengo Un Secreto »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora