Capítulo 12

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-Lo siento, no he podido venir antes -jadeó Ana. Estábamos cargando las últimas cosas en el coche antes de marchar hacia el aeropuerto.
- Da igual, lo importante es que hayas venido -dije achuchándola por última vez, ya que solo faltaba que subiera al coche. Vi que le caía una lágrima y se la sequé con rapidez.
-No llores, vendré a visitarte en cuanto pueda -le aseguré entrando en el coche.
-Adiós Lucía .
-Adiós Ana.
Y el coche arrancó separándonos.
Estuve un poco fantasma durante el resto del viaje. El trayecto en avión fue un rato relajante y agradable, estuve escuchando música y leyendo. En cuanto aterrizamos y situaron una escalerilla en la salida del avión, me dio un ataque de impaciencia y las bajé a toda prisa. El viento me azotaba en la cara revolviéndome el pelo. Me sentí libre en ese momento, y me permití cerrar los ojos y coger una bocanada de aire. Pero claro está que no duró mucho, dado que todos las personas o los guiris que salían del avión me empujaban para abrirse paso hacia la recogida de maletas en el interior del aeropuerto, incluyendo a mi familia. Recogimos nuestras pertenencias y cogimos un taxi hacia nuestro nuevo hogar. Papá se había encargado de hacer que estuviera todo listo para instalarnos directamente. Entré en la que sería mi nueva habitación. Era espaciosa y estaba pintada de color arena. Había un escritorio y una cama al fondo de la habitación. Un armario de color madera estaba abierto, esperando que fuese llenado con ropa. Y por supuesto, una estantería gigante de color granito para colocar tooodos mis libros. Me había llevado todos los libros que había podido pero los restantes que no había podido traer conmigo los había mandado por correo, así que me llegarían en un par de días. Me asomé por la ventana que había al final del dormitorio y contemplé el paisaje. Nos habíamos instalado en Palma. Playas preciosas, una vegetación muy mediterránea, y por supuesto, miles de guiris. En ese momento pasaba por debajo de mi casa un autobús que iba hasta los topes, en el que una guía explicaba como podía con su altavoz dado que hacía muchísimo viento y se le metía en la boca. Cerré la ventana y empecé a colocar mis cosas. Puse todos los libros que llevaba conmigo en la estantería, mientras acariciaba las páginas de estos. Después, llené el armario con mi ropa y coloqué mis CDS y cuadernos en una cómoda pequeña con ruedas que estaba debajo de uno de los extremos de la mesa del escritorio. Coloqué un par de fotografías familiares encima de la mesa y me dispuse a sacar los pósters de Los Juegos del Hambre, Harry Potter y todos los que tenía de libros o personajes literarios por las paredes, colgando también un calendario próximo a ellos. Al lado del escritorio coloqué una hoja en la que al empezar el curso rellenaría con mi horario, para no tener que estar sacando la agenda todo el rato. Faltaban cinco días para el comienzo del curso. No le había preguntado a mi padre en qué instituto me había matriculado, total, no conocía ninguno. Hice una foto de las vistas de mi cuarto, e ilusionada se la mandé a Álvaro, a ver si adivinaba que estaba en Mallorca, y mientras esperaba su respuesta, fui a ayudar a mis padres y a mis hermanos a deshacer sus cajas respectivas.

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