Epílogo

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Justin permanecía con los ojos cerrados, una pequeña rendija de luz apenas lograba atravesar hacia sus pupilas. Su cuerpo estaba cansado, su mente estaba agotada, pero su corazón seguía latiendo fuerte a pesar de todas las adversidades que había tenido que pasar a lo largo de los años. La vida cambio a una velocidad impresionante, y Justin lo sabía, pero a pesar de todo, Justin seguía eternamente agradecido por todas las cosas buenas que el destino le trajo, cada persona y momento, no importando lo malo que pudo haber sido, lo habían hecho madurar y convertirse en el hombre que era hoy en día y por ello no podía pedir nada más.

Había pasado la noche en el sofá ya que aún no se adaptaba a la idea de no tener a alguien con quien compartir la habitación, además, el tan característico perfume de Selena permanecía impregnado en las sabanas y eso no ayudaba cuando intentaba dormir. Las fotos en la pared, su ropa, su libreta de diseños, todo le hacía recordarla, cada pequeño detalle era como tenerla junto a él, pero no de la forma en que Justin deseaba.

Abrió sus ojos al sentir la presencia de alguien parado a su lado, al hacerlo de inmediato se percató de los ojos grises que lo miraban fijamente con preocupación. Emory era muy parecido a su padre cuando este tenía su edad; el cabello castaño, una pequeña pero bien definida nariz, las mejillas, las pestañas y la forma de sus cejas, todo era idéntico a Justin cuando era tan solo un niño; lo que lo hacía diferente era el color de su mirada, sus ojos tenían la misma tonalidad que los de la madre de Justin, eran tan grises y profundos que fácilmente te perdías al observarlo fijamente, además, su sonrisa era idéntica a la de su madre, Selena. Cada que Emory sonreía, para Justin era como estar observando a Selena en el rostro de su hijo, el mismo gesto con aquel pequeño hoyuelo que se formaba en su mejilla, incluso sus pucheros eran idénticos a los de ella, eh igual de capaces de convencerlo de hacer cosas incluso cuando no lo deseaba.

-"¿Qué ocurre, Emory?" Justin se sentó sobre el sofá acomodando a su hijo sobre sus piernas.

-"Tenemos que irnos ya"

-"¿Por qué la prisa? Creí que no te gustaba el cementerio" Preguntó Justin con interés.

A Emory nunca le agradó visitar ese sitio y Justin lo entendía, porque incluso a él le disgustaba el sentimiento de tristeza al poner un pie en el lugar.

-"Quiero ver a mami" Dijo cabizbajo.

-"¿Así que de eso se trata?" Emory asintió.

-"No quiero que estés triste"

-"¿Triste? ¿Quién está triste?"

-"Ya soy un niño grande, puedo darme cuenta de que la extrañas"

-"Solo tienes cinco años" Respondió Justin asombrado por la madurez que tenía su hijo a tan corta edad.

-"Cinco años y contando"

-"De acuerdo, niño grande" Lo miró travieso. –"Supongo que entonces ya no te importara si te provocó cosquillas" Emory negó dudoso de su respuesta.

-"¿Estas seguro?"

No hubo tiempo para palabras. Las manos de Justin fueron directo a los costados del pequeño haciendo ligeros movimientos para lograr sacarle una sonrisa a su hijo.

-"¡Basta!" Luchó el pequeño cuando Justin comenzó a subir la rapidez de sus manos. –"¡Papi! ¡Para, por favor!" Rió sin poder controlarse.

-"Dime que me amas y parare" Condicionó.

-"Lo hago" Siguió luchando.

-"No puedo escucharte, Emory"

-"¡Te amo, papa!" Gritó divertido.

No es demasiado tarde... "Jelena"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora